Los estudiantes que protestan son vándalos, los campesinos son guerrilleros, los maestros son unos vagos irresponsables y todo actor social que se atreva a alzar su voz, a luchar por sus derechos, porque se dignifique su labor y por reivindicar su papel en la sociedad, pasa por el estigma de los medios de comunicación.
Hay toda una estrategia mediática orquestada desde los noticieros y otros espacios como los periódicos en los que supuestos “expertos” debaten el tema con argumentos que casi siempre, y con contadas excepciones, hacen eco de la posición estatal frente a las justas protestas de quienes no cuentan con más herramientas para defender sus derechos que la protesta. Y es que las movilizaciones que han tenido lugar en los últimos días, no son simples caprichos de unos sinvergüenzas, se trata de hacer cumplir las falsas promesas y compromisos a los que se llegó en momentos de efervescencia electoral.
Casi siempre es lo mismo. Se desconocen los derechos de los trabajadores de base, de los que viven al día y que comprometen todo en su lucha porque el estado los reconozca. Sin embargo, los medios de comunicación, en su mayoría al servicio de los intereses del sector privado y del estado, voltean la torta y muestran la protesta como una molestia impertinente e injustificada que lo que hace es causar caos e inseguridad. Los medios juegan con el miedo que ellos mismos se han encargado de sembrar en la ciudadanía con su sensacionalismo que es muy efectivo.
Es entonces cuando apelan a la ingenuidad del espectador que percibe las marchas desde la óptica del caos vehicular que producen, la protesta es vista como una pérdida de tiempo irremediable en la que siempre hay estereotipos de los cuales echar mano para caldear los ánimos. Entonces aparecen las figuras del encapuchado, el vándalo, el abusador, el vago difuminadas en la noticia como sombras que satanizan y deslegitiman las causas sociales. Se apela a todo con tal de crear el efecto que ellos quieren y la idea que desean que tenga el espectador. Todo termina reducido a hechos vandálicos, caos vehicular, niños que no tuvieron quién los cuidara, clases perdidas y en suma todo confluye en la misma parte: en la visión distorsionada y poco objetiva de la realidad.
Bien lo profetizó Marshall McLuhan al acuñar su sonada frase: “el medio es el mensaje”. El espectador no tiene acceso a la realidad. La ve desde la óptica del medio, desde la perspectiva que este construye para que se surta el efecto que se quiere en la audiencia. Logran así poner al grueso de la población, a la gente que no tiene la capacidad de discernimiento para percibir estas complejas construcciones mediáticas, en contra de personas que luchan incluso por sus propios intereses, por gente que está allí, exponiéndose a ser agredida y desprestigiada por defender los derechos de esa misma audiencia que por cuenta de los medios los desprecia y desdeña.