Así me robaron en mi propia casa

Así me robaron en mi propia casa

Pero no me fue tan mal, lo menos malo que pueden hacer los malvados es robar

Por: Tulio Fernández
agosto 04, 2015
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Así me robaron en mi propia casa

Y allí estaba yo, a las cinco de la mañana del domingo, estático mientras iba al baño, viendo una sombra extraña  al lado de la ventana externa de mi apartamento. En un principio me pareció estar soñando porque estoy en un segundo piso y vivo solo, al grito de ‘quién es usted’, la rata humana escaló hacia abajo con una agilidad que ya quisiera tener Usain Bolt; al correr hacia la ventana y mientras el ladrón terminaba de descender vi que encima de mi escritorio de la sala no estaba mi portátil. Al salir a la calle el engendro de humano había desaparecido con mi computador.

El sentimiento de angustia, impotencia y rabia de saberte vulnerado no tiene comparación. La ira que te invade en un principio por haber sido robado da paso con prontitud al miedo, ¿Cómo entró este individuo a mi apartamento? ¿Qué tal que el tipo hubiera sido un ladrón agresivo? ¿Qué hubiera llevado un puñal o una pistola y me hubiera lastimado con tal de hacer crecer su botín?  Amanece y no eres capaz de pegar los ojos pensando en que esta basura pueda volver y te sientes inseguro en el único lugar que creías estar a salvo en la ciudad.

Ir a la Policía es un saludo a la bandera. Voy muerto del miedo pensando que mientras me dirigía al CAI más cercano, el ladrón iba a regresar, a violar mi domicilio nuevamente, y a terminar su tarea. Los uniformados me atendieron de manera amable pero sin mayores sobresaltos, para ellos algo rutinario que seguramente ven todos los días y por ende no merece demasiada atención. Al rato de volver a mi apartamento apareció una patrulla. Los oficiales, un hombre y una mujer, poniendo rostros solemnes examinaron mi apartamento y dictaminaron que sencillamente el ladrón había escalado y forzado la ventana. Luego, se despidieron con monosílabos, me dieron un par de teléfonos del CAI y desaparecieron.

Las horas pasan y el temor crece. Uno sale a las calles y, desafortunadamente, está mentalmente preparado porque sabe que hay una posibilidad de que te roben, en una esquina, en un cajero, en el transmilenio, en todas las modalidades posibles, con cosquilleo, con puñal, con pistola, con intimidaciones. Se supone que la casa es el único refugio que nos queda, el pequeño rincón de vida donde podemos estar tranquilos, pero al parecer no es así en la Bogotá de los últimos años.

Y pasan los días y tomas medidas. Cambias la composición de las ventanas, las aseguras con candados de última tecnología por dentro. Te encierras en tu propio apartamento como si fueras un pájaro en una jodida jaula de oro. Recuerdas que te robaron lo único de valor que tenías porque de resto tu casa está llena de libros y una rata de estas que seguramente abandonó la escuela porque pensó que estudiar es para los ‘pirobos que estudian’, asimismo caes en cuenta que por descuido no hiciste backup de muchos de tus artículos porque no pensabas que te pudiera pasar algo así  y odias profundamente al ser que encuentra satisfacción en hacer el mal, en apropiarse de algo que no se merece.

También piensas: No te fue mal. Que en este país lo menos grave que te pueden hacer los malvados es robarte. Piensas en todas las historias que has oído de rateros que primero disparan y luego preguntan, de seres que son capaces de hacer masacres en poblaciones lejanas y sienten placer en torturar, en violar y ejecutar a personas en presencia de sus hijos y parejas. Ni siquiera es necesario irse tan lejos, en la misma ciudad ocurren cientos de paseos millonarios, atracos a plena luz de día ante la inoperancia de la policía y  asesinatos porque sí. Definitivamente no te fue tan mal.

Me gusta mucho vivir en Bogotá. Es la ciudad que me acogió con los brazos abiertos cuando no encontré trabajo en Cali.  Amo sus días fríos y cielos azules. Disfruto en muchas ocasiones de su grandeza, de su caos. En esta ciudad me he enamorado, me han roto el corazón, he ido a eventos culturales, la he recorrido,  he conocido a muchas personas muy valiosas de las cuales aprendo (o lo hice) cada día y he conocido mucho sobre la vida. Me duele ver en lo que se convierte cada día. Me parte el corazón ver lo que han hecho los últimos dirigentes con la capital en poco más de una década. La han convertido en una cloaca, en una urbe asquerosa, llena de basura, insegura, fea. En una población invadida por los indigentes, incluso el Transmilenio se ve diariamente lleno de cantantes de rap amenazantes y vendedores de maní se suben en cada parada, cuando se supone que este sistema debía ser un patrimonio de la ciudad, en una ciudad cuyo lema ‘Bogotá Humana’ parece que se aplica únicamente a los ladrones y malandros, una Bogotá corrupta, impune e inepta.

Se acercan las elecciones. Les pido que por favor piensen cuál quieren que sea el destino que quieren para la ciudad más importante del país. Yo estoy cansado de vivir con miedo de que me pueda pasar en algún momento. No les digo que voten –o dejen de votar-  por X o Y candidato pero les pido que piensen bien en qué ciudad quieren vivir. Por mi parte espero que sepamos escoger y que recuperemos la confianza de estar, por lo menos, tranquilos en nuestra propia casa.

http://letrasbizarras.blogspot.com/

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