Así evolucionó el punk en Colombia: “tirado estás vos, estoy yo y estamos todos”

Así evolucionó el punk en Colombia: “tirado estás vos, estoy yo y estamos todos”

El pogo, los toques y los ensayaderos se convirtieron en escenarios de desahogo: estar presente era una posibilidad de lucha y despojo del resentimiento social

Por: Alejandro Sánchez Rondón
marzo 07, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Así evolucionó el punk en Colombia: “tirado estás vos, estoy yo y estamos todos”
Foto: Fotograma Rodrigo D. No Futuro

Estudié en la universidad pública. Allí es costumbre organizar eventos musicales gratuitos al concluir la semana, primero para ofrecer opciones de entretenimiento a sus escuálidos estudiantes y segundo para darle la oportunidad a los artistas subterráneos de conseguir seguidores. Cierto viernes, cuando disfrutaba de un toque rockero en medio de una jornada cultural organizada por colectivos de estudiantes, escuché una canción que me llamó mucho la atención por su particular letra:

Ramera de barrio, no sos de mi parche,

Que feo que huelen

Tus perfumes varios,

La boca te huele

Casi a mortecina,

Tus tetas caídas

A nadieeee....te quiere

Rararararara

(Meneses, 1990).

Tenía la certeza de haberla escuchado antes en alguna parte, pero no conseguía recordar dónde. Luego de ciertas averiguaciones con algunos compañeros conocedores del tema, por fin obtuve respuesta: se trataba de un clásico del punk colombiano, Ramera de Barrio, interpretada por una banda llamada Mutantex. Aquel momento quedó olvidado hasta cuando observé un largometraje nacional de comienzos de los años 90, donde en una escena se presentaba dicha canción. Sin embargo, una vez más la letra escandalosa de esta canción se perdió en el baúl de mis recuerdos curiosos sin que en el momento prestara atención a lo que significaba, pues jamás me interesó saber la realidad social que estaba detrás de dichas líneas y por consiguiente de dicha película.

Años después, asistí al seminario taller sobre la realidad social llamado Las identidades juveniles y vivencias de los jóvenes en la ciudad: realización y dirección de cine con actores naturales, dictado por Víctor Gaviria. Al comienzo, mi postura ante este evento académico estuvo sujeta a prejuicios derivados de las muchas discusiones que las películas de este director generaban, tipo “ahí solo muestran gamines que hablan con groserías”. Sin embargo, al escuchar su presentación, las cosas adquirieron otro sentido. Las descripciones acerca de sus trabajos y las posibilidades que estos aportan para el análisis de realidades sociales presentes en nuestro país fueron realmente impactantes para mí.

Al respecto afirmaba Gaviria en el 2003 lo siguiente: “El lenguaje de la calle es un lenguaje de guerra que designa muy bien este mundo... Algunos espectadores —claro— se cansan de oír las palabras 'gonorrea', 'hijueputa', 'faltón', 'malparido'. Pero es más sencillo no ver una película o irritarse por la palabra 'gonorrea' que admitir que para muchos la vida es literalmente una gonorrea”.

Años atrás había visto el primer largometraje de este director, Rodrigo D. No Futuro. Debo decir que lo vi pero no lo observé, simplemente me fijé en la letra de una canción que me parecía curiosa. No me generó más que algunas risas y disgustos. Sin embargo, cuando Víctor Gaviria presentó su opera prima, develó una realidad social que muchos conocemos, pero que pretendemos esconder debajo de la alfombra de nuestra conciencia: la exclusión, la pobreza, la desesperanza, entre otros. Los jóvenes No – Futuro no son más que víctimas de un modelo social, cultural y económico que los ha marginado de la promesa de progreso engendrada en la modernidad. “Se trataba de una juventud sin educación, sin salud, sin trabajo y sin opciones de vida digna, que por eso mismo despreciaba su patria y su historia y era incrédula frente a la política tradicional, el Estado, sus instituciones y propuestas de cambio” (Restrepo A. , 2005, pág. 16).

Paso los días madrugando

Y luego en las noches trasnochando

Esto no lo aguanta ni el verraco

Que tortura estar estudiando

¡No más clases!

Cinco años llevo en la primaria

Otros más llevo en la secundaria

Cinco más en la universidad

Y listo para salir a vagar”

¡No más clases!

¡No más clases!

(Meneses, 1990).

Cabe anotar que el término “no futuro” es acuñado para referirse precisamente a estas comunidades propias de los barrios periféricos de Medellín, no obstante está lejos de figurar únicamente en dicha ciudad, pues los no futuro pueden encontrarse en la mayor parte de los centros urbanos de nuestro país y son los que no encuentran sentido a un sistema educativo que reproduce las condiciones sociales desfavorables en las que viven y las que denuncian por medio de las canciones de rock. Son entonces jóvenes, como lo decía Alonso Salazar, que crecieron en ambientes hostiles de violencia, que están condenados desde su nacimiento y les son mutiladas sus esperanzas del mañana. En últimas, “no nacieron pa’ semilla” (Salazar, 1991).

Con base en mi experiencia personal con este director y teniendo en cuenta que la cultura es un escenario de conflicto y resistencia al interior de un grupo social, que a su vez se ve influenciado por unas estructuras económicas y de poder determinadas, considero importante realizar una aproximación a las propuestas contraculturales que presenta, específicamente las existentes en la película Rodrigo D. No futuro, pues representan voces muchas veces no escuchadas, voces que fácilmente pueden ser las nuestras y que forman el otro lado de un espejo que nadie quiere ver. Según mi consideración, esta cinta permite realizar múltiples análisis sociales, en la medida en que se sitúa en un contexto bien delimitado, denominado por Gaviria como un universo en el que los personajes viven y se conforman. Un contexto que a su vez determina la realidad social, que no es más que una construcción histórica plasmada en los personajes que circulan a través de él.

Génesis del punk

El punk como género musical nació en las calles de Londres en los años 70 como medio de protesta de una generación de jóvenes que vivieron la decadencia de una sociedad denominada por muchos perfecta y por otros como basura. Esos “otros” encontraron en el punk la mejor vía para hacer circular sus pensamientos y derribar consigo la idea de un progreso que evidentemente nunca iba a llegar. La modernidad fue entonces cuestionada por jóvenes con vestimentas extrañas, música escandalosa y letras desafiantes. “El punk sintetiza el ruido urbano, se mimetiza en el asfalto, en las calles, reproduciendo con el cuerpo y la música el salvajismo de la ciudad y la crisis social” (Restrepo A., 2005, pág. 12).

De igual forma, el punk se consolidó como espacio de protesta ante las tendencias que abrazaban al rock en general a finales de los 60. Este había sido absorbido por el sistema económico, generando una industria compleja que involucraba desde la composición de las canciones, hasta la distribución de las producciones. Los sonidos suaves y estilizados fueron por mucho tiempo las principales preocupaciones de los rockeros tradicionales, no cualquiera podía hacer una buena canción de rock, para ello era necesario tener bastantes estudios musicales. Pese a esto, el punk rompió estas tendencias excluyentes del rock tradicional. Si bien retomó sus bases fundamentales de armonía e instrumentos, le inyectó una fuerte esencia cotidiana, al involucrar distorsiones palabras populares y voces que provenían de personas que en nada se coincidían con lo que anteriormente se entendía por cantantes. “El punk nació como un proyecto de emancipación individual con perspectivas hacia un cambio social, revivió el sentimiento de lucha moderna asumiendo la política como un medio para producir la transformación de lo social” (Restrepo A., 2005, pág. 12).

Al mismo tiempo, la música simplificada y de incipiente elaboración fue acompañada de una serie de costumbres que giran en torno a lo estético, vestuario, accesorios y discursos fueron las nuevas formas de asumir e interpretar el mundo en el que se vive. “En ese sentido se puede afirmar que el rock no se reduce a lo meramente musical, sino que además comprende un conjunto de prácticas, productos, redes, espacios institucionales, escenarios de interacción, consumos, sensibilidades y representaciones al interior que se configura en lo que podríamos denominar una cultura rock” (Gutiérrez, 2010, pág. 30).

Si me hago

en una

esquina

es segura

encanada

donde quiera que me hago

hay estúpidas miradas

donde quiera que me hago

hay estúpidas miradas

y los tombos

no consienten

ni un minuto

verme mas

me quieren

pescar

pescar

(Pestes, 1990)

Los alcances del punk en el escenario mundial fueron bastante significativos en la medida en que su manera de manifestar su rechazo hacia el sistema a partir de la cultura rock consiguió enlaces con otras formas de protesta tales como las artes plásticas, los movimientos de ocupación y posiciones ideológicas como el anarquismo. Lo anterior le brindó la posibilidad de surgir como expresión política más allá de las fronteras de Reino Unido. “El punk moviliza sentimientos de vida y actitudes frente al mundo que se han relacionado y son en parte la continuidad vital de expresiones contestatarias, artísticas y políticas que han surgido para abogar por la libertad del ser humano” (Restrepo A. , 2005, pág. 12).

Medellín, el universo no futuro

El punk llegó a la ciudad de Medellín como la mayoría de tendencias, proveniente de los principales centros industrializados del mundo. Algunos jóvenes de élite que viajaron a Londres y Estados Unidos observaron esta cultura musical y trajeron consigo algunas costumbres y trabajos discográficos que rápidamente se reprodujeron de manera artesanal en los círculos de las principales ciudades del país ayudados por los diferentes medios de comunicación. No obstante, las problemáticas de fondo denunciadas por el punk no tenían gran cabida en estos jóvenes que sin lugar a dudas no las vivían de manera directa.

Fueron los sectores populares donde el punk encontró el nido adecuado para su desenvolvimiento, pues era una herramienta adecuada para el desahogo de miles de jóvenes afectados por los círculos de violencia que por aquel entonces se tomaban la ciudad de Medellín, producto de la proliferación del narcotráfico. Sin duda era una época difícil para la sociedad tradicional, los valores sociales provenientes de la modernidad, eran anteriormente transmitidos por el núcleo familiar y entraban en seria decadencia, producto de las condiciones socioeconómicas desfavorables y la cultura del dinero fácil a todo coste, “No hay modelos y si los hay son malignos e indeseables, estos niños no marchan hacia ninguna parte” (Ospina, 1998).

Toda la gente de por aquí

Nunca está lista para morir

No te perdonan que actúes mal

Para poderte ¡descuartizar!

Nunca triunfé

Yo siempre perdí

Y Sin Embargo sobreviví

Siempre nacido para perder

Y hasta mi muerte ¡He de Perder!”

(Pestes, 1990)

El contexto colombiano de los años ochenta consolidó el universo donde el punk se engendraría de la mejor forma. Por un lado la desregularización estatal y la eliminación de cientos de empleos públicos, generó una crisis económica de grandes magnitudes, además la violencia política de las zonas rurales, fomento el desplazamiento hacia los centros urbanos, sin que estos contaran con las condiciones básicas para su recibimiento, ocupando así zonas periféricas poseedoras de problemáticas que el Estado ignoraba conscientemente o intentaba reducir con el brazo implacable de la represión, los asesinatos y el crimen. En dichas zonas surgieron los jóvenes No – Futuro, jóvenes que “no viven el contraste normal de la infancia entre el comienzo y el fin, la idea de una maduración, de un crecimiento. . . La vida va deprisa, no hay infancia porque no hay futuro, porque estos niños probablemente no llegarán a ser adultos jamás. Entonces el mundo se inventa esa mascarada perturbadora y cruel, obligados a vivir en unos pocos años todo el vértigo de una vida entera” (Ospina, 1998).

La modernidad no existió para aquellos jóvenes que vivieron directa e indirectamente el conflicto y sus condiciones económicas en una ciudad que siempre les dio la espalda. La delincuencia fue para muchos la única opción de sobresalir en una selva hostil donde las oportunidades no se presentaban a menudo. “Tienen que ser adultos desde el primer día, y no precisamente adultos inscritos en un orden mental, en unas pautas de civilización: más bien adultos astutos y combativos, enfrentados sin tregua entre sí, condenados de partida a un fin temprano y cruel” (Ospina, 1998). Por ello es común encontrarse con letras directas que expresan ese descontento:

Como me calmo yo,

Todo rechazo.

Ya no consigo más satisfacción...

Ya ni con drogas, ni con alcohol,

Ya no consigo ninguna reacción...

Como me calmo yo,

Ya no consigo ninguna reacción...

Oh, no, no, no.

(Pistols, 1990)

La contracultura punk

El punk y su contribución a la formación de los jóvenes de los sectores populares de la ciudad de Medellín como sujetos conscientes de su posición en un sistema al que no quieren pertenecer es clave para entenderlo como base fundamental de la contracultura. “La cultura como lugar de negociación, conflicto, innovación y resistencia, siempre en el marco de relaciones sociales pautadas por un poder de veleidades hegemónicas. De pronto, ese poder se las tenía que ver con una nueva dimensión de lo cultural. Una dimensión que, un tanto inorgánicamente y con otra acepción de lo político, cuestionaba y confrontaba al poder” (Gutierrez, 2010, pág. 11).

Y es que el punk como movimiento cultural en la ciudad de Medellín es muestra de la manera en que los jóvenes perciben su entorno y las propuestas que tienen para cambiarlo. Las canciones son fácilmente documentales de la situación que debían enfrentar día a día quienes se oponían a caer en los tentáculos de la delincuencia producidos por el narcotráfico y los grupos armados que imponen su ley donde el estado jamás asoma. “La forma en que se estructuran las letras de las canciones demuestra la manera en la que se percibe el orden social, la política, la vida. Las letras, así como su estética, su simbología y su arte se vuelven testimonios, fuentes para leer la historia” (Andrea, 2005, pág. 10).

Caminando por las calles sin saber a dónde voy

Sin angustias ni problemas

Libre del sistema estoy.

El sistema nos aliena y nos quiere consumir

Con promesas, con dinero

Y ambición nos llenarán

Dinero... angustias

Dinero... problemas

Dinero... sistema

Soy producto del sistema que se quiere rebelar

Y mostrarle a todo el mundo cuál es nuestra realidad.

(Pestes, 1990)

Es la oposición al statu quo originada en los sectores populares a partir del rock y con fuerte presencia de la juventud. “Expresiones musicales y culturales como el punk y el metal ofrecieron opciones y refugios de vida para aquellos jóvenes que no quisieron involucrarse directamente con el sicariato y prefirieron afianzar sus vidas con expresiones contraculturales” (Restrepo A., 2005). Sin embargo, tal y como lo presenta la película, muchos no consiguieron alejarse y protestar contra la realidad social en la que tenían que vivir.

Nuestro dios es el dinero

Y sin él el hambre está,

Toca que antes te asesinen sin poderlo disfrutar

Lo deseas, lo acaricias y por él la vida das

El sistema lo ha creado

Y tú lo conservarás

Dinero... angustias

Dinero... problemas

Dinero... sistema.

(Pestes, 1990)

En la ciudad de Medellín, al igual que en otras regiones del país, se reforzó la existencia de dos ejes sobre los cuales giró la exclusión, por un lado el centro elitista, que alberga a los ricos y dueños del poder, y la periferia que alberga la pobreza. La violencia, la delincuencia y la zozobra eran los comunes denominadores, por consiguiente, la cultura rock “se presenta como una estrategia social de inclusión de las culturas juveniles que habitan la ciudad, que alcanza el éxito allí donde la política fracasa y se torna eficaz cuando escapa de los artilugios de mercantilización de la vida y la cultura” (Gutiérrez, 2010, pág. 38). “La cultura rock se afinca en las actividades cotidianas y las producciones de jóvenes que reinventan esta cultura musical bajo condiciones por ellos mismos creadas, muchas veces en posiciones de subalternidad, formando sellos comunitarios y productoras propias, auto-gestionando sus presentaciones artísticas, buscando medios alternativos de difusión, editando discos independientes, recreando modos de socializar el encuentro a través de la música” (Gutiérrez, 2010, pág. 38).

“Esta forma de poblamiento se caracterizó por el desamparo estatal en todas sus formas y por la continua lucha por la apropiación, la organización y la transformación del espacio para adquirir las mínimas condiciones de vida. Se inició con la guerra de ocupación, la construcción de la casa y el reconocimiento como barrio para gestionar los servicios públicos. La población fue así objeto de una doble exclusión: la que tuvo que afrontar en el campo a raíz del conflicto social y la que afrontó al llegar a la ciudad. Las dos han sido mediadas por la violencia en que se han enmarcado estos procesos” (Andrea, 2005, págs. 20, 21).

De esta manera, el pogo, los toques, las reuniones, los ensayaderos fueron escenarios de desahogo, estar presentes era una posibilidad de lucha y de despojo del resentimiento social, pegarse, saltar, gritar son cosas que comúnmente no se hacen por temor a parecer locos, no obstante, en este tipo de escenarios es admitido por la sociedad. Los jóvenes no futuro que se apropiaron del punk, fueron seres que se la jugaron por la subsistencia desde la cultura musical. Se adaptaron a las circunstancias y a la posibilidad de vivir, y generaron círculos de resistencia por medio del rock, la libertad fue desde siempre su anhelo y las letras de las canciones su vehículo.

La reacción te espera

y todo te desespera:

te echan del trabajo, sales del carril

ya tienes el cáncer que te da la vida,

te da una venérea nada te funciona,

te cantan los tombos: pobre porquería.

Toma mi consejo y hallarás salida:

no te desanimes matate

no te desanimes ¡matate!

(Mutantex, No te desanimes, matate, 1990)

 

Referencias

Andrea, R. R. (2005). Una lectura de lo real a través del punk. Historia Crítica.

Gutierrez, E. (2010). Rock del país - Estudios Culturales De Rock En Argentina. Jujuy: Universidad Nacional De Jujuy l.

Meneses, R. (1990). No Más Clases [Grabado por Mutantex]. Medellín, Antioquia, Colombia.

Mutantex. (1990). No te desanimes, matate. Medellín, Colombia.

Ospina, W. (Mayo de 1998). "La Vendedora De Rosas". Cambio.

Pestes (1990). Dinero [Grabado por Mutantex]. Medellín, Antioquia, Colombia.

Pestes. (1990). Estúpidas Miradas. Rodrigo D. No Futuro. Medellín, Colombia.

Pistols, S. (1990). Sin Reacción [Grabado por Mutantex]. Medellín, Antioquia, Colombia.

Restrepo, A. (2005). Una lectura de lo real a través del punk. Historia Crítica.

Restrepo, A. (2005). Una lectura de lo real a través del punk. Historia Crítica.

Salazar, A. (1991). No nacimos pa´semilla. Bogotá: CINEP.

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