*Versión tomada del libro La verdad de las mujeres | Víctimas del conflicto armado en Colombia
El 11 de Abril de 2002 los medios de comunicación informaron del secuestro colectivo de 12 diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca, llevado a cabo por las FARC en la ciudad de Cali. Fue un operativo realizado por un comando guerrillero que se presentó como del Ejército Nacional y evacuó el edificio de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca, con el argumento de amenaza de bomba. Subieron a los diputados a una buseta que supuestamente los llevaría a una unidad militar. El Ejército Nacional señaló que lo ocurrido en la Asamblea Departamental era un falso operativo y que de lo que se trataba era de un secuestro por parte de las FARC.
Estos son los desgarradores testimonios de las mujeres que sufrieron por años el flagelo del secuestro:
El primer día del secuestro, yo me entero porque estoy hablando con mi esposo, cuando él me dice: “ya te llamo porque nos está desalojando el ejército porque han puesto una bomba… nos llevan para la Brigada”. Hasta allí cortamos la comunicación. Entonces yo llamo al motorista, al escolta y me doy cuenta que se lo llevan. Empiezo a llamar y me doy cuenta veinte minutos después que no era el ejército.
Esperanza de su liberación
Allí empezamos a reunirnos [los familiares] y empezamos a ver qué vamos a hacer. Estuvimos en mi casa y ellos empiezan a llamar… Empiezan a pasarnos a todos, fui como la última y Juan Carlos [diputado secuestrado] me dice: “convoque a una rueda de prensa que necesitamos hablar”. Entonces yo le abro línea con Caracol y con Súper [emisoras de radio] y desde allá hay un comunicado que leen de parte de todos y piden que paren, que los van a matar, se oían las bombas y las ráfagas durísimo… pum pum, eso fue espantoso, espantoso. Al otro día convocamos una reunión en la Asamblea que fuimos todas las familias de los diputados actuales que no se llevaron y empezamos a organizar una gran movilización. La organizamos como en un día, el miércoles fue el secuestro y el viernes fue la marcha. Una marcha gigante pidiendo por la libertad de los secuestrados.
Durante cinco años, el secuestro de los 12 diputados estuvo centrado en las esporádicas pruebas de supervivencia entregadas por las FARC en las que los diputados se dirigían a sus familias. El 28 de junio de 2007, las FARC anunciaron que 11 de los 12 diputados habían muerto al presentarse un enfrentamiento con un grupo no identificado. Con este anuncio se comienzan los incansables esfuerzos por la recuperación de los cuerpos por parte de las familias. El 9 de septiembre, el CICR anunció el rescate de los cadáveres y el traslado de estos a Cali.
Los diputados secuestrados fueron Rufino Varela, Carlos Barragán, Jairo Javier Hoyos Salcedo – Primer Vicepresidente de la Asamblea – Alberto Quintero Herrera, Juan Carlos Narváez, Edinson Pérez, Nacianceno Orozco, Carlos Charry, Francisco Giraldo, Ramiro Echeverry, Héctor Arismendy y Sigifredo López, quien fue el único sobreviviente del supuesto enfrentamiento. Hasta la fecha, las FARC no han aclarado exactamente qué fue lo que ocurrió y cómo murieron los 11 diputados. Al parecer, la presencia de otros miembros de las FARC cerca a la zona donde se encontraban retenidos los secuestrados, hizo que sus captores asesinaran a los diputados.
El diputado sobreviviente, Sigifredo López fue liberado gracias a una operación humanitaria gestionada por la cooperación ente el gobierno de Colombia y Brasil, el CIRC y el Movimiento Colombianos y Colombianas por la Paz, el 5 de febrero del 2009. Tres años después de su liberación, el 16 de mayo de 2012, el diputado Sigifredo López fue detenido por la Fiscalía General de la Nación por su presunta participación en el secuestro y asesinato de los once diputados que habían sido sus compañeros durante los cinco años de cautiverio. Luego de tres meses de investigación en que se analizaron algunos videos y se controvirtieron los testimonios de unos desmovilizados, el 14 de agosto de 2012, fue dejado en libertad. El 18 de octubre de 2012, en un hecho sin antecedentes en la justicia colombiana, el Fiscal General de la Nación y el director de la Policía Judicial, le pidieron perdón a López y a su familia por la detención arbitraria en su contra.
La interminable espera
Ellos sentían allá que las familias estábamos solas, peleando pues contra todo para que ellos pudieran regresar y no había eco. Aparecía el apoyo cuando unas pruebas de supervivencia o cuando convocábamos, pero nos sentíamos muy solas. En las pruebas de supervivencia… uno le ponía mucho cuidado porque ahí venían palabras claves. Les cuento que Carlos se está despidiendo. Carlos como que no va a volver, yo le decía a Fabiola. Me daba las directrices para que siguiera con las cosas de la casa, con lo de las de las niñas, pero como si no fuera a volver. Yo decía ¿será que está enfermo? está muy enfermo o ¿qué será?
Consecuencias en la salud
Me di cuenta pero empecé a somatizar una cantidad de enfermedades, se me empezó a caer el pelo, no podía alzar los brazos, cambié de ropa, porque tenía que ponerme algo en lo que podía abotonarse porque no podía levantar los brazos. Entonces me dije: “¿qué pasa?”. Lo que dormía era poco, por lo del estrés, se me cayeron las uñas de los pies por el estrés, por la situación cuando me vi calva, que se me caían las uñas, que ya estaba calva, y me dije: “¿esto qué es?” Nosotras nos envejecimos. Si usted me ve en una foto de hace seis años, yo me veo más vieja que hoy. Eso me dice la gente, porque uno no duerme, uno llora todo el tiempo. Yo dormía con mi celular prendido y entonces estos llamaban toda la noche: “ya escuchaste las noticias”. Nos teníamos que levantar muy temprano y los fines de semana trasnochar para poderles mandar mensajes. Es decir, es una zozobra. Yo recuerdo mucho esa frase que el secuestro no te mata pero tampoco te deja vivir en paz.
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A mí me llevaron varias veces a urgencias porque no podía enderezarme con ese dolor acá del lumbago. Me tenían que atender porque no me podía parar. Es decir, la parte física. Me empezó una migraña que me tocó ir a neurólogo. Me tenía que encerrar cuatro días y a veces me tenían que llevar de urgencia con el dolor. Eso un dolor de cabeza que no lo toleraba con nada, eso fue durante dos años. Recuerdo que yo vi en una revista que había una conferencia de un psiquiatra sobre la depresión yo dije: “voy a ir a ver que me está pasando”. Voy a la conferencia y veo mi reflejo y dije: “yo veo que todo eso me pasa a mí”. Entonces pedí cita y empecé a tomar medicamentos después de los dos años. Yo pensé que podía y no, tuve que pedir acompañamiento de psiquiatra y tomar medicamentos para poder al menos tratar de compartir y de ser sociable y ser más tolerable inclusive con los mismos hijos.
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A mí me pasó en particular que… primero bajé de peso y luego empecé como a subir. Cuando sucedió lo de la muerte de ellos, subí como nunca había subido de peso, ni en los embarazos, cogí un peso de 100 kilos y más. Es impresionante, uno trata de no comer pero es la ansiedad. Nada, no puedes controlar nada en tu vida. Además no tienes proyecto de vida en esencia. No hay proyecto de vida ni como persona, ni como mujer, ni como nada. Simplemente estás pendiente de un ser querido que regrese…
Cambio de roles
Eso es un dolor todos los días. Yo veo a Sigifredo hoy, después de su liberación, y a veces lloro a escondidas porque no me gusta que me vea. Yo quiero que me vea fuerte, que me vea una mujer verraca, pero que no me vea chillando porque él me dice hay que ser fuerte, porque cuando lo ve él a una así, él se deprime y tengo que estar como al otro lado. He vuelto a retomar lo de antes, que yo era la fuerte en mi casa y que me escondía para que mis hijos no me vieran llorar…
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Una de las cosas es que yo nunca tuve celular, pero el papá sí les compró a ellas, tenían celular, les mantenía lo máximo en minutos. Después de esa situación, ya no se podía, yo trabajaba, pero no sabía cuánto se pagaba de agua, cuánto se pagaba de servicios, cómo se pagaba con una tarjeta amparada, yo no sabía cuánto se pagaba, no sabía cuánto era el colegio, yo no me preocupaba por nada. Mi sueldo, era para ayudar a mi mamá, comprarme mis cosas. Luego, coger toda esa obligación, no solo mi casa sino también la finca…
Llorar
Pues fue tanto el sufrimiento que yo llegue a sufrir amnesia temporal. A los tres años se me cayeron los parpados de tanto llorar día y noche.
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En el caso mío particular lloré un año entero. Mis ojos se me acabaron. No podía darle credibilidad a todo esto. Yo no creía que mi hermano estaba muerto, hasta que dije: “no voy a llorar más”. Lo mismo mi madre, yo le decía: “no vamos a llorar más”. Mi mamá se levantaba con los ojos chiquitos. Yo me enceraba en mi cuarto para que mi mamá no se diera cuenta. Mis hermanos pues un poco más fuertes, pero no hay tranquilidad. Hay traumas en la casa, en la familia. Hay discordias, conflictos, consecuencias por el estrés, por el comportamiento moral. Mi mamá se vuelve como una niña chiquita, regañona, de mal genio.
La rabia
Por medio de los mensajes nos íbamos comentando las cosas. Una de las cosas que decía era “cuidado con las niñas”, él decía “esta tan fregada que es, como les estará exigiendo a las niñas”, “esta las pone a sufrir esta con lo fregada que es con esas muchachas”. En una de las pruebas [de supervivencia] me manda a decir que “a las niñas se les facilite todo para que no sufran, un servicio de transporte, es necesario que ellas tengan su portátil”… Yo le decía “estoy rendida”, por la finca ya no podía, los empleados de la finca, la casa, mis hijas, y fuera de eso yo me metí a estudiar una especialización… Algunas se refugiaron tanto en sí mismas que se aislaron de su entorno familiar como social. Este encierro fue un mecanismo de defensa que trajo un mayor impacto para ellas y sus seres queridos.
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Los hijos se iban a estudiar y yo me quedaba encerrada en mi cuarto. Sólo porque me daba vergüenza de ellos, me paraba, me bañaba antecitos que ellos llegaran para que no me vieran así… Yo no quería salir del cuarto. Entonces me daba como pena con ellos y salía pero yo me encerraba en mi cuarto y lloraba y lloraba. Ese momento es muy duro, se trabaja el duelo. Uno allí encerrado, callado. No hay un despertar de la familia. Un encierro total. No nos importaba el trabajo, lo económico, la vida social. Poco a poco se va creando una coraza para sobrevivir, porque el despertar es muy duro.
Familia rota
Los hijos todos los días preguntando: “mamá pero decime si es cierto”, “no, me estás diciendo mentiras”, “vos qué sabes de mi papá”, “pero decime la verdad”. Una vez ya más grandecitos: “decime cómo está”, “vos qué sabes, qué te han contado” “pero decime ¿no nos estas mintiendo?”. También esa ansiedad de que uno tenía toda la verdad y que de pronto no la compartía con ellos por el riesgo que corrían también.
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Una vida monótona, harta. Sí, algo tan personal, ver al papá en una pantalla, es la vida privada de uno, y siendo que es la vida privada de uno se convierte en una agenda pública. Además la gente, cómo lo miraban a uno, “qué pesar, pobre niña, esa niña”… Yo no veía la razón por qué me desmayaba, sentía que me desmayaba siempre que veía las pruebas [de supervivencia]. Ver a mi papá, flaco, con barba, sentía que me faltaba el aire… Hay una situación muy especial entre nosotros y es que cuando él se va, los hijos están todavía muy pequeños y entonces yo era igual dependiente económicamente y mi rol era de mamá. Ahora que llegó, soy una mujer que tiene un rol distinto, tiene un reconocimiento, trabaja, lidera unas cosas como profesional. Ya se ha desempeñado como profesional que es distinto, ya no es la que está en la casa, sino que es independiente y económicamente también tiene sus ingresos y aporta.
El dolor
Sobre todo el insomnio… Yo por ejemplo lo que hacía todos los días era dejar el televisor prendido, porque yo necesitaba como oír, como sentir, como el acompañamiento. Yo dejaba el televisor y el radiecito. Yo tenía un radiecito aquí pegado todo el día. Uno era adicto al radio y a la noticia. Todo el tiempo escuchando las noticias.
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A ellas les tocó muy duro. Mis hijas eran muy prendidas de su papá. Como se sintieron solas comenzó la rebeldía, casi no hablaban. Cada que llegaban las pruebas de supervivencia, Laura se desmayaba. Yo oraba “que no llegaran”. Para mí era que no llegaran porque la situación de ella era terrible. A la otra niña, a la mayor le dio una depresión terrible. La tuve en salud mental. Esa niña no comía… Fue terrible.
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Lo que más me amargó la vida fue mis hijas, el dolor de mis hijas, cada vez que llegaban [las pruebas de supervivencia] era terrible. Cuando mataron al gobernador de Antioquia, la niña salió para su colegio y al regresar llegó en silla de ruedas, no podía caminar, y me tocó llevarla donde el psiquiatra. Todo el proceso, internarla y todo para que volviera a caminar.
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Una de las cosas es que a mí papá tanto le afectó, que a los seis meses se murió. A mi papá me lo mató el secuestro. Mi papá era una persona muy vital, una persona súper social con un espíritu muy alegre. Él sufría de diabetes y la azúcar empezó a subir y mi papá somatizó. A mi papá se le despertó un cáncer que no sabíamos. Nunca se le había manifestado y entonces se nos murió. Mi papá fue una persona que era mi brazo. Mis hijos no querían salir si no era con él. Era la figura paterna de mi casa. Era una persona debilitada físicamente porque no nos decía nada y sufría en silencio. Les decía a otras personas, a mis tías les decía. Mi papá siempre era una sonrisa para que estuviéramos nosotras tranquilas. Eso lo mató y eso lo afectó y mi papá se murió.
Soledad e indiferencia
Hicieron una manifestación de dos días y allí ya marcharon y con eso sintieron que lavamos las culpas. Esa es la interpretación que hacemos. Allí salió mucha gente que nunca había participado. La que nunca nos apoyó allí salió a darse golpes de pecho, como si movilizándose pudiera subsanar la insolidaridad, la apatía y la falta de apoyo a los secuestrados. Muchos sectores nos dejaron solos, fueron insolidarios, se opusieron, nos veían no como víctimas sino como un problema para el gobierno. Es que seguramente están con la guerrilla. Lo veían a uno más como mil cosas, por el solo hecho de reclamar.
La infelicidad postsecuestro
La vida de nosotros no es felicidad. A Sigifredo se le han truncado sus posibilidades políticas, desde antes de él llegar, desde el mismo día que quedó libre… El hecho de que Sigifredo esté vivo representa como si él hubiera sido participe de la muerte de sus compañeros cuando no es así.
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Esto es un karma que duele mucho, y para mí que los hijos escuchen eso, que pregunten “porqué le quieren hacer daño a mi papá”. Ellos sufren también todos los días, que su papá no haya podido salir adelante dentro de su proyecto político por esos señalamientos. Esa es la otra parte del dolor que uno tiene todos los días. *** Yo aprendí como persona a valorar más la vida. A aferrarnos más a la fe porque en realidad el milagro que nos hizo fue muy grande al devolvérnoslo vivo. De modo que me volví como más creyente, más aferrada a Dios.
Además de la incertidumbre, el dolor y la soledad vividos por las mujeres durante el cautiverio de sus compañeros, se sumaron acciones emprendidas por la política de Seguridad Democrática del presidente de entonces, Álvaro Uribe Vélez, que hicieron que las mujeres y las familias se sintieran señaladas, abandonadas y desprotegidas por parte del Estado.
A nosotras nos tocó además de sufrir un gobierno indolente. Estábamos en medio de una guerrilla y un gobierno indolente. De los dos. No podemos decir que tuvimos la solidaridad del gobierno, o el apoyo. Al contrario, el gobierno nos convirtió a nosotros en victimarias, pasamos de ser víctimas a victimarios con el gobierno de Uribe. Todo lo que decíamos lo ponían como si estuviéramos en contra del gobierno, como si fuéramos de la oposición del gobierno, y eso es doloroso. Un presidente lleno de rabia con nosotras porque reclamábamos nuestros derechos, el derecho a tener una familia. De manera particular me sentí perseguida por el gobierno.
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Yo pensaba que [el gobierno] era indolente, que defendía más sus intereses. Por ejemplo, nosotras sabemos que el sector que más se opuso fue el de la caña. Por el tema de Pradera y Florida en donde quedan los ingenios, y entonces presionaban mucho. Decían que si Florida y Pradera se convertían en una zona de encuentro eso iba a afectar la producción de sus ingenios, sus exportaciones se iban a poner en riesgo, se estigmatizarían más… Cuando el Estado había podido garantizar la seguridad para esas comunidades, no hubo voluntad política.
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Todavía yo mensualmente mandaba a celebrar una misa el 11 de cada mes, por la liberación de los secuestrados. Un día cualquiera el mismo sacerdote me dice a mí: “hola pero ustedes los familiares de los secuestrados por qué se oponen al operativo de rescate, si ellos ya están muertos en vida”. Un sacerdote con esas, que ellos estaban muertos en vida y le dije yo: “pues padre, yo respeto su opinión pero no la comparto”. Entonces cuando salgo me dice una señora, disque una profesora: “ve y si después cuando ya habían fallecido los demás, si todo el mundo sabe que el también murió y el cuerpo no lo entregaron para la guerrilla seguir pidiendo el despeje de Florida y por eso fue que no entregaron el cuerpo. Mande a celebrar misas por su eterno descanso”.
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El secuestro es lo más macabro, es quitarle la libertad a un ser humano. Todos somos libres… quitarle la vida a alguien después de haber sufrido tanto tiempo no se justifica. El secuestro es aterrador, no debería existir, es lo más terrorífico que existe. Pues como yo lo viví, es un escenario donde estamos incluidos sin querer, y al estar incluido implica sufrimiento, como algo oscuro. Secuestro es sufrimiento. No debería existir. No solo carcome a la persona, sino también a la familia.
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Esto fue un secuestro político, lo fuerte es “secuestremos a estos diputados, con el objetivo de que ellos presionen un canje, para que liberen guerrilleros”. Fue un secuestro institucional. Secuestrar la Asamblea es una burla que le hacen a las fuerzas militares. La guerrilla nunca los enjuició políticamente, o que se los hayan llevado por alguna cuenta de cobro.
La política
“A ustedes les tocaba poner la cuota de sacrificio”, fue lo que nos dijo el Presidente de la República. Ni siquiera nos dio el pésame. Imagínese hablar de que son una cuota de sacrificio para una segunda y tercera generación, fueron las palabras. Me acuerdo que mi hijo levantó la mano y le preguntó al presidente: “¿si mi papá es una cuota de sacrificio entonces ya no vuelve?”
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Es volver como a devolverse a ese espacio que vivimos cuando fallecieron los diputados, cada vez que sucede un hecho cuando hay libertad o de hechos tan lamentables es imposible de olvidarnos. Ese es un capítulo en la vida que nunca se va a cerrar hasta ahora. La vida cambia totalmente y se convierte en ese sentimiento de unidad de ser una familia en un dolor víctima de secuestro. Es imposible ser indiferente a esto.
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Las familias cargábamos con dolores tenaces, o sea se trabaja la ausencia de ellos como sustituyendo las cosas que nos pasaban todas tan dolorosas. Como decía en una parte del libro [refiriéndose al libro que publicó Sigifredo] “como si nosotros estuviéramos durmiendo en un colchón de plumas, pero que nosotros estamos sufriendo más que ellos”. Ellos eran conscientes en ese aspecto. Ellos sufrían moralmente, maltratados físicamente, pero nosotros también fuimos secuestradas.
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Mis hijos al comienzo negaron totalmente lo del secuestro. Cuando daban los mensajes se escondían detrás de las puertas, de las cortinas como si los estuvieran escuchando. Era en voz baja como algo a escondidas, como para que nadie escuchara. Cuando me escuchaban contarle a alguien que estaba secuestrado se enojaban y me decían: “cómo te pones a contar que mi papá está secuestrado si eso es solo de nosotros, nadie más tiene por qué darse cuenta”. Cuando llegaban los periodistas ellos decían: “cómo así, porqué tenemos que contar a ellos, ¿qué les importa?”. Empezar a aceptar que su papá estaba secuestrado fue un proceso de psicóloga y todo.
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Teníamos que mantener el tema vivo, vigente, vigente es la palabra. Hacíamos marchas, hacíamos actos simbólicos, citas, todo lo que hacíamos lo cacaraqueábamos. Eso sí, teníamos jefe de prensa. Nos organizamos muy bien. Empezamos a reunirnos y empezamos a ver qué vamos a hacer… Decidimos organizarnos como una fundación que se llamó Fundación por la Vida. Armamos esa fundación y empezamos a hacer eventos como fundación de familiares. Así como estaba Asfamipaz nosotras nos organizamos. Tuvimos una comisión de relaciones, tuvimos jefe de prensa, nos organizamos. Pedíamos citas todo el día, fuimos con casi todos los embajadores, con la Cruz Roja Internacional, con el gobierno, con la Iglesia católica, con todos, con todo el mundo, con todo el que podía. Nos reuníamos a clamar por un solo interés de la libertad de los secuestrados.
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Si a nosotras, el mismo Presidente nos dio esa calidad ante la sociedad civil. Dijo que éramos como enemigos de la institucionalidad, eso fue, esa posición nos la dio el presidente Uribe.
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Se abre la posibilidad de que Angelino [Garzón] aspire a la gobernación y arranca con nosotros a recorrer el Valle por lo del acuerdo humanitario. Nosotras lo hicimos pensando que si era gobernador pues iban a llegar más rápido porque los diputados estaban por aquí cerca. Resulta que una vez se posesiona no nos vuelve a salir nunca más, no vuelve a salir, ni acompañar a nada. Entonces nosotros rompemos relaciones con él, porque nos sentimos utilizados y eso hizo que las cosas ya no marcharan, porque además nos divide como familias. Nosotras le habíamos pedido que solo era el tema del acuerdo humanitario y como él ve que las familias estábamos inconformes, nombra a una de las víctimas como gestora de paz. Entonces eso nos divide.
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Nos comenzaron a pagar cuando el secuestro, pero después el argumento era “¿cómo les vamos a pagar si ya no son los diputados?”. Entonces se vino la pelea jurídica. Esto llevó hasta sacar una [decisión] desde la Corte Constitucional: “al que lo secuestren y se demuestre que hay un vínculo entre el secuestro y el desempeño del trabajo, sigue recibiendo su salario”.
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Nosotras logramos establecer un gran vínculo y lo hemos mantenido. Un vínculo entre todas las familias de los secuestrados, no solo entre las de los diputados si no todos los secuestrados políticos y militares.
Nueva vida
La familia es lo más importante, es lo que lo hace sentir, es la motivación y uno se entrega tanto a hacer cosas por la familia pero termina descuidando la familia. Yo ahora comparto más cosas con mi mamá, con hermanos. Yo con mi hermana era “qui’ubo”, y no nos veíamos sino el domingo donde mi mamá y el secuestro la hizo irse para mi casa y todavía vive conmigo. Nos unió. El secuestro nos unió, nos permitió valorar más. A mí una cosa también particular es que aprendí a pensar más en el hoy que en el mañana con el secuestro. ¿Por qué? porque la vida es hoy.
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Yo he tomado decisiones en lo político, en lo familiar, pero en el tema como mujer no he podido avanzar. Esa es la parte que yo no he podido. Yo no puedo decir que no se me hayan acercado hombres, pero siempre que alguien se me acerca yo empiezo a hablar tanto de Juan Carlos que hay mismo se aburren… Es que no me he podido desprender del hombre que yo amé. Lo tengo como idealizado: ese hombre inteligente, capaz, era mi asesor, era mi jefe, era mi marido, el papá, buenísimo con mi familia, era con defectos como todos, no era un hombre perfecto, pero son más las cosas buenas de él y lo que me gustaba como hombre, que esa es la parte que yo no puedo avanzar… En estos días se casó una de las esposas y yo decía: “qué rico”. Yo sentía envidia pero sana, esa envidia sana de decir tan rico encontrar a alguien. Que uno se pueda volver a enamorar porque uno hasta de pronto se va a vivir, pero tan bacano uno volver a enamorar para casarse. Es algo que le permite volver a soñar con otras cosas. No solo soñar con la política y los viajes. Tan rico añorar a alguien que le haga falta a uno.
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Es una etapa dolorosa. Toda mujer que tiene su compañero o su esposo tiene la esperanza de continuar con su esposo, envejecer con él. Es triste, porque uno se siente vacío, uno se siente muy vacío y comienza a mirar que va a pasar conmigo, que voy hacer yo, porque uno entiende que los hijos se van. Ahora ya la niña se va para Bogotá, y va viendo uno que va quedando solo, ya ahora se va ella, Laura. Es así que ya estuve año y medio sola. Me siento muy sola, muy sola.
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A mí una de las cosas que más me apoya y amortigua esa soledad es que yo trabajo. Trabajo tiempo completo de ocho a cinco y fuera de eso me dedico a las cosas que me gustan, mi finca, mis matas, por esos lados me voy llenando. Pero lo más importante es mi trabajo. Me dediqué a estudiar, hice otra especialización. Afortunadamente donde trabajo estoy rodeada de mucha gente, estudiantes de la universidad del Valle. Tengo que tomar otras decisiones porque estoy pronta a jubilarme y mi hija también de pronto se va para otro país y me quedo sola. Ya no va a ver el acompañamiento de la universidad, entonces tengo que buscar otras alternativas, El estudio, se enfocaron en esto su estudio… Cuando mi hija se graduó de abogada, me dijo: “acompáñame al cementerio y voy a mostrarle el título a mi papá” algo que me pareció muy lindo. Le dijo: “papá ya soy abogada”. Él en las pruebas de supervivencia siempre les decía: “estudien, estudien. Salgan adelante. Sean positivas”.
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No me gusta, es algo muy duro y que no le interesa a nadie. Además, igual no se pudo hacer nada, no me gusta que hablen del secuestro. Cuando llegó Sigifredo, y saca su libro al aire y contaba todas estas cosas, yo no quise ni verlo, y le decía a mi hermana: “no me contés, deja eso, el sufrimiento ya pasó gracias a dios, prefiero que esté en el cielo a que esté allá”. En el colegio, la gente no sabía que decirme, por las pruebas de supervivencia. “¡Ay! saliste llorando en la televisión”… como que no había otras cosas que decirme, ni un pésame. Esto lo que hacía era llevarme a otras dimensiones. Como que quería aislarme de la realidad aunque uno no podía, lo que hacía era aislarme de la realidad…
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Yo creo que una de las cosas que me tocó bastante fue aprender a conocerme. La posibilidad de mirar que podía hacer. Yo nunca lo había confrontado, un enfrentamiento duro a una realidad y que me maduró. Me maduró porque aprendí muchas cosas. A conocer el lenguaje de la guerrilla, a conocer las herramientas que nos daban, a mirar mi entorno familiar, a conocer mi familia. Fue un choque brusco, supremamente brusco y que me cambió mi forma de pensar. Hizo de mí una persona muy sensible y me hizo ser más persona.
Verdad y reconocimiento
¿Qué alivia en el caso mío? el reconocimiento de los victimarios del dolor tan grande que hicieron, del daño. Porque no lo reconocen, ellos lo justifican que es distinto, como parte de su lucha y de la guerra y eso no es así. Que reconozcan, que se arrepientan y que pidan perdón. Hoy mismo cuando uno tiene un problema con alguien y uno sigue hablando pero esa persona nunca le ha reconocido que se equivocó, eso nunca se sana, pero cuando uno reconoce me equivoqué, uno le pide perdón y uno se compromete a decir las cosas, la relación cambia en la pareja, en la familia y con los amigos, en cualquier contexto. Entonces es el reconocimiento, el pedir perdón y el comprometerse a no repetir, a no repetir esos hechos. Para mí no tengo la tranquilidad hasta el día que “El Grillo” les pida perdón a los huérfanos, a las viudas, a las mamás.
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La verdad solo la tiene el comandante que dio las órdenes de matarlos ¿Me entiendes? Esa verdad. Esa es la verdad que yo reclamo. Por qué ese señor tomó la decisión de dispararles. Esa es otra verdad. Cada vez más van apareciendo cosas. Mire lo que dice este señor: “arrástrelos y llévelos”. Es decir, va a llegar un momento en el que el tipo va a decir es que no se, así sea repetir lo que ha dicho. Pero me lo tiene que decir “El Grillo” que fue él que disparó. Por eso para mí sería doloroso que lo maten, porque es el único que tiene la verdad y que nos podrá pedir perdón y reconocer lo que hizo. Esa es otra verdad en boca de él, porque yo tengo mi verdad, tú tienes tu verdad, cada uno tiene una verdad, cada uno de los quince o veinte guerrilleros tiene su propia verdad… cada uno tiene una verdad de lo que pasó ese día… Conocer esa verdad no de una víctima sino de los victimarios. Me aliviaría saber la verdad. Hasta ahora son puras suposiciones, comentarios. La verdad. Lo de traer los cadáveres, enterrarlos. Es una parte pero no todo. A uno todavía le parece que uno se pone a imaginar y una de mis fortalezas es imaginar que está de viaje en otro país. Saber que pasó, porqué ellos los mataron, saber cómo fue. Yo quiero conocer la verdad.
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Son dos reparaciones la moral y la económica. El Estado también debe reconocer, no la responsabilidad de la muerte, pero si la responsabilidad de no garantizar la vida y la libertad que eso si no ha podido hacer el Estado. La responsabilidad es cuidarnos a todos, darnos seguridad para que nosotras que si nos secuestran podamos volver con vida. El Estado… reconozca que no cumplió, que no dio seguridad, que fue incapaz, y no pudo traer a los seres queridos vivos.… El gobierno… es un actor que tiene que aceptar una responsabilidad de unos hechos que pasaron. Entonces tanto las FARC como el gobierno tienen esas responsabilidades.
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Ese tipo que dio la orden de la muerte, que lo puedan coger y que se pueda hacer justicia con quien nos robó la felicidad a 12 familias y tantos sueños.
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El tema de la reparación económica, mucha gente la ve como si fuera un negocio de las víctimas y eso es una necesidad. La vida nos cambió económicamente. En mi casa había dos ingresos y hoy hay uno, y eso afectó mucho la calidad de vida de las víctimas. No hay plata que le devuelva a uno, que pague la vida de un ser querido pero al menos le permite vivir con dignidad y eso es lo que reclamamos. Una vida digna y solo a través de la reparación económica… La tranquilidad económica para poder darle una vida digna a nuestros hijos. Conozco casos de familiares que están en una situación que si comen en la mañana no comen en la noche.
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En el parque de los diputados se sembraron 11 arbolitos, uno por cada diputado. Al día siguiente ya colocaron un busto con el rostro de cada uno de los diputados. Luego a los tres años ya vi eso como una rastrojera. Me preocupó muchísimo y fui a los medios de comunicación. Me puse en la tarea y escribí a la CVC [Corporación Autónoma Regional del Valle] diciendo el abandono en que estaba el lugar. En lugar de ser un sitio de paz y tranquilidad este parque se ha convertido en zona de maleantes, expendio de drogas. Yo hasta les propuse que si iban hacer una inversión de esas debían de haberle asignado algunos recursos para su mantenimiento, porque es terrible el abandono en que se encuentra. Los diputados estuvieron abandonados tanto tiempo por el Estado y murieron estigmatizados no es justo que el sitio que recuerda su memoria esté lleno de maleantes.
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Si yo le pediría es que nunca puede renunciar a abrir espacios de diálogo y negociación. No puede apostarle solamente a la confrontación. Tiene que abrir ese espacio de diálogo que además es un derecho constitucional. Hay que dejar espacios para el diálogo, para la concertación y para la solución política. Estas mujeres como todas las que participaron en estas historias de vida colectivas, que conocen el dolor como nadie, tienen un mensaje de valor y aprendizaje para toda la sociedad, en el que la paz es parte de ese derecho que Colombia anhela.