Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea

Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea

Mientras en Invías en Bogotá se declaraba la caducidad del contrato de Carlos Collins, Natalia Abello se estrenaba con una visita guiada en terreno a veinte periodistas. Iván Gallo estuvo con ella.

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enero 28, 2015
Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea
Foto de Portafolio.com

Lo primero que hizo la ministra de transporte Natalia Abello una vez el Fokker de la Fuerza Aérea se puso en marcha, fue aplicarse gotas nasales para combatir la sinositis que la atormenta desde hace dos meses. El reclinarse unos segundos en la silla y tomar una profunda bocanada de aire, serán uno de los pocos momentos tranquilos que tendrá en la mañana brumosa en la que se inicia el viaje hacia el túnel de La Línea. Soy el veterano de un equipo de veinte periodistas jóvenes  que visitará la obra en el Quindío. La primera escala será Armenia. El objetivo de la invitación periodística estaba claro: mostrarle al país el incumplimiento de la empresa II Centenario del ingeniero Carlos Collins, que dará pie a la decisión de caducar el contrato por parte de Invias.

La ministra va a hacer pausas consecutivas a lo largo del ascenso a la cordillera para entregar nuevos datos dirigidos a solidificar los argumentos de la decisión frente a ésta, una de las más esperadas obras del país, que aliviarán la comunicación entre el occidente y el centro de Colombia, rompiendo la legendaria montaña que une los departamentos de Quindio y Tolima. Seiscientos mil millones de pesos resultaron insuficientes para que II Centenario concluyera la obra pactada dentro de la modalidad de presupuesto cerrado que  introdujo la ministra anterior, Cecilia Álvarez Correa, y que Collins fue uno de los primeros en acogerse. El compromiso pactado era entregar el túnel concluido el 20 de noviembre del 2014.

Puentes que no llevan a ninguna parte. Foto de Portafolio - Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea

Puentes que no llevan a ninguna parte. Foto de Portafolio

En el recorrido constatamos el panorama desolador: un paisaje lleno de inmensos huecos que concluyen en el cielo, puentes que no llevan a ninguna parte, vigas y andamios que se oxidan inapelablemente, y cientos de troncos regados en el suelo que evidencian el daño ecológico que causa una obra de ingeniería de esta magnitud.

Después de media hora de intervenciones de la ministra y de chistes de Gerardo Aristizabal, el jefe de prensa del Vicepresidente Vargas Lleras que la asiste en este recorrido, la comitiva llega a la boca del túnel. Montados en sendas camionetas, los periodistas evidencian el barro gris que hace las veces de asfalto, las múltiples filtraciones de agua que amenazan con devorar la obra, y los pedacitos de granito que constantemente se sueltan del techo. Uno de ellos, justamente, le cayó de lleno en el casco a la ministra, cuando caminaba con dificultad por cuenta de las recias botas de caucho amarillas que llevaba para andar entre el profundo lodazal.

Dentro de la inmensa garganta negra, los cuatro kilómetros que se han excavado se sortean en escasos diez minutos. A un costado de la vía los pocos trabajadores que aún quedan almuerzan  en improvisados comedores. Alguno aprovechaba para dormir entre las piedras, importándole poco la humedad, el frío y la presencia de la funcionaria. En las paredes de roca se ven números, cálculos ingenieriles y hasta el altar de una virgen.

El lodo reemplaza el asfalto. Foto Portafolio. - Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea

El lodo reemplaza el asfalto. Foto Portafolio.

Las camionetas llegan hasta el final del túnel. La ministra se baja nuevamente conservando el equilibrio, y logra asirse a una roca. Una vez se sube en la piedra continúa disparando datos, cifras, cálculos, para reforzar los argumentos que llevaron al gobierno a la drástica decisión de quitarle la obra a Collins. “En los últimos tres meses se ha avanzado tan sólo en un 1%,  a ese paso esta obra se terminaría en cinco años”, informa Natalia Abello, frente a  la  atenta mirada de Ernesto Correa, el joven director Técnico de Invias, a quien no le ha importado entregarle sus zapatos al barro,  y de Gerardo Aristizabal quien desde una camioneta pide botas de caucho talla 39 para evitar enlodarse.

Afuera el aire está límpido y casi puro. La vegetación todavía se resiste a morir. De la nada ha aparecido una tarima, un toldo y veinte sillas rimax. Frente al túnel se improvisará una rueda de prensa. La ministra habla, alguien interviene, Aristizábal suelta otro de sus inagotables chascarrillos y con la docilidad de los veinte años los reporteros, obedientes, se van metiendo en el bus.

Súbitamente el ambiente se vuelve tenso. De una casita de madera al lado del camino salen tres trabajadores a increpar a la ministra sobre la suerte que tendrán  las mil personas que se quedarán sin empleo a partir del día siguiente, cuando la empresa en la que trabajan quede  por fuera de la obra. Insisten en que se ha avanzado más de lo que el gobierno quiere aceptar y que bastaría ver el trabajo del túnel en el tramo del Tolima, para darle un tiempo prudencial a Collins. El argumento lo refuerzan con fotos que a nadie le interesa mirar.

La boca del túnel. Foto de Portafolio - Así fue el viaje de la ministra Abello al túnel de La Línea

La boca del túnel. Foto de Portafolio

La visita le ha servido a la ministra para desplegar ante los medios el incumplimiento del contratista. 400 mil millones de pesos más le costará al país ésta obra vital. El sueño de ir desde Bogotá a Armenia en 5 horas no podrá verse este año, ni el otro. Empezará una larga disputa de demandas y contrademandas, de licitaciones y adjudicaciones. Pasará por lo menos un lustro antes de que los autos pasen por el corazón de la montaña.

En el vuelo de regreso, imperturbable ante la fuerte turbulencia, la ministra sigue conversando con los funcionarios del Invías. Sus ojos, hinchados por el cansancio y la sinusitis, se concentran en un plano desplegado sobre la mesa. Nada le quita la concentración, ni siquiera la tormenta que sacude al avión como si fuera un juguete en las manos de un niño, porque seguramente estará desde ya armándose de argumentos para soportar el bombardeo de preguntas con las que deberá enfrentar a los medios y a la opinión pública. Los interrogantes sobre el futuro del túnel de La Linea con los que tomamos el avión a las 8am regresan, después de 7 horas de viaje, intactos.

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