En una pequeña cocina impecable y ordenada, igual de modesta que el resto del apartamento, Juan Daniel Oviedo calienta la tetera eléctrica y prepara un par de tintos para acompañar la charla mientras muestra el sitio que desde mediados de mayo convirtió en su segundo hogar.
Arrendó por 800 mil pesos el primer piso de la casa de tres niveles que ha levantado don Darío en Bosa para conocer de primera mano los problemas y las necesidades en sectores que él desconocía de Bogotá, la ciudad de la que quiere ser Alcalde.
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Medio vivir en Bosa es parte de un experimento social que el rebautizó como una inmersión urbanística por la que ha recibido críticas que lo tildan de populista, pero que también le ha servido para darse a conocer y comprender cómo viven en otros sectores diferentes a los que él conocía de la ciudad.
El apartamento que tiene arrendado Juan Daniel Oviedo en Bosa es sobrio y sencillo. Son dos habitaciones, una al lado de la otra y una sala grande que en tiempos pasados fue el garaje de aquella casa que don Darío adecuó como vivienda para ganarse unos pesos de más.
Desde hace cuatro meses, el candidato a la Alcaldía de Bogotá pasa varias horas del día y algunas noches en esta casa. El lugar también se ha convertido en una especie de sede de campaña. Allí atiende a la prensa y a los vecinos que quieren conocerlo, plantearle ideas y hacerle solicitudes como si ya estuviera gobernando.
La casa queda en el segundo sector de Bosa Brasilia. Es un barrio muy en el sur de Bogotá que queda cerca al portal de las Américas de Transmilenio, que en tiempos del estallido social —mientras él era Director del Dane en el gobierno de Iván Duque— se conoció como Portal Resistencia y fue uno de los puntos más fuertes de protesta. Un lugar que Juan Daniel Oviedo no conocía más allá de las referencias de los noticieros.
Aunque el pequeño apartamento no tiene muchas de sus acostumbradas comodidades y está muy alejado de la vivienda principal que Oviedo y Sebastián Reyes —su pareja desde hace 11 años— tienen en el Centro de Bogotá, lo convirtió con facilidad en su segundo hogar. Llevó un bafle para poner la música electrónica de Djs que nunca puede faltarle. En la cocina, instaló una estufa de dos puestos que tal vez nunca ha encendido porque ni él ni Sebastián cocinan. El domicilio y salir a comer acompañado de una cerveza y un cigarrillo, es lo suyo.
En la habitación principal hay una cama doble y un par de tablas puestas a lado y lado sobre soportes metálicos que hacen las veces de mesas de noche en las que descansan dos fotografías genéricas. En la siguiente habitación, donde lo que sobra es espacio, hay un escaparte de tubo metálico en el que cuelgan algunas prendas de vestir. También hay un espejo de cuerpo entero y unas botas pantaneras, especiales para recorrer el embarrado sur de Bogotá en época de invierno.
Juan Daniel Oviedo no arrendó aquel apartamento en Bosa por motivación propia. Él no se levantó un día cualquiera diciéndole a Sebastián: –Nos vamos a vivir al sur de Bogotá. Su llegada a la última localidad de la ciudad, hacia el sur, fue la respuesta a una provocación lanzada por un joven Tiktoker.
En un video, el Tiktoker lo retó y le dijo que con su habladito y pinta ‘gomela’, no podría vivir un solo mes en la pobre localidad de Bosa. La respuesta del exdirector del Dane no se hizo esperar:
–Sí puedo— fue la respuesta contundente. Pero no lo hizo por orgullo ni por el desafío que le puso el joven retador. Pensó con rapidez y vio en la propuesta una oportunidad interesante y diferente de conocer las problemáticas del sur de la mejor manera: viviéndolas.
Durante aquel primer mes se quedaron varios días a dormir en Bosa. Otros tantos los pasaron en su apartamento más confortable del Centro. A medida que iban pasando los días, Juan Daniel Oviedo y su novio se sentían más seguros en la localidad y quienes viven allí se sentían más cómodos teniendo de vecino al famoso candidato que en ese momento lideraba las encuestas de intención de voto.
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Juan Daniel Oviedo no solo cumplió el reto de vivir un mes en Bosa, sino que ya lleva cuatro meses allí y no tiene aún intención de entregarle el apartamento a don Darío. El experimento social se convirtió en un plan ameno y amañador.
Aunque por varios factores, como el trabajo de Sebastián, que tiene un taller creativo cultural en el barrio Santa Fe, les queda más fácil dormir en el apartamento del Centro, algunas veces pasan la noche en Bosa y salen a comer arepa rellena al frente de la casa e intentan ser una pareja más del barrio, del que dicen es seguro porque entre todos los vecinos se cuidan y lo cuidan porque lo han aprendido a querer.
Juan Daniel Oviedo quiere salir de Bosa directamente a vivir en el Palacio de Liévano, no por experimento social ni por reto alguno, sino porque según Sebastián y otras personas que lo conocen, es un apasionado por el trabajo. Es de los que se queda hasta tarde en su oficina dejando todo al día y adelantando temas para el siguiente, así tenga que amanecer sentado frente al computador.
Esa era su rutina cuando fue director del Dane, cargo que lo hizo interesarse por la política electoral y creer que podría ser Alcalde de Bogotá, una ciudad que solo conocía a través de las estadísticas.
En estos cuatro meses, Juan Daniel Oviedo ha aprendido un poco más de la otra ciudad que los políticos solo visitan en campaña y cuando tienen que inaugurar una obra terminada. Oviedo ya sabe, por ejemplo, más que sus contendores, sobre distancias y tiempos para movilizarse entre el sur y el norte de Bogotá porque ha padecido los trancones. Ya conoce también un poco más el desorden y el descuido en el que los mandatarios locales tienen al sur de la ciudad.
Sin que nadie se lo cuente, ha visto la inseguridad que se vive en estos sectores y, sobre todo, el quite que sus vecinos le hacen a la pobreza, los mismos que esperan que, sea o no Alcalde, recuerde a Bosa para que no digan que el candidato que habla como gomelo se fue a vivir allí por puro populismo político.