Asistimos al concierto de despedida del cantante Vicente Fernández, el gran ídolo de la canción mexicana. Desde tempranas horas de la mañana comenzó su fanaticada a hacer largas colas para ingresar en la plaza de la Cabaña. La mayoría pertenecientes a las clases populares que son sus verdaderos incondicionales. Asistieron miles y miles, era un río humano que se desbordaba por todo el centro de la ciudad de Guadalajara.
Cuando Vicente está a punto de cumplir 80 años y 50 años de vida artística (ganador de varios premios Grammy y gran campeón con más de 75 millones de copias vendidas en todo el mundo) su estado de salud es preocupante y es por ello que él junto a sus representante y Sony Music han decidido realizar este concierto gratuito a manera de adiós definitivo de los escenarios. Vicente Fernández es el icono o símbolo de la cultura ranchera tanto a nivel nacional como internacional. Todos sabemos que igualmente en Colombia cuenta con una inmensa popularidad quizás mayor que en el propio México.
Foto: Carlos de Urabá
Aunque el desea seguir cantando todo apunta a que este concierto será su retiro definitivo. Nos tememos que le ha llegado la hora del descanso del guerrero. Vicente Fernández hizo su presentación vestido con el clásico traje de charro tapatío y muy emocionado declaró que hace tiempo que quería reencontrarse con su pueblo y que echaba de menos su cariño y calor humano. Entonces, se le vinieron las lágrimas. Su fanaticada rendida ante su presencia frenética lo premió con un huracán de aplausos: ¡Chente! ¡Chente!
Con voz templada el charrote de Huentitán, acompañado por cuatro grupos de mariachis, se marcó uno de sus más grandes éxitos Mujeres divinas, que apenas se escuchó ya que fue eclipsado por el griterío y los aplausos. Y de ahí en adelante continuó interpretando durante casi una hora parte de su histórico repertorio: Lastima que seas ajena, El último beso, Si acaso vuelves, El rey, La derrota, Que te vaya bonito, Estos celos, Me voy a quitar del medio, Hermoso cariño, Que de raro tiene, Volver, volver o Por tu maldito amor... El público completamente entregado tarareó todas sus canciones demostrando así su fidelidad hasta la muerte con su ídolo. Cuando ya caía la noche Vicente hizo un último paseíllo por el escenario: se puso su sombrero de charro, brindó con una copa de tequila y haciendo una larga inclinación de cabeza dio por concluido el espectáculo. A partir de ese instante ahora ya entra en el Olimpo mitológico junto a sus eternos compañeros Javier Solís, Pedro Infante, Jorge Negrete o Antonio Aguilar.
Foto: Carlos de Urabá
