Quienes querían hacer moñona con las cartillas de la supuesta ideología de género tumbando a Gina y pegándole de frente al plebiscito, casi lo logran. Mientras la ministra luchaba contra una opinión pública adversa, desinformada y manipulada, a muchos kilómetros un grupo de especialistas en generar falsas corrientes de pensamiento colectivo —apoyados por hackers, analistas y robots de inteligencia artificial—, desataban miles de mensajes que nutrían las redes con medias verdades y mentiras completas sobre el tema de las cartillas. El propósito: crear la ira colectiva en una sociedad religiosa que veía amenazadas la moral de sus niños y la estructura familiar.
Quienes planearon la salida de Gina y el golpe al plebiscito, primeramente escogieron el momento y el elemento exactos para dar el zarpazo. Crearon lo que se conoce como una “matriz de opinión pública”, es decir, una corriente dominante de pensamiento colectivo sobre un tema específico altamente sensible, valiéndose de afirmaciones sin sustento sólido y aprovechando que los usuarios de las redes no exigen confirmación de la información, sino que creen de facto lo que se publica y se lanzan a opinar. Unas mentes calenturientas que con la menor chispa prenden, porque a eso se han ido acostumbrando.
Para la mayoría que no lo sabe, la estrategia —cuyo brazo financiero es tan fuerte como sus intereses—, se ejecutó contratando empresas de tenebrosos hackers que manejan la información a través de servidores alquilados en el exterior mediante el pago con bitcoins, lo que los escuda tras un código que prácticamente los hace inidentificables (en Ucrania estaban los que Andrés Sepúlveda usó para la campaña de Peña Nieto en México, por ejemplo) y con lo que crearon en las redes sociales perfiles falsos a los que se les compraron seguidores, para que aparecieran supuestos influenciadores de peso que cuestionaran drásticamente la supuesta publicación de las cartillas.
Además, se programaron los llamados “bots”, que no son más que softwares de inteligencia artificial capaces de generar diálogos básicos con ciertos usuarios de redes, para dar la impresión de que todo el mundo está hablando del tema. Estos “bots” se han vuelto tan famosos, que en la reciente campaña presidencial de México se habló de los “Peñabots” en alusión a los mensajes automáticos que por millones generaron los hackers que apoyaron dicha elección. Dichos “bots”, que son también famosos en España por haber desarrollado un importante papel en la modificación de las campañas políticas en las redes sociales, han alcanzado tal grado de perfección que incluso son capaces de abrir por sí solos correos electrónicos y responder las preguntas básicas que los usuarios formulan a redes famosas como YouTube, por ejemplo.
Se programaron los llamados “bots”,
que no son más que softwares de inteligencia artificial
capaces de generar diálogos básicos con ciertos usuarios de redes
¿Qué mejor que unas caricaturas pornográficas belgas sobre el tema homosexual, sacadas de contexto y puestas a rodar en las redes como parte del montaje, con la advertencia de que correspondían a un peligroso documento que el Ministerio de Educación iba a publicar, cuyo contenido iba a afectar directamente a los niños, el bien más preciado de toda sociedad?
Los ciudadanos del común, casi todos, no tienen ni idea que este tipo de manejos perversos han existido desde hace muchos años y son los responsables de la manipulación de campañas políticas, movilizaciones sociales y situaciones de mercado que parecieran darse naturalmente, pero que tienen toda una negra maquinaria planeada estratégicamente por detrás.
Para la muestra tenemos en Colombia un botón de notoriedad internacional: el hacker Andrés Sepúlveda a quien muchos menosprecian y consideran un chiflamicas de la tecnología, pero que en realidad tiene todo un prontuario en las elecciones de países latinoamericanos, según le contó el mismo a la agencia de noticias Bloomberg. Registra dicha agencia que Sepúlveda ha contribuido a la manipulación de campañas en seis países latinoamericanos, incluida la elección de Enrique Peña Nieto como presidente de México y las contiendas electorales de ocho países más, entre las que se cuenta Colombia.
En este caso, el de “Gina y su cartilla” que golpearía el plebiscito, los manipuladores fundamentalmente tuvieron en cuenta los públicos que podían impulsar la bola de nieve de opinión pública que finalmente debía pegarle a la ministra y hacer moñona con el plebiscito. Para ello, se valieron de públicos que por naturaleza reaccionan a los antivalores, a la homosexualidad y a la amenaza contra los niños. Algunos líderes políticos que no aceptan una estructura diferente a la familia tradicional (papá, mamá e hijos heterosexuales) fueron blanco de esa estrategia; incluso algunas regiones del país más sensibles al tema por oportunismo político y religioso como Santander con su diputada Ángela Hernández, quien se siente adalid por haber “salvado” a los niños colombianos de aprender sobre el respeto por la identidad sexual de sus semejantes.
Esto no solo pasa en política que tiene desde hace un tiempo en la tecnología a uno de sus grandes aliados para sus triquiñuelas, sino también con las marcas, las empresas, los productos, las modas… tooooodo, absolutamente todo lo que se les ocurra.
Esta historia, que suena a ficción, nos muestra cuán lejos estamos hoy de imaginarnos siquiera cuánto pueden unos terceros afectar nuestras acciones y pensamientos con la manipulación desde sus mentes perversas, y que solo están a un clic de nuestras vidas.
El respaldo del presidente tiene a Gina sentada todavía en el ministerio, pero esto no para acá. El Gobierno sabe que tiene que enfrentarlo y que es solo la punta del iceberg de lo que se espera de aquí a la firma de su acuerdo con la guerrilla de las Farc.
¡Hasta el próximo miércoles!