Mompox está en el centro de lo que llaman los geólogos "la depresión momposina", todo lo contrario a lo que se siente cuando se viven sus calles, este punto en el entorno de las ciénagas del río Magdalena en la parte baja de su recorrido hacia el mar se convierte hoy en el tema de conversación de muchos que quieren descubrir lo que otros ya hicieron al visitarla.
Aquí se explican por sí solas las palabras que por años repetimos sin sentido y que simplemente con un golpe de ojo se traducen sin hablar.
Está, por ejemplo, la Bonga más grande que muchos hayan visto, un inmenso árbol dentro de una casa centenaria que funciona como hotel donde algunos entienden de qué estaba hecha la piragua de Guillermo Cubillos, un individuo convertido en leyenda y que surcaba con sus bogas, los que reman con la piel color "majagua" o sea ni negra, ni mestiza, el Río Magdalena desde el Banco hasta llegar a las "playas de amor" en Chimuchagua.
La letra de esta canción que inmortalizó a José Barros se escucha como un himno a susurros por las calles ardientes de esta isla dentro del continente rodeada en sus cuatro puntos cardinales por las aguas del río Magdalena de donde también era Toto, la momposina, que nunca se cansó de cantarle bellamente a esta tierra húmeda.
Los indígenas palafíticos que poblaron primero este territorio al que llegó en 1537 Alonso de Heredia para poner una cruz junto al río y complementar este vocablo indígena, llamar desde entonces al caserío Santa Cruz de Mompox, es el mismo al que llegaron después los marqueses españoles en busca de tierra y oro y que trajeron con ellos a sus joyeros personales que eternizaron las obras de arte hechas en filigrana que aún hoy son irrepetibles y que según los nativos, más que un oficio ese arte es una herencia.
Los vinos de Corozo, brebaje espirituoso mitad español y mitad indígenas y claro, los quesos momposinos que se envuelven en capas con la leche de las vacas que también vinieron de Europa y no serían nada sin las manos maestras de los habitantes de este sitio donde pasa todo menos el tiempo.
Ese es Mompox, el lugar que quiere descubrir un descendiente de siriolibaneses para el mundo, un joven de 33 años de apellido Arana y a quien saludan todos como si fueran sus mejores amigos cuando camina por las calles de su departamento, lo conocen con el diminutivo de Yamilito, el hijo de Yamil.
El gobernador, tiene prisa, sabe que cuatro años son poco para hacer todo y entonces trabaja de sol a luna, duerme poco y planea mucho con la táctica de un general y la estrategia de un soldado.
"Cuando me vaya de la gobernación de Bolivar en el 28" dice Arana "esto debe ser otra cosa, mi lema es Bolivar Mejor, mejor en educación, en salud, en obras pero sobre todo mejor en su imagen para traer al mundo aquí"
Arana sabe que noticia no es lo que sucede sino lo que se publica y se mueve con pericia en redes sociales, esa es la ventana por la cual él muestra cada cosa destacada para hacer y con el ojo de un "instagramer" réplica la imagen de los lugares a donde va, los muestra de manera simple en sus redes para que vengan los habitantes de ese metaverso que son los canales digitales a descubrirlos ellos mismos y lograr que los promuevan en un círculo virtuoso que va llenando a Bolivar de promotores automáticos que vienen a dejar recursos entre los nativos.
"Cartagena es el ancla, a esa ciudad llegan millones de personas durante 3.5 días, necesitamos que se queden esos millones 7 días y lo hagan en los pueblos mágicos del departamento, Mompox uno de ellos".
Eso fue lo que hizo Arana en esta décima edición del Festijazz, lo convirtió en un pretexto de opinión, una muestra impresionante de muchas cosas, incluso del jazz a la que llevó a Carlos Vives que nació para el mundo del espectáculo cuando hizo "Escalona" en las calles del poblado hace 34 años y a la que no había regresado a cantar desde entonces .
"Aquí nació la Provincia" dijo Vives ante 15 mil fanáticos, casi todos menores de 20 años en el evento central del festival que terminó este 15 de septiembre y que puso a delirar a todos.
La frase de Vives en medio de una canción hecha himno "Volver a mi pueblo, por el camino viejo" reeditó la emoción de los asistentes al evento por el samario que entraron sin pagar un centavo a una explanada que estuvo abandonada por años y que Arana remató en semanas dejando un corredor de dos kilómetros que bordea a manera de malecón el brazo del río en una calle real, una albarrada según los españoles que no es otra cosa que un dique con paredes de piedra seca.
Terminó el décimo festival que se convierte para Mompox y para Bolivar en el preámbulo de la navidad y una semana santa de 2025 con vuelos permanentes entre Cartagena, Medellín y Mompox, servicio que presta Satena y unas vías fluviales y terrestres en buen estado que comunican al interior del país con este municipio que invita a soñar y que confirma que Colombia es hoy otra, una nación por descubrir.
A Mompox hay que volver una y otra vez .
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