Así fue como las viejas dinastías del Magdalena terminaron dejando el poder

Así fue como las viejas dinastías del Magdalena terminaron dejando el poder

Durante mucho tiempo los Dávila, los Vives, los Pinedo y los Díaz Granados dominaron el departamento. Sin embargo, esos días ya acabaron

Por: Alvaro Andrés Cotes Córdoba
noviembre 14, 2019
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Así fue como las viejas dinastías del Magdalena terminaron dejando el poder
Foto: Felipe Restrepo Acosta - CC BY-SA 4.0

Desde que comenzaron las elecciones populares en el Magdalena los primeros en dejar el poder fueron los Dávila, los cuales alcanzaron a llegar a la gobernación con José Domingo Chelo Dávila, quien también intentó conquistar la alcaldía de Santa Marta. Sin embargo, un viejo zorro en la política, el exsenador José Ignacio "Nacho" Vives, lo derrotó con apenas 13 votos de diferencia.

Para ese entonces, la gobernación de Magdalena y la alcaldía de Santa Marta eran disputadas por los mismos de siempre: los Dávila, los Vives, los Pinedo y los Díaz Granados. Esta última familia, con una nueva generación, retornó a la disputa del poder en el Magdalena tras varios años de ausencia, desde cuando José Ignacio Díaz Granados Alzamora, el segundo miembro de esa dinastía en llegar a ser gobernador, y José Ignacio Díaz Granados Morales, el primer gobernador de esa estirpe en los años de 1873 a 1885, dejaron de existir.

Entre la nueva generación de los Díaz Granados que se abrió paso para volver a poner a la familia a disputar el poder en el Magdalena con las otras dinastías tradicionales se encontraba Sergio Díaz Granados, excongresista y ministro de Industria, Comercio y Turismo, y Juan Pablo Díaz Granados Pinedo, quien fue elegido después alcalde de Santa Marta. De la misma manera, Eduardo Díaz Granados, elegido representante de la Cámara.

La reaparición de los Díaz Granados coincidió con la desaparición del poder de los Dávila, familia que pagó con creces su precio por pactar acuerdos con los paramilitares. Y por eso se le facilitó más su retiro de la política en busca del poder en el Magdalena.

La segunda familia tradicional que dejó de aspirar el poder por su desgaste, escándalos y fallecimiento de uno de los más emblemáticos miembros (como lo fue Edgardo Plutarco) fue la Vives Campo, la cual se mantuvo por muchos años ocupando los importantes cargos en la gobernación de Magdalena y la alcaldía de Santa Marta.

Los Vives montaron alcaldes, gobernadores, representantes y hasta senadores por un buen tiempo e incluso repitieron como en el caso de Edgardo Vives Campo, quien fue dos veces alcalde y gobernador. Así mismo, con Alfonso Vives Campo lograron la primera alcaldía por elección popular, cuando la familia se hallaba en su pleno apogeo político. No obstante, el desgaste por su presencia constante en la política y los escándalos de la parapolítica también le cobraron precio con creces a esa estirpe del Magdalena y por eso le ha sido muy difícil retornar al poder.

Los Pinedo, en cabeza de Miguel Pinedo Vidal, junto con los Gnecco, fueron dos de las pocas familias que llegaron al Magdalena a pelearle el poder a las ancestrales dinastías que gobernaban en este territorio desde hacía casi 200 años. Miguel Pinedo llegó a ser elegido senador varias veces y también fue gobernador, mientras que de los Gnecco, más que todo Hugo Gnecco Arregocés, fue dos veces alcalde de Santa Marta, aunque no terminó esas dos administraciones por problemas con la justicia.

Ambas familias no duraron mucho tiempo en la disputa de los poderes en el Magdalena y su paso por ellos fue muy rápido en comparación con las ya nombradas. Sin embargo, mientras que los Dávila, Vives, Pinedo y Gnecco, desaparecían, la nueva generación de los Díaz Granados se acentuaba cada vez más, pero con un perfil más bajo y los Cotes, una de las ancestrales dinastías más antigua del departamento, con gobernantes desde los primeros inicios de la ciudad y el Magdalena, volvía para quedarse con dos generaciones a la vez.

A los Díaz Granados y los Cotes, sin embargo, a pesar de incursionar de nuevo con triunfos en la política del Magdalena, consolidándose en una especie de reinado, les tocó enfrentarse al final con un fenómeno político surgido hace 8 años del único claustro superior público del departamento, cuando ya llevaban casi 12 años gozando del poder.

El clan Cotes empezó de nuevo su periplo en el poder, después de más de un siglo, inicialmente con un miembro de la familia muy cercano, el esposo de Rosa Cotes, es decir, José Francisco "Chico Zúñiga, a quien lanzaron a la alcaldía de Santa Marta. Chico venía de ejercer una muy buena labor en la extinta empresa telefónica, Telesantamarta, a la cual había recuperado y posesionado como una de las mejores empresas públicas de la ciudad. Esa gestión y una loable campaña política fueron suficientes para que los samarios se volcaran en masa a votar por él. No obstante, su administración no terminó como se esperaba, por cuanto también resultó salpicada de la parapolítica y fue condenado e inhabilitado a volver aspirar por muchos años.

Pero la familia Cotes no se amilanó por ese primer tropiezo que empezaría, supuestamente, a restarles votos y volvieron a aspirar a uno de los dos poderes, en esa ocasión a la gobernación, con un miembro bastante fresco y quien ya había sido elegido Diputado, constituyéndose en el más joven diputado electo, es decir, Luis Miguel "el Mello" Cotes. El Mello ganó la gobernación, convirtiéndose en el gobernador más joven y aunque logró culminar su período, no pudo salir ileso de denuncias en contra, sobre todo por uno de los casos más sonados y el cual todavía lo persigue como un karma: el contrato de la Vía de La Prosperidad.

Tras terminar su administración, los Cotes repitieron en su aspiración de quedarse con la gobernación y por eso lanzaron a otro miembro de la familia, en esa ocasión a Rosa Cotes, esposa de Chico Zúñiga y tía del Mello. Aquí, en esta etapa reciente de la política del Magdalena, un fenómeno político había comenzado a germinar. Era Carlos Caicedo, exrector de la Universidad del Magdalena y quien sorpresiva e inesperadamente, había salido elegido Alcalde de la ciudad.

Al principio, los Cotes no lo vieron como una piedra en el zapato, porque ellos seguían en un poder, el de la gobernación y Caicedo en el de la Alcaldía, algo normal en la historia político administrativa del departamento, ya que nunca nadie había logrado obtener los dos máximos poderes. Siempre el político que ganaba la alcaldía era de un grupo diferente del que ganaba la gobernación y viceversa.

Los Cotes continuaron con mantenerse en la gobernación y por eso volvieron a reelegirse y para ello lanzaron a la que sería la primera mujer elegida por votos en el Magdalena. Nos referimos a Rosa Cotes, tía del Mello y hermana del papá de quien recibiría la administración de la gobernación. Hasta ahí los Cotes no solo hacían historia en la política del Magdalena, sino que también venían sentando las bases de lo que se convertiría después en un bumerang para ellos: el fastidio que produce la perpetuidad de un gobernante entre los gobernados.

La segunda aspiración del Mello a la gobernación rebasó la copa de la tolerancia, pues el hecho de que el sobrino le entregó el poder a su tía y ahora ella se lo iba a devolver a él si volvía a salir electo envió un mensaje negativo a todo el mundo, que hizo recordar los antiquísimos reinos del viejo mundo, en donde los poderes se heredaban en la familia. Eso y una estrategia comunicativa de su inmediato contrincante, quien era nadie menos que Carlos Caicedo, el profesor que había sido alcalde y había puesto otro de modo inmediato, ayudaron para que el pueblo del Magdalena se rebelara por primera vez en la historia y votaran masivamente por el que osadamente había retado a los Cotes en esta última vez.

Fue el fin político de una de las familias más encumbradas y ancestrales del departamento. Y el resultado no solo sacó del poder a los Cotes, también trajo su daño colateral: afectó aún más a la otra familia sobreviviente, los Díaz Granados, quienes todavía se mantienen aferrados a una mina que le podría seguir dando algún poder: Corpamag.

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