El Tata Miguel Tumiñá que mantiene unidos a los Misak en Bogotá

El Tata Miguel Tumiñá que mantiene unidos a los Misak en Bogotá

Han llegado del Cauca y viven dispersos pero se unen para apoyar sus necesidades y participar en las protestas donde no faltan con sus atuendos y tambores

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julio 20, 2021
El Tata Miguel Tumiñá que mantiene unidos a los Misak en Bogotá

En Bogotá y sus alrededores viven unos 800 indígenas de la comunidad Misak. Aunque son pocos, se hacen sentir con contundencia cuando se unen. En la ciudad de ladrillo poco visten sus trajes típicos. Lo hacen cuando comunidad se quieren hacer notar y escuchar con firmeza. Los Misak, originarios del Cauca, participan de las manifestaciones populares con sus tambores y sus tradicionales atuendos.

Las flautas y tambores de los Misak resuenan tanto como sus acciones. Es la comunidad que haciendo un reclamo en contra de la historia contada a partir de la llegada de los españoles a América que se denominaron descubridores, ha tumbado estatuas y ha obligado a las alcaldías del país a esconder los monumentos de los conquistadores. Así ocurrió con el Cristóbal Colón y la Reina Isabel que estaban rumbo al aeropuerto El Dorado. Ahora reposan en la Estación del Metro La Sabana, en el Centro de Bogotá. Los Misak son contundentes y su contundencia genera respeto.

Los Misak, dueños de una lengua propia llamada nam-trik, no llegaron a Bogotá por gusto. A la mayoría de los que salió huyendo de su territorio los sacó la violencia y el narcotráfico y también la lucha contra los cultivos de coca y amapola que han desatado los gobiernos; “principalmente el de Álvaro Uribe”, dice el Tata Miguel Tumiña, la cabeza de la comunidad indígena en Bogotá.

Misak en Bogotá - El Tata Miguel Tumiñá que mantiene unidos a los Misak en Bogotá

Los indígenas de la comunidad Misak son originarios del Silvia y Piendamó en el Cauca, donde viven principalmente de la agricultura y la ganadería.

Desde una sencilla casa de tres pisos en el barrio Casandra de Fontibón, donde viven en arriendo seis familias Misak, el Tata Miguel Tumiñá cuenta que el glifosato que en el gobierno de Uribe lanzaron sobre Silvia y Piendamó, en el Cauca, de donde son originarios, fue lo que sacó corriendo a un gran número de indígenas.

Reconoce que sí sembraban coca y amapola en sus tierras. Los curanderos las usan para sanar el cuerpo y la mente. Algunas plantas se las vendían a personas que las pagaban bien. Las hojas de coca dejaban el dinero que la agricultura de papa y cebolla y la ganadería poco dejaban ver.

Después de que fueron bañados con glifosato sus tierras ya no producían ni papa ni cebolla ni pastos para los ganados. Tampoco las matas de coca y amapola volvieron a nacer. Las necesidades empezaron a ser más evidentes.

Desde 2005 miles de guambianos, como también se les llama a los Misak, empezaron a huir de sus tierras. Allí ya no había ni qué comer ni como sostener a sus familias. El campo, lo que saben trabajar por tradición, se convirtió en una tierra inerte.

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El Tata Miguel Tumiña vive con su esposa y su hija de 10 años en una habitación de 9 metros cuadrados. En la misma casa viven seis familias Misak. Saben vivir en comunidad.

Miguel Tumiñá fue uno de los que huyó. Dejó a sus padres y su esposa dejó a los de ella en Silvia. Buscaron futuro en Bogotá. Llevan 16 años. En Bogotá nació su hija, que tiene 10. —Aunque la situación sea difícil, usted no verá nunca a un Misak pidiendo limosna o viviendo debajo de un puente— dice el Tata Miguel, que con orgullo dice "Los Misak estamos hechos para trabajar"

La mayoría de los Misak se asentaron en la localidad de Fontibón, sur occidente de Bogotá, donde hay 130 familias. En San Cristóbal hay 30. En el resto de localidades del sur hay unas 20 familias más. En total 180 familias fue el número que arrojó el último censo que realizó el cabildo en medio de la pandemia.

Los primeros Misak llegaron a Fontibón porque en esta localidad los arriendos son económicos y porque está muy cerca de las empresas a donde les han dado trabajo, como las de cultivos en Facatativá, El Rosal, Madrid, Mosquera y otras más de la sabana. Algunos también trabajan en oficios varios en el aeropuerto El Dorado.

En Fontibón están organizados principalmente en los barrios Casandra, Alameda, Chrical. En un apartamento de dos habitaciones por lo general viven dos familias. Así se ayudan a que los costos de la vivienda sean más económicos. Saben vivir en comunidad. Cada familia ocupa una habitación.

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Los Misak están presentes y acompañan todas las manifestaciones populares que buscan la exigencia de derechos. Ellos son siempre la primera línea pacífica de las marchas.

Desde 2008, con el objetivo de no dejar perder sus tradiciones ni su identidad, se organizaron como cabildo Bogotá. Miguel es gobernador del cabildo desde hace tres años. Junto a la vicegobernadora y a los otros tatas organizan políticamente el cabildo. Organizan por ejemplo su presencia en las marchas, en las que siempre su presencia es masiva, importante e imponente. La primera línea de las marchas de hace sentir su presencia. Manifestantes y policías respetan si presencia. Infunden autoridad.

Los Musak acompañan las marchas porque son escenarios para exigir oportunidades y mejores condiciones. También piden espacios dignos en Bogotá en donde puedan ejercer la justicia propia y la educación propia con sus menores. Y piden —sobre todo— que se respeten sus derechos, su tradición, su cultura y sus territorios.

Los Misak no hacen parte del Consejo Regional Indígena del Cauca —Cric— que es la organización más grande de comunidades indígenas del sur del país, liderada principalmente por los Nasa, con quienes por años han tenido conflictos por territorios. Los Misak están en el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia –AICO– desde donde defienden sus derechos y buscan la recuperación de tierras y la protección a su cultura y tradiciones.

Los Misak se ha vuelto más reconocidos en los últimos meses por tumbar las estatuas de los conquistadores españoles. Su manera de entender el mundo y la historia de América son razones por las que han tumbado estos monumentos. —Esta es una tarea que teníamos desde hace bastante tiempo y que se había ido aplazando. Solo queremos reivindicar la verdadera historia del nuestros pueblos—, dice el Tata Tumiña.

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Los Misak tumbaron en Cali la estatua de Sebastián de Belalcázar y en Bogotá la de Gonzalo Jiménez de Quezada. Intentaron tumbar los monumentos de la reina Isabel y Cristóbal Colón, pero la policía lo impidió.

Tumbaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, en Cali y en Bogotá tumbaron la de Gonzalo Jiménez de Quesada. Dos personajes de la conquista española que consideran genocidas y saqueadores. No pudieron tumbar los monumentos de la Reina Isabel y Cristóbal Colón que estaban muy cerca del aeropuerto de Bogotá. Hasta allí fueron decenas de Misak con la tarea. La policía lo impidió. Pero, aunque ellos no las derribaron, cumplieron con contundencia su objetivo. Obligaron a que la alcaldía las levantara de su puesto y las escondiera en la Estación del tren. Estas y todas las acciones de los Misak están coordinadas con los demás Cabildos, ese es uno de los trabajos del Tata Miguel, el cual ejerce sin compensación económica alguna.

El Tata Miguel dice que es muy difícil que los Misak que están en Bogotá desde hace muchos años, como él, retornen a sus tierras. Ya se han asentado en las ciudades y sus hijos que han crecido o nacido aquí tienen más costumbres bogotanas que guambianas. No era el objetivo, pero la guerra y los negocios ilegales en los que se vivieron en la mitad, los llevó a cambiar su vida.

En el país hay 25 mil Misak. En Silvia y Piendamó (Cauca) siguen viviendo unos 17 mil. Allá viven en pedazos de tierra que bien saben compartir y que ya está curándose del glifosato esparcido de 2005 a 2010.

Hoy en el Cauca hay 15 mil hectáreas de coca de las 143 mil que hay sembradas en el país. Si el glifosato vuelve a ser aventado —como lo quiere hacer el gobierno de Iván Duque— los Misak y otros indígenas no tendrán más remedio que seguir huyendo de sus territorios, escapando del hambre que genera el daño a las tierras para irse a buscar vida en las inhospitalarias y agresivas ciudades capitales, desde donde seguirán en resistencia por sus derechos y lucharán por mantener vivas sus costumbres, su cultura y su nombre Misak el cual a donde lleguen mostrarán con la frente en alto.

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