Soy hipertensa desde hace más de diez años y me tomo la medicación diariamente para mantener controlada la tensión arterial. Estoy afiliada al plan de medicina prepagada de Colmédica, y como a todos los pensionados me descuentan de mi mesada el 12.5% correspondiente a la salud que viene a ser el aporte a la EPS de Colmédica llamada Aliansalud.
Mis drogas para este mal silencioso, como suelen llamarlo, son costosas por lo tanto decidí que iba a pedir los remedios de la tensión a la EPS que es la que está obligada a suministrármelos: Ibersartán de 300 mg y Nebilol de 5 mg, formulados por el cardiólogo de la prepagada.
De acuerdo con las normas, pedí la cita con la médica general y me la dieron casi al mes, después de que ella me revisó y pudo leer la historia clínica que le llevaba de parte de mi cardiólogo de la prepagada, en la cual explicaba los motivos por los cuales debía tomar medicación diaria, y después de hacerme un exámen de rutina, me remitió al médico internista para que evaluara mi enfermedad.
Al pedir las citas médicas en la EPS, hay una modalidad desesperante en quienes atienden por teléfono las solicitudes, que consiste en decirle al usuario cuando llama que no hay “agenda” disponible y que por lo tanto no pueden “agendar” la cita que uno requiere. Y como no hay agenda disponible entonces hay que seguir llamando e insistiendo día tras día hasta que el asesor pueda “agendar” la esperada cita.
Naturalmente este paso de la solicitud de la cita por teléfono, ya que no puede hacerse directamente en la EPS, exige un tiempo mínimo de espera en la línea de 40 minutos durante los cuales uno escucha un mensaje de una grabación que dice todo el tiempo de la espera: “ su llamada es muy importante para nosotros, por favor espere en la línea porque nuestros asesores se encuentran ocupados y en un momento lo atenderemos-
Esa cita se demoró, otro mes con la gran noticia de la cita “agendada” y después de mantener un tono de sumisión ante el asesor del call center, uno se siente agradecido de poder ir al médico especialista y seguir con el proceso de obtener los remedios “gratis” que de antemano se han pagado desde hace muchos años entre cuotas de la prepagada y aportes al plan obligatorio en salud.
Luego hay que volver a la prepagada donde dan las órdenes para solicitar en la droguería en este caso Audifarma, los remedios autorizados finalmente por los médicos, el comité científico, la EPS y hasta la prepagada.
La droguería asignada atiende enfermos con medicinas de alto costo, explica el asesor que uno debe visitar personalmente, y está ubicada en otro extremo diferente al sitio donde uno vive, pero eso no importa, entre más complicado sea el sitio y mas difícil su acceso para ellos es mucho mejor. Porque se trata de no hacer las cosas fáciles para el paciente dándole la atención que se merece, sino por el contrario hacerlo sentir que lo que pide no es un derecho, sino es una dádiva del sistema de salud.
En un local de menos de 40 metros funciona la droguería que suministra las medicinas donde confluyen ancianos, personas de la tercera edad de 60 0 70 años, los acompañantes y jóvenes y adultos en general. Son turnos demorados, hay pocas sillas a disposición de los necesitados y una sola ventanilla para la tercera edad o adultos que es la más demorada.
La actitud de los que despachan los medicamentos es altanera y maleducada. Nos hacen sentir a los que pedimos las drogas que nos están regalando, ellos y la farmacia, los medicamentos y se niegan a una sonrisa, un saludo o un trato respetuoso y digno cuando se les hace algún reclamo para cualquier duda o inconformidad por la cantidad de la droga o el origen del laboratorio o cualquier inquietud que surja durante el largo proceso de entrega.
Se me ha presentado el caso, ya dos veces, en el cual me despachan 28 pastillas para la hipertensión aun cuando la fórmula que envía la EPS especifica que son 30 pastillas para cubrir el mes completo. Entonces, el expendedor dice que dicho laboratorio no vende sino las 28 pastillas y por lo tanto no puede incluir más.
Viene la explicación para el vendedor insistiéndole como paciente en la necesidad de cubrir el mes completo, motivo por el cual debe anexar dos pastillas extras, o brindar el remedio usando otro laboratorio que contenga el total. Esa discusión surge en cada reclamación de los remedios. Como surgen preguntas que nos hacemos los usuarios constantemente ¿Debemos agradecer que nos autoricen las drogas de nuestras enfermedades, especialmente las crónicas, reiniciado trámites cada tres meses para el tal comité científico? La aceptación del médico tratante no es suficiente?
¿Tenemos que esperar más de cuarenta minutos en el teléfono para nos atiendan los asesores para darnos una cita médica? ¿Por qué es obligación presentar los mismos documentos dispendiosos cada tres meses pidiendo nuevas citas con los especialistas y llevando historias, que deben estar en los archivos de la EPS, sobre la misma enfermedad que ya conoce la institución?
Con qué propósito se inventaron la palabra “agendar” para demorar un procedimiento que podría resolverse en una sola llamada telefónica y obliga al paciente a tener que someterse día tras día a más de cuarenta minutos para que le contesten que el médico que uno solicita no tiene agenda? ¿No es nuestro derecho a la salud lo que se pisotea diariamente con este sistema en el cual el paciente tiene que mendigar atención cuando la obligación sería un trato de consideración, agilidad en los procesos, asesoramiento con los documentos, facilidades para la tercera edad, discapacitados y toda la sociedad y agradecimiento de la empresa prestadora de que el paciente este afiliado para brindarle el mejor servicio?
Existen problemas de mayor envergadura pero estos que aparentemente son pequeños van creando una entretejido institucional que conduce a sentir miedo, inseguridad y desprotección en el muy regular sistema de salud al cual obligatoriamente tenemos que estar afiliados pagando mensualidades que descuentan por la derecha a la población sin derecho a una calidad en el servicio.