El día viernes 28 de marzo de 2019, casi 5 meses después de haber radicado un proyecto ante la alcaldía para construir un megaproyecto turístico, Cafam tiró la toalla y retiró los papeles para la licencia de su proyecto, pero como el Terminator prometió: “I’ll be back”, “Estaré de vuelta”.
El proyecto en verdad era mega, porque, según Cafam, llegaría a las estrellas, incluyendo, entre otras cosas, un observatorio astronómico, un hotel con 134 habitaciones, 24 cabañas, un centro de convenciones para 700 personas y un spa acondicionado con todas las de la ley. Con lo que Cafam no contó fue con la férrea oposición ciudadana, liderada por el Movimiento para la Protección del Territorio, el cual se dedicó a analizar en detalle las falencias del proyecto.
La primera de ellas era, de dónde se iba a sacar Cafam toda el agua que se necesitaría para surtir a los cientos o miles de personas que estarán gozando de todas esas fantasías arquitectónicas e hídricas. La cruda realidad es que en Villa de Leyva hay escasez de agua: el río Cane que surte a medias las necesidades del pueblo ya no da abasto y hay racionamientos de agua cuando el pueblo se abarrota de turistas. En resumen, el agua es un recurso limitado que se usa no solamente para el servicio urbano sino también para la agricultura, ¿de dónde saldría el agua que necesitaría Cafam sin afectar al resto de la población? Allí el alcalde llegaba en su rescate, ofreciendo aguas de un pozo profundo, excavado milagrosamente para las necesidades de Cafam. Sin embargo las quejas del movimiento no se centraban solo en el agua, ¿qué de los desperdicios, la basura, los servicios de alcantarillado, el potencial de contaminación del subsuelo y aguas subterráneas por parte del megaproyecto?
Cafam respondía que todo eso estaba resuelto, que el agua sucia saldría de allí milagrosamente limpia y que no se desperdiciaría ni una gota. Bueno, lo de las basuras era diferente, respondían que ese era un problema de Villa de Leyva y que con Cafam o sin Cafam el problema seguiría, postura poco diplomática que causó mayor animadversión al proyecto, sobre todo sabiendo que Villa de Leyva tiene que pagar para que sus basuras sean enterradas en Tunja. Sin embargo, la alcaldía respondía socarronamente cuando se le pedía dar una posición respecto al proyecto: según ella sí cumplía la norma por lo que había que darles los permisos.
“La norma”. Allí fue cuando los activistas del Movimiento para la Protección del Territorio empezaron a investigar la norma según la cual Cafam tendría derecho a ejecutar este megaproyecto. Lo que encontraron dejó pasmado a todo el mundo. Un alcalde saliente había firmado un 30 de diciembre de 2011 un decreto de forma ilegal por medio del cual se hacía el famoso volteo de tierras, o sea que las tierras de vocación agrícola podrían ser construidas, lo cual fue aprovechado, según dice quienes estudiaron la norma, por el siguiente alcalde para su propio beneficio.
El decreto en cuestión, el 110 de 2011, se había ejecutado ilegalmente, ya que según reportara Blu Radio: “Dicha normatividad otorgó usos de suelo en el municipio de Villa de Leyva a pesar de que el Concejo municipal era el único competente para hacer dicha modificación”, y que además “BLU Radio elevó consulta al Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) al respecto y la respuesta fue que de las 10,3 hectáreas donde se levantaría el proyecto, 7,1 hectáreas (más de la mitad del predio) corresponden uso agrológico 8”. En resumen, el proyecto de Cafam se había aceptado gracias a una norma fraudulenta que debería ser derogada si se fuera a proceder con honestidad y con apego a la ley.
Los activistas también revisaron minuciosamente el terreno en el cual Cafam pensaba construir y encontraron un pequeño bosque de plantas nativas, así como nacimientos de agua y que se trataba de una zona de humedales. En resumidas cuentas, se estaría destruyendo un área de protección y de reforestación para darle paso a un megaproyecto que coparía los servicios públicos de Villa de Leyva, de todos modos al borde del colapso por por la cantidad enorme de turistas que puede llegar a Villa de Leyva en un fin de semana.
Villa de Leyva no había sido ajena a este tipo de invasión por actores que provenientes de afuera pretendían usar el territorio con proyectos perjudiciales, como lo hiciera Ecopetrol cuando quiso establecer en sus afueras una estación de bombeo en el año 2011. Allí también hubo una gran unión ciudadana y Ecopetrol tuvo que irse con su música a otra parte. Algunos de los activistas que participaron en aquella época, como el sociólogo Pedro Cortés y su esposa Teresa Suárez, también participaron en esta movilización, como organizadores y voceros del movimiento, por medio de 15 cacerolazos, tutelas y la recolección de más de 10 mil firmas en contra del proyecto. A ellos se les unieron otros activistas como Hamilton Aguazaco, Diana Montejo, y el abogado José del Carmen Sierra, y cada cual jugó un papel por demás importante en esta pelea de David contra Goliath y con un alcalde que jamás estuvo del lado de sus constituyentes.
Cafam promete volver con mejoras para su proyecto, sin embargo la mejora más grande que le pueden hacer a ese proyecto es llevárselo a otra parte. En el momento en que Cafam hubiera prendido las luces de su proyecto, se hubieran apagado las estrellas, por contaminación lumínica. No era solamente un asunto de aguas, de basuras o de ilegalidad, se trataba de velar por el patrimonio sagrado del valle de Saquencipá, que creámoslo o no también incluye la Vía Láctea.