Todo parece indicar que el 13 de marzo de 2022 todo el espectro político se medirá en tres consultas que resultarán estratégicas para impulsar las listas al Congreso y perfilar los candidatos más sólidos a la primera vuelta presidencial. Al Pacto Histórico y la Coalición de la Esperanza pronto se sumará un bloque que agrupará todos los sectores de la derecha política, la extrema derecha conservadora y perfiles del centro que no se sienten recogidos en la Coalición de la Esperanza. Aunque aún no es claro el nivel de organización, los candidatos y la estrategia que empleará este bloque (con mayoría en el Congreso), desde ya se puede evidenciar que convoca tres tendencias: el uribismo, la derecha conservadora y la alianza por las regiones (Fico, Char y Peñalosa). Esta confluencia buscará dar un salto cualitativo respecto a la consulta de 2018, presentándole al país una derecha organizada más allá de “el que diga Uribe” o la extrema derecha (que en 2018 representó Alejandro Ordóñez).
A continuación, presento las fortalezas y debilidades de cada uno de las tendencias que concurren en este bloque.
El uribismo: entre el desgaste y la necesaria renovación
A un año de las elecciones varios analistas y expertos vaticinan que el Centro Democrático no pondrá presidente en el 2022, al menos, no será el primer motor de tracción en la maquinaria de la derecha. Tras cuatro años de férrea oposición a Santos y tres de un gobierno impopular, la fuerza política que reconfiguró la derecha regional en torno a un liderazgo caudillista y agrupo un collage de sectores del conservatismo, liberalismo y partidos herederos de la parapolítica, se va desgastando a la luz del mediocre gobierno de Duque; la permanente exposición negativa en redes sociales (ya que no tiene el monopolio del estado de opinión) y la hipocresía de gobernar utilizando las mismas formas que por cerca de seis años le cuestionaron a Santos. Además, el relevo generacional le va pasando factura a una fuerza política incapaz de conectar con las inquietudes de las nuevas generaciones, jóvenes que no sintonizan con el programa de un partido que se congeló en la Colombia del 2002 y cuyo principal activo consiste en recordar el pasado o “los años de las Farc”.
A esto se agrega que de cara al 2022 el partido no llegará con Uribe como cabeza de lista al Senado, circunstancia que dado el efecto arrastre de la cifra repartidora podría reducir sustancialmente su cantidad de senadores (al igual que Mockus con el verde y Robledo en el Polo), esa preocupación tiene a varias tendencias del partido pidiéndole a Tomás Uribe que, si no va a aspirar a la presidencia, al menos, encabece la lista al Senado. Es claro el nivel de desespero y la precaria renovación que le asiste al partido del “presidente eterno”; asimismo, ninguno de sus anunciados precandidatos goza de figuración nacional o son dirigentes destacados fuera del discurso de extrema. A Paloma Valencia, Carlos Felipe Mejía y Paola Holguín se suma Rafael Nieto, tal vez, las cuatro caras más visibles del uribismo radical. Nada que ver con la táctica moderación que en 2018 le permitió a Duque ganar la encuesta interna y con posteridad la consulta. Los tres precandidatos uribistas (los conocidos hasta el momento) no tienen vuelo y antes tendrán que cargar con lastre de continuar el legado de un presidente impopular.
Al parecer, en la carrera presidencial el uribismo será un motor de segundo nivel; sin embargo, esto no generará mayor malestar si desde el bloque de la derecha se llega a un acuerdo que lo favorezca y en un eventual gobierno se le respetan espacios de poder. A este momento, su mayor fortaleza se concentra en las estructuras regionales que han montado algunos de sus congresistas (que en su gran mayoría buscarán repetir) y el capital de opinión que todavía conserva entre personas mayores y en la Colombia rural. Sin embargo, todavía se mantiene la incógnita sobre la aspiración de Tomás Uribe y Óscar Iván Zuluaga (un reencauche descafeinado).
Una derecha conservadora que busca ser protagonista
Al bloque de la derecha buscarán confluir los siguientes partidos: Conservador, la U, Cambio Radical, Colombia Justa Libres y posiblemente el partido Liberal. Al momento, los conservadores y la U tienen sus apuestas definidas. De Cambio Radical no se tiene claridad quien asumirá las banderas que en 2018 hundieron a Vargas Lleras. No es claro si Alex Char buscará medirse en la consulta con ese aval y de paso convertirse en el orientador de un partido que opera como una federación de cacicazgos regionales sin identidad ideológica. De la U, se sabe que la exgobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, se convertirá en su candidata única. Ambos, tienen la fortaleza de contar con bancadas propias al interior de sus partidos, siendo la charista la segunda bancada propia más grande en el capitolio, no obstante, tener muchos representantes y senadores en el bolsillo no es garantía de éxito en una elección donde el factor opinión se vuelve más contúndete, la estruendosa derrota de Vargas Lleras, quien adelantó la “precampaña” más larga que se recuerde y contó con el apoyo de toda la clase política regional, es un claro ejemplo de ello.
Los conservadores esperan llegar con candidato propio para así no terminar adhiriendo al candidato uribista o decidir entre alguno de la Alianza por las regiones. Entre sus opciones suenan exministros santistas como Mauricio Cárdenas y Juan Carlos Pinzón, el senador David Barguil y la vicepresidenta. Los azules quieren llegar con un candidato en propiedad para evitar que sus bases se dispersen entre los demás candidatos de la derecha. A excepción de Ramírez, ninguno de sus opcionados tiene gran figuración nacional o capital de opinión. Aunque los liberales respaldaron a Duque tanto en primera (ya que dejaron a De la Calle solo) como en segunda vuelta y en los últimos años se ha acercado sostenidamente a la derecha, no resulta viable que se metan en esa consulta. Su relación con Duque se ha enfriado y andan más interesados en que Alejandro Gaviria empuñe el trapo rojo. El exministro tiene más identidad con el centro y la Coalición de la Esperanza lo ha venido convocando. Tampoco se desestima que desde la derecha conservadora los movimientos cristianos impulsen un candidato en la consulta.
Alianza por las regiones, ¿novedad o estrategia?
La reciente reunión entre Federico Gutiérrez, Alex Char y Enrique Peñalosa, confirmó la movida de la llamada derecha regional para tener un espacio en la consulta. Como apenas están empezando a construir criterios de diálogo y consenso, no es posible anticipar si van a definir que solo vaya uno o si los tres se van a medir en el mismo tarjetón. Esta alianza se ha presentado como una gran novedad o como una estrategia para “desuribizar” la consulta de la derecha; sin embargo, a posteriori Char contaría con el respaldo de buena parte de las estructuras de Cambio Radical y a Fico lo perciben en el Centro Democrático como un “buen muchacho”. Aunque en 2015 derrotó al candidato de Uribe, a lo largo de sus cuatro años en la alcaldía de Medellín gobernó con el uribismo, es cercano a Paola Holguín y es amigo personal del expresidente. Fico no es un uribista camuflado porque en 2011 fue una de las primeras versiones locales de “El que dijo Uribe” y sus posiciones se encuentran alineadas con las del Centro Democrático. No se mete de frente a ese partido porque sabe que podría limitar sus posibilidades de crecimiento (ya que se presentará como un candidato independiente) y tendría que cargar con el lastre del gobierno Duque (al que le rechazó un ministerio).
Por eso, considero que la alianza por las regiones es sobre todo una estrategia de Fico para no jugar de frente con el uribismo y dilatar su respaldo hasta las elecciones legislativas.
A este punto va quedando claro como toda la derecha se está acomodando para reeditar la consulta que en 2018 le otorgó la victoria en cabeza de un uribista. Para el 2022 no necesariamente están buscando sea un uribista de primera línea, ya que se conformarían con un candidato que represente sus intereses. Ante el desastre del gobierno Duque, el uribismo sabe que no la tendrá fácil y que a lo mejor jugará desde segunda fila. Un panorama factible porque la derecha sí sabe cuándo se debe unir y cerrar filas, algo que, desde la izquierda, ni siquiera se contempla. Ya con los tres bloques armados solo toca esperar el día de las elecciones y ver cuáles llegan a segunda vuelta, porque estoy seguro habrá segunda vuelta y creería que la derecha tiene un cupo. ¿Con quién se medirá?