Tenía 5 años cuando mis papás, vestidos sin colores, me llevaron por primera vez a un clásico en El Campín. Millonarios y Santa Fe, con sus tradicionales uniformes, saltaron a la cancha y empezó el partido.
A los 10 minutos, mientras yo miraba extasiado las inmensas tribunas llenas de gente y la grama verde donde corrían los jugadores, mi papá me preguntó: "¿Cuál va a ser tu equipo? ¿A cuál quieres seguir?". Yo le dije sin dudar: “¡A los de azul!”. Mi papá, orgulloso, me compró y me puso un gorro y una bufanda azul, de su equipo. Así me volví hincha de Millonarios; por una afinidad de tonalidad, porque nunca me gustó el color rojo. Mi madre me sonreía y lamentaba que el 'democrático' experimento no la hubiera favorecido. Ella es de Santa Fe, pero estaba ahí, sentada con nosotros y con muchas personas que con sus camisetas rojas y azules se mezclaban en la tribuna. Con respeto.
Mucho hemos hablado del problema en el que se convirtió la violencia en los estadios. Algunos ciudadanos nos quejamos de actos irracionales en partidos de fútbol, en los alrededores de los coliseos, en las horas previas o posteriores a los partidos. En la mismas tribunas. Y fue el acabose.
Una publicación de Lucas Jaramillo y una columna mía en Facebook, videos, fotos, notas en los medios, columnas de opinión y registros de diversos actos de violencia e intolerancia, pusieron de manifiesto que es hora de hacer algo.
Las primeras medidas y reacciones son paños de agua tibia o simples paliativos. A la estupidez de “sin camiseta no entra” se llegó a proponer “con camiseta no entra”. Se cierran tribunas, por algunas fechas. Se prohíben visitantes en los estadios locales. Nada de fondo.
Es responsabilidad de los clubes, de la Dimayor, de la Federación Colombiana de Futbol, de las alcaldías y del mismo Gobierno Nacional, recuperar estos espacios de deporte como lo que son: escenarios para compartir, para disfrutar de un espectáculo en compañía de amigos y familiares. Los violentos deben salir de los estadios de manera urgente. ¿Cuesta dinero? Obviamente. Se debe judicializar a los violentos, se deben implementar sistemas biométricos que prohíban nuevamente su ingreso a las canchas. No es una quimera, no es un imposible. Inglaterra sufrió con los tristemente célebres Hooligans y los erradicó con mano fuerte de la justicia, con la colaboración de los clubes que se desligaron de esas barras violentas y dejaron de patrocinarles e incluso se llegó a aumentar significativamente el precio de las boletas en las tribunas populares. Pero, sobre todo, se implementaron estrictos controles de seguridad biométrica en los estadios.
El resultado: las canchas inglesas gozan de una de las mejores ligas del planeta con niños, familias y amigos en las tribunas. Los juegos están prácticamente vendidos y los estadios llenos, aun cuando no existe posibilidad matemática de alcanzar el campeonato. ¿Por qué? Porque para un padre de familia siempre será un plan llevar a su pequeño de 5 años al estadio para que se familiarice y quiera los colores locales. En este campeonato no será la gloria, pero cuando llegue, el pequeño amará a su equipo y recordará esas tardes de fútbol en compañía de su viejo. El resultado del partido será lo de menos, se los aseguro.
Por eso es que debemos recuperar los estadios para las familias, para los niños, para los grupos de amigos. Les aseguro, señores presidentes de los equipos de fútbol, que somos muchísimos más que los delincuentes que azotan hoy las tribunas disfrazados de hinchas. Y sí, disfrazados, porque un hincha dista mucho de los que vemos hoy. Inviten niños de los primeros grados de los colegios de su ciudad a estas tribunas cerradas o desocupadas a la luz de los resultados. Hagan alianza con los centros educativos para que en las clases se enseñe a los pequeños el comportamiento ejemplar en las canchas y ellos lo exigirán de sus mayores. Gasten dinero en volver los estadios seguros y libres de violentos y verán cómo sus tribunas se llenan de nuevo. Pero, sobre todo, debemos invertir en enseñar a convivir. Las tribunas no pueden estar segregadas, no podemos expulsar a los hinchas visitantes. No tiene sentido vivir el fútbol así. A convivir se aprende conviviendo.
Por todo lo anterior, con algunos amigos nos dimos cuenta que lo somos hace muchos años y que, casualmente, pertenecemos a equipos y colores muy distintos. Pero no por ello dejamos de ser amigos y decidimos crear Así quiero ir al estadio. Nos reunimos un domingo, tomamos fotos con nuestras camisetas y aquellos que no siguen a nadie vestían con la de la selección Colombia o con una prenda normal. Incluso, jugamos un pequeño partido de fútbol entre todos, con nuestros niños, como lo que somos: amigos. Fue un ejercicio muy sencillo, divertido y por qué no... bonito.
Creamos este proyecto en redes sociales (en pocas horas ha alcanzado a casi 3 millones de personas) invitando a los hinchas a sumarse para mostrar que detrás de una camiseta hay personas, familias, niños, amigos. Que son de equipos contrarios y se siguen queriendo, porque entienden el fútbol como lo que es: el deporte, el juego, más lindo y popular de mundo. Y se han sumado muchos. No estamos ligados a ninguna marca, no nos patrocina nadie. Somos personas reales, amigos reales, hinchas reales. Queremos el fútbol así. Como nuestra mañana de domingo.
¿Utopía?, ¿Imposible? ¿Locura? Borussia Dortmund y Liverpool jugaron los cuartos de final de la Europa League a ida y vuelta en la última semana. En el estadio en Dortmund, (Alemania), mezclados en las tribunas los hinchas de ambos equipos cantaron el “You’ll never walk alone” (nunca caminarás solo) himno del Liverpool. A la vuelta, 8 días después, en Liverpool, las dos hinchadas se encontraron en una calle, frente a un bar... y la volvieron a cantar juntos. Es la canción oficial del Liverpool, pero hay que reconocer que es tremenda canción. No hubo peleas, desmanes, atracos, heridos, muertos. NADA. La noticia fue que Liverpool y Dortmund jugaron el mejor partido en copas europeas de los últimos años. Entonces, sí se puede. Estoy convencido.
Mi papá ya no vive. Mi mamá quiere volver conmigo a un clásico, a ver a su equipo. Y yo quiero llevarla con mi hijo de 5 años, que ahora es azul, a una tribuna como la que ella recuerda. ¿Por qué? Preguntarán algunos. Es sencillo, porque... Así quiero ir al estadio.