En 1972, Antonio Cervantes, más conocido como Kid Pambelé, se coronó como el primer colombiano campeón mundial de boxeo y en ese mismo año, exactamente el 17 de diciembre, nació Luz Quevedo en el barrio La Pepita de la Localidad Los Mártires en pleno corazón de Bogotá.
Aparte de pobreza, consumo de drogas y golpes de la vida, hay poco en común entre Pambelé y Quevedo, la mujer que pasó 34 de sus 52 años deambulando por las peores ollas de la gran ciudad como la desaparecida y antigua Calle del Cartucho en el barrio Santa Inés de la Localidad de Santa Fe, ubicada más exactamente entre las Calles 10 y 12 con Transversal 9.
Luz Dary también fue residente en lo que el país conoció estupefacto como el Bronx y Cinco Huecos, sectores ubicados a unas dos cuadras hacia el Occidente de la Calle del Cartucho. Su mamá, María Victoria Quevedo, era trabajadora sexual y todos los días se paraba en las esquinas del barrio Ricaurte para conseguir clientes, dinero y mantener a sus dos pequeñas hijas.
No tenían en dónde vivir y lo poco que ganaba a veces le alcanzaba para medio comer y pagar una pieza. Si no conseguían, les tocaba dormir en la calle a la intemperie. María Victoria nunca consumió algún tipo de droga, pero las tenebrosas y frías noches del centro de la ciudad, le causaron Epoc, esa terrible deficiencia pulmonar que le hizo difícil respirar especialmente en la última etapa de su vida.

El papá de Luz Dary, que se llamaba Ezequiel Sánchez Muñoz, había conocido a María Victoria ejerciendo la prostitución, según relata su hija tras agregar que era un tipo muy malo porque golpeaba a su mamá cada vez que le daba la gana, era adicto hasta el punto de meter a sus hijas en el vicio y habría abusado de ellas cuando estuvo preso.
Ese terrible episodio habría ocurrido cuando Luz Dary tenía 7 años y su hermana Sandra, 5 años. Se dice que las niñas le pidieron permiso a la mamá para visitar al papá en la Cárcel Modelo de Bogotá y en la celda donde estaba pagando condena, las violó a las dos. De ese hecho atroz, que marcó la vida de Luz Dary para siempre, su madre se enteró mucho tiempo después y simplemente, les prohibió visitar al mal hombre.
Huir de casa para sobrevivir en la calle entregada a las drogas y el alcohol
Cansada de la situación de su mamá, a los 13 años, Luz Dary agarró la calle y se fue del lado de su mamá y sus tres hermanos: César Aldemar, Lady Diana y Sandra Milena. Esta última, se quedaba acompañando y cuidando la salud de María Victoria.
Luz Dary Quevedo se metió en el vicio del bazuco y el alcohol, lo que la llevó a estar por 34 años perdida consumiendo todo tipo de droga en las ollas del centro de Bogotá ya que las conocía como la palma de su mano por haber nacido allí entre jibaros, delincuencia y prostitución.
La vida de Quevedo cambió del cielo a la tierra porque la droga la absorbió por completo. Dice que fue por curiosidad. Primero, los cigarrillos Mustang, Piel Roja, Pipa y después entró en las grandes ligas. La marihuana no le gustó, consumió pegante y perico. Por último, probó el bazuco y se enganchó con esa maligna sustancia sin dejar el alcohol y la prostitución que ejerció durante un año.
Para poder suplir sus necesidades de consumo, Luz Dary también se dedicaba al reciclaje de cartón y otros objetos. Vendía fósforos y pipas que ella misma fabricaba. Así se rebuscaba para la comida y para alimentar su vicio, cuando no tenía plata para comprar bazuco, vendía su cuerpo, se prostituía.
Lo que Luz Dary Quevedo vio y sintió deambulando por las ollas más peligrosas de Bogotá
Después de haber pasado por la Calle del Cartucho, donde estuvo 12 años, se salvó de los cohetes que lanzó la guerrilla durante la posesión del entonces presidente Álvaro Uribe porque no se encontraba en la zona.
Allí murieron 17 personas, todas habitantes de calle. Luz Dary Quevedo pasó a Cinco Huecos una de las ollas más peligrosas de Bogotá. En ese lugar, su vida fue muy difícil, la violaron varias veces y conoció al jíbaro Ezequiel, quien después se convertiría en el padre de sus 3 hijos: Jesús García, Angie Quevedo y José Brian Téllez.
Alguna vez, cuando estaba viviendo en Cinco Huecos, salió al barrio Puente Aranda, la cogieron dos hombres a la fuerza y la violaron. En otra ocasión, mientras trabajaba en una cartonería en el Cartucho, le pasó algo similar y esa vez, 4 hombres la tomaron a la fuerza, la amarraron, la amenazaron con un revólver y la violaron.
En estas dos peligrosas ollas del centro de la ciudad, Luz Dary Quevedo vendía y consumía bazuco y alcohol. En aquellas épocas, la marihuana era lo que más salida tenia y el bazuco se vendía como pan caliente en papeletas desde los $ 500 y se movían muchos millones producto de la venta de droga.
Con el vicio y el consumo, también llegaron hombres malos a su vida, le pegaron y la maltrataron mucho. De su deambular por las calles, le quedaron 3 hijos: dos varones y una mujer. Al mayor lo mataron hace 13 años en la Localidad de Puente Aranda. El otro se lo quitaron cuando tenía 6 meses y no lo ve desde hace 30 años, vive en el Municipio de Santa Rosa, al sur del Departamento de Bolívar. La hija tiene 31 años, es juiciosa, trabajadora y vive en el barrio Sierra Morena de la Localidad de Ciudad Bolívar. Se comunica frecuentemente con ellos y están contentos al ver el cambio extremo y la recuperación de Luz Dary tras dejar el vicio.
En la época en que estaba consumida por el vicio y las drogas, María Victoria, se hizo cargo de su hija. Viviendo en ese pesado ambiente, quiso hacerle un favor a un primo, sacando una libra de marihuana de la olla para llevarla a otro sitio de la ciudad, pero la policía la detuvo con el paquete y la encarcelaron 6 años en el Buen Pastor por una droga que no era de ella.
Una historia familiar y personal que se está transformando en una segunda oportunidad

Al paso de Luz Dary Quevedo por la cárcel, se le suma la tragedia de haber visto morir a muchas personas durante las mal llamadas ‘limpiezas sociales’. Los mataban por deporte apostando tiro al blanco con la cabeza de los habitantes de calle cuando estaban desprevenidos o simplemente drogados.
Los victimarios apostaban al que le diera primero en la cabeza con una pistola a su víctima. Después de matarlos, tiraban los cuerpos a la basura donde los quemaban como a marranos y así mataron a muchos hombres muy jóvenes y mujeres inocentes.
Así vivió Quevedo durante 20 años en Cinco Huecos porque nació y se crió en esa zona de la ciudad. Era un sitio donde ni si quiera entraba la Policía porque si entraban, corrían el riesgo de no volver a salir, al menos con vida, de ese lugar donde como por arte de magia, desaparecían a las personas. A estos lugares iban muchas madres buscando a sus hijos perdidos, pero nunca los encontraban.
De tanto consumir droga, alcohol y vivir permanentemente en la calle, Luz Dary se enfermó gravemente. Estuvo a punto de morir en Cinco Huecos, pero unas amigas se percataron de lo que estaba pasando, la recogieron en el lugar donde estaba metida, la montaron en una carreta y la llevaron al Hospital San José ubicado en la zona de la Plaza España. Allí, le diagnosticaron Epoc al igual que a su mamá.
Tres veces estuvo hospitalizada por la misma dolencia. La última vez, la internaron en el Hospital Santa Clara durante 6 meses por insuficiencia respiratoria, dependía de una bala de oxígeno y estuvo a punto de morir.
Un buen día, internada en el Hospital Santa Clara, la Trabajadora Social, le preguntó si quería salir de las drogas y recuperar su vida. Luz Dary dijo que sí y de allí salió con una bala de oxígeno para un hogar de paso de Integración Social, donde inició su recuperación y reintegración a la sociedad.
Por varios años y como consecuencia de su enfermedad, Luz Dary tuvo que estar con oxígeno 24 horas del día para poder respirar. Afortunadamente, ya se recuperó del Epoc y ha recibido mucha ayuda de los profesionales de la Secretaría de Integración Social en todo momento para que ella pueda continuar con su vida normal.

No obstante, el apoyo, Luz Dary Quevedo ha recaído varias veces y lleva más de 17 meses sin consumir. “Está limpia”, como dice ella y sale a la calle sola. Ya terminó la Primaria, está cursando el Bachillerato y cuando termine, tiene su mirada puesta en una carrera técnica o tecnológica.
Le puede interesar: ¿Y quién piensa en los habitantes de calle ante el Coronavirus?Mientras llega ese momento, Quevedo trabaja en un emprendimiento de bordados en punto de cruz, elabora figuras religiosas y escudos de los equipos de fútbol que vende a 40 y 50 mil pesos, respectivamente.
Con su trabajo y aunque nada sabe de boxeo ni de Pambelé, el hombre que pasó a la historia no solo por ser un buen pugilista, sino por decir que “es mejor ser rico que pobre”, Quevedo sonríes y se siente lista para enfrentar su futuro, esquivar los fantasmas del pasado y hacerles el quite a los golpes de la vida.