En medio del frío del despertar de la mañana, visitamos la Minga en la vereda Ranchadero. Eso es en el municipio de Silos, Norte de Santander. En la carretera entre Bucaramanga y Cúcuta, unas doscientas personas estaban reunidas, algunos con la cara cubierta. Yo también me la hubiera cubierto si tuviera con qué, no por la protesta sino por el frio que llegaba hasta los huesos. Allí, caras de pueblo, gente con las manos llenas de callos y vacías de semillas, sin recursos para labrar la tierra.
Días antes había leído los documentos del Paro Agrario y no podían ser más justos sus reclamos, si hubiera alguna injusticia en sus peticiones, sería que piden mucho menos de lo que se merecen. En los últimos años se han movilizado por las mismas razones. De hecho, me explicaba un líder, la agenda que quieren negociar este año es la misma del paro anterior, del 2013 y del 2014: se repiten las quejas y las marchas, mientras el gobierno repite las promesas y las mentiras.
Hay gente con rabia en los ojos. El Páramo cercano fue declarado parque y eso implica la imposibilidad de que los campesinos cultiven su tierra. Allí producen habas y cebada, sobre todo cebolla y papa. La ganadería es poca pero está presente. Además de lo anterior, la gente de allí sufre el mismo abandono del resto de campesinos del país.
Fuimos con un grupo de líderes de la Unión Sindical Obrera (USO) y de trabajadores de Derechos Humanos de Bucaramanga. La idea de ellos era decirles que no estaban solos, que el paro ya sumaba más de 70.000 personas en por lo menos 100 puntos de concentración, en 27 departamentos. Uno de los voceros de la USO le explicó que ya el país sabe de la minga, gracias en parte a la reciente marcha de maestros.
Yo aproveché y hablé con la gente proceso de paz y traté de explorar su opinión. Uno de ellos dice: “hablar de paz, es hablar de algo que no conocemos”. Mucha gente no cree en la paz, no porque no la quiera sino porque no le cree al Estado que la promueve. “Paz sí, pero no así”, me dice uno de los líderes, señalándome que “este paro es por la paz”, tal como la entienden los campesinos.
Los campesinos de Ranchadero, así se llama este sitio, de vez en cuando paran el transporte para hablar con conductores y viajeros, explicar el motivo de sus protestas y vuelven a su sitio de reunión. A los lugareños “les han metido miedo las autoridades”, me explica uno de los mingueros.
Hoy viernes, a las 7 de la mañana, empezaron los ataques con gases lacrimógenos por parte del ESMAD y varios de los mingueros fueron golpeados. A las 10 de la mañana, el GOES y el Ejército, le dijeron a más de 200 personas “que estaban detenidos” y los mantuvieron rodeados. Minutos antes habían llegado dos escuadrones más del ESMAD. Finalmente, varios fueron trasladados a Pamplona y, algunos de los que permanecieron en la zona, fueron desnudados y golpeados, informaron voceros de la comunidad.
El martes pasado, el Viceministro del Interior, nos decía que el Ejército no actuaba contra los campesinos sino solo la Policía. Otra mentira. Sigo sin entender por qué el Estado no usa el Ejército contra los paramilitares sino solo la policía (amparándose en leguleyadas y manipulaciones del derecho internacional) pero no duda en usar el ejército contra los campesinos.
Otras notas sobre el Paro Agrario del mismo autor:
Desde Cúcuta, Norte de Santander