Fue por orden del presidente Juan Manuel Santos que empezó la investigación contra Alex Saab. Santos tenía información de que el barranquillero que hacía negocios con Venezuela, estaba lavando dinero para el gobierno de Nicolás Maduro, delito por el que hace un par de días fue declarado inocente por un juez de Barranquilla.
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Pero las investigaciones contra Saab no venían desde 2017, cuando Santos dio la orden sino desde 2011, desde que Estados Unidos entregó un listado de personas que estaban financiado el terrorismo internacional.
La investigación que arrancó con fuerza con la orden dada por Santos la llamaron Caso Carnaval por la ciudad de origen de hasta ese momento empresario Alex Saab. El entonces director de la Dijin, general Jorge Luis Vargas —Hoy en retiro y quien cuenta esta captura en su libro Así fue, editado por Penguin Random House— fue quien organizó el equipo de investigadores, que se pusieron en la tarea de rastrear las operaciones financieras del Barranquillero, como contratista del gobierno venezolano e imagen de gran empresario en Colombia.
El general Vargas se unió con los analistas de la Fiscalía y entre los dos equipos empezaron a halar la pita para desenredar el rompecabezas de Saab y su íntima relación con Nicolás Maduro. A los equipos también se unieron la DEA y la Policía fiscal y aduanera. Sumaron también a expertos contadores públicos y analistas de datos externos que abrieron aún más el panorama de investigación, quienes encontraron lo que otros no habían visto.
Las investigaciones demostraron que entre 2015 y 2017 Saab y su familia habían salido y entrado frecuentemente a Estados Unidos, República Dominicana, España, Panamá y Aruba. Lo extraño es que las investigaciones también mostraron que viajaba a Francia e Italia en aviones privados y que usaba aquellos países para hacer tránsito a Venezuela, poco lo hacía desde Colombia.
La vinculación con el gobierno de Nicolás Maduro la encontraron en las contrataciones que tenia Saab con el gobierno venezolano para poner a funcionar los Clap, un subsidio de comida que les daba el gobierno de Venezuela a sus ciudadanos, pero que al parecer, según una fuente de las investigaciones, era una de las rutas por donde se estarían lavando grandes cantidades de dinero con conocimiento del presidente venezolano.
Los rastreos a las empresas que hacían parte de los Clap se lograron identificar otras tantas que se manejaban desde Bogotá, Venezuela y Suiza, varias de ellas las manejaba el mismísimo Alex Saab, según lo narra el general Vargas en su libro. Los ojos de muchos uniformados incognitos empezaron a seguirle los pasos a Saab. Fue cuando encontraron su mansión en Barranquilla, una de las casas más costosas de la ciudad y cuando le encontraron hasta avión privado. También le encontraron un lujoso apartamento en Paris, cerca de la Torre Eiffel y un carro Bentley para moverse por la capital francesa.
Después de cruzar toda la información recolectada y analizados los miles datos hallados la orden de captura contra Alex Saab se dio en 2018 por el delito de lavados de activos, cuando se estaban preparando para cogerlo en Barranquilla salió volado en su avión privado con rumbo desconocido. Un policía soplón le avisó al barranquillero que iban detrás de él. Dos años después fue cuando se dio su captura en Cavo Verde, África, donde duró año y medio detenido, antes de ser extraditado a Estados Unidos, de donde fue puesto en libertad en medio de un intercambio con Nicolás Maduro. A cambio de Alex Saab, Venezuela le entregó a Estados Unidos 10 estadounidenses presos y al contratista Fat Leonard, quien es el protagonista de uno de los peores escándalos de corrupción de la Marina de Estados Unidos.
Tras la salida de la cárcel, Saab fue recibido como un héroe en Venezuela y desde ese momento empezaron las movidas de sus abogados para sacarlo de todos los líos judiciales que tiene en Colombia y otras partes del mundo. Parece que las investigaciones en su contra que llevaban en total más de 7 años y que arrojaron cientos de pruebas no fueron suficientes para el juez que lo acaba de declarar inocente.