El Viche es el boom del momento.
La bebida que por mucho tiempo fue satanizada y perseguida, se ha convertido en la más buscada por las élites del país, llegando a las mesas de los mejores restaurantes y a los bares más exclusivos de Bogotá.
Y es por esto que podría pensarse que el Viche está viviendo su mejor momento, que los malos tiempos han pasado... Nada más alejado de la verdad. Lamentablemente, este auge es solo un espejismo, y estos pueden ser los últimos días de nuestra bebida ancestral.
El Viche es el centro de una guerra, cruenta, invisible y sin descanso, con siglos de antigüedad, que pasa por la persecución, la violencia, la apropiación, el espionaje industrial, los monopolios, las multinacionales y por supuesto, la esclavitud.
Porque al final siempre llegamos a la esclavitud.
La historia que se cuenta a continuación, recopila los pasajes no contados de esta guerra, las batallas, las caras invisibilizadas, los enemigos invisibles y los posibles desenlaces. Contar esta historia ha sido posible gracias a los ejercicios investigativos de muchas personas, que recogen las voces de las comunidades, los productores, y diferentes actores, que, en su mayoría, se mantendrán anónimos, pues es bien sabido cual el destino final de la gente negra que se atreve a pensar y a disentir en este país.
¿Qué es el Viche/Biche?
No se puede hablar de lo que no se conoce, o más bien no sería prudente. Así que para la gente que se pregunta en este punto “pero ¿qué es ese tal viche?” he aquí un intento de síntesis de su significado.
El viche/biche es una bebida alcohólica ancestral, elaborada por las comunidades afrodescendientes del pacífico colombiano, a partir de variedades de caña endémicas de sus territorios. De ahí en adelante, su significado cambia, de acuerdo a quien se le pregunte.
Para muchos “vivos” y apropiadores, el viche es solo otro activo cultural y económico de la comunidad negra para usar y explotar, hasta que le saquen el último centavo, hasta que pierda su significado y eso sí, una gran excusa para posar de salvadores blancos.
Para las autoridades sanitarias como el INVIMA y las secretarías de salud, es una bebida artesanal con muchos peligros, la cual, sus productores se empeñan en no obedecer las normas sanitarias, tan básicas como el uso de agua potable, o de equipos mecánicos, sin entender que los servicios públicos básicos son un lujo en medio de la selva del pacífico colombiano.
Para las gobernaciones, licoreras y secretarías de hacienda departamentales, es un viejo dolor de cabeza, una bebida de contrabando, que han perseguido sin descanso para cuidar su amado monopolio de licores, y a día de hoy, ven al viche como un peligro latente para las arcas departamentales, que se puede imponer con facilidad frente a sus débiles aguardientes y rones, acostumbrados al camino fácil de la no competencia.
Para el Ministerio de cultura, el viche es una bebida artesanal y ancestral, patrimonio colectivo de las comunidades negras del pacífico colombiano, por lo menos desde el papel. Lamentablemente, su visión única y exclusiva desde lo cultural ha dejado indefensos a muchos productores y productoras, frente a la explotación económica de terceros, y, además, sataniza una visión de empoderamiento económico mediante la industrialización del viche.
Para las multinacionales de bebidas alcohólicas y la comunidad internacional gastronómica, el viche es el futuro de los destilados. En muchas ocasiones, referentes de la gastronomía han alabado al viche, por su imbatible “storytelling” y su experiencia sensorial, y lo posicionan como un poderoso jugador que le hará frente a vacas sagradas como el ron, el whisky, el mezcal y el mismo tequila. Esta visión, la comparten las multinacionales, que desde la promulgación de la ley vienen adelantando ejercicios de lobby, uso de ventajas comerciales y de apropiación cultural para apoderarse del discurso y del mercado del viche de manera temprana y así arrollar a los productores cuando se termine de reglamentar el viche y sus derivados.
Herencia, Resistencia y Persecución
Sin embargo, para la comunidad negra en Colombia, el Viche significa mucho más que una bebida alcohólica. Su fabricación y consumo hacen parte de una tradición de siglos, que se convirtió en parte esencial de la identidad étnica y cultural del pueblo negro del pacífico colombiano, y que permea muchas esferas de la cotidianidad.
Vale la pena aclarar, que es erróneo pensar que la destilación del Viche fue una práctica “prestada”, producto de la asimilación cultural de las imposiciones de la colonia española. Es bastante común entre el pueblo colombiano, y en general en todo el continente, pensar que las personas africanas que fueron secuestradas y esclavizadas durante la era colonial (y parte de la era republicana) eran seres ignorantes, desprovistos de cualquier habilidad más allá de la fuerza bruta y una resistencia asombrosa. Esta idea ha sido perpetuada por cómo se cuenta la historia de la esclavitud y el pueblo negro, en donde los libros muestran a los ancestros como simples semovientes en medio de la vida colonial, sin voluntad ni pensamiento propio. Nada más que personajes secundarios.
Pero todo esto es una gran mentira útil, que busca evitar la humanización y empatía hacia las personas esclavizadas. África, como cuna de la humanidad, poseía inmensos imperios, grandes pensadores, sistemas con conocimientos aplicados, economías complejas e incluso la universidad más antigua de la historia. Por lo mismo, las personas a las que capturaban y esclavizaban, poseían diversos conocimientos. Así que no descendemos de “esclavos”, venimos de agricultores, artistas, guerreras, sabios y reyes.
Y entre todos estos conocimientos, era lógico encontrar la destilación alcohólica, la cual surgió en el continente africano en el siglo IX. Siglos después, con la llegada de la trata trasatlántica de personas africanas, este conocimiento viajó a América, como parte de la herencia cultural y las tradiciones. Así fue como, en los espacios de libertad, la gente negra incorporó la destilación del jugo de caña de azúcar como parte de sus prácticas culturales, lo cual no sólo se refleja en el Viche, sino en otras bebidas alcohólicas ancestrales como el Ñeque en la comunidad afro de la costa caribe colombiana.
En medio de la persecución a los cimarrones, y las constantes rebeliones en contra del demonio de la esclavitud, el viche se hizo parte esencial de la cosmogonía del pueblo afro. Y así también, al terminar la esclavitud, el viche se hizo cada vez más y más presente en la vida de la comunidad, desde la práctica ancestral de la partería, hasta su consumo en los ritos y costumbres, el viche fue la medicina del pueblo negro, un antiséptico para la supervivencia del cuerpo y el alma, frente al escenario del olvido y la falta de acceso a un sistema sanitario de calidad.
A pesar de su importancia, esto poco o nada significaba ante la institución del monopolio de licores del estado (otra herencia maldita de la colonización española), lo que en palabras simples significa que solo el estado, representado en los departamentos, puede elaborar y vender bebidas alcohólicas. Ninguna empresa, ni persona puede destilar, sin excepción, y así se recogen inmensas cantidades de dinero para el uso libre de las gobernaciones. Es por eso que el viche siguió siendo cazado y perseguido sin tregua, tal y como lo hacían con los cimarrones en los años previos a la abolición. De la misma manera, para sobrevivir, el viche se internó en la selva, manteniéndose vivo a través de las manifestaciones culturales y gracias a la tradición oral de los y las sabedoras.
El nuevo siglo y la batalla en la SIC
Con el paso del tiempo, las tradiciones culturales del pueblo negro, que ya eran parte de la identidad del país, fueron teniendo más aceptación, especialmente cuando estas podían ser explotadas comercialmente por personas ajenas a la comunidad, o cuando no representaban un peligro de competencia real.
Es así como, el viche da sus primeros pasos fuera del pacífico profundo gracias al Festival de Música del Pacífico “Petronio Álvarez”, que hace en 1996. Dentro de este festival, el viche y sus derivados encontraron un espacio, en donde no eran perseguidos, y fueron creciendo junto con el festival, año tras año. Esto permitió una mayor visibilidad, la formación de marcas, y unos beneficios económicos. El viche fue pasando de ser una bebida peligrosa y despreciada, a representar las tradiciones del pueblo negro del pacífico. Y es ahí, como siempre, cuando lo negro tiene una posibilidad de lucro y explotación, cuando llegan los apropiadores.
En 2018, cuando el viche ya estaba muy posicionado como la bebida del Festival Petronio Álvarez, y se hacía cada vez más importante, apareció una conocida figura del Valle del Cauca en el campo de batalla: el señor Diego Alberto Ramos Moncayo, exconcejal de Cali, y exasambleísta del Valle por el partido conservador, quien decidió crear la empresa “Viche del pacífico S.A.S” y con ella, registró la marca “Viche del pacífico” ante la Superintendencia de Industria y Comercio, así como tramitó un registro Invima para Viche y sus derivados.
Posterior a esto, solicitó participar en el Festival Petronio Álvarez. Probablemente imaginaba que tendría una ventaja competitiva con una marca y un registro sanitario. La cuestión fue que su solicitud de participación alertó a la comunidad sobre la situación. Efectivamente, se estaban “robando” el viche, y con razones de sobra, le negaron participar en el evento. Como venganza, el señor Ramos entuteló a la gobernación y a la alcaldía, exigiendo le permitieran participar, y que se tomaran acciones contra los productores ancestrales, puesto que no pagaban impuestos ni tenían registro sanitario.
Gracias a la acción pronta y masiva de la comunidad, encabezada por el colectivo Destila Patrimonio, y las acciones de ILEX Acción Jurídica, la tutela fue negada, la marca y el registro cancelados, y así, la gente negra ganó la primera batalla, después de muchas perdidas en esta guerra. Guerra que estaba lejos de terminar.
La ley del Viche – Perder es ganar un poco
A pesar de la victoria frente a los apropiadores, que fue respaldada por la SIC y los estrados judiciales, esta era solo una advertencia de lo que vendría: ola tras ola de “vivos” tratando de apoderarse del viche para lucrarse. Desde diferentes orillas de la comunidad, se sentía la necesidad de proteger al viche, de una vez y para siempre. Una de las opciones, era la protección a través de la declaratoria de patrimonio inmaterial, como lo proponía, la ahora Ministra de Educación, la doctora Aurora Vergara en un artículo de opinión el portal de la Silla Vacía en el 2018.
En paralelo, ILEX acción Jurídica, una organización liderada por abogadas afrocolombianas, que habían logrado la cancelación de la marca “Viche del pacífico”, encontraron un espacio posible de trabajo, una esperanza para continuar la lucha del viche, dentro de la Ley 1816 de 2016. En esta ley, que modificaba el monopolio de licores del estado colombiano, por primera vez se hizo mención a las bebidas alcohólicas ancestrales, y se permitió que los cabildos indígenas continuaran con la producción y consumo de sus bebidas alcohólicas ancestrales, como parte de sus prácticas y costumbres.
La cuestión es que, como en muchas cosas de este país, la comunidad afro fue invisibilizada (ni siquiera aparecemos en la Constitución Política). Y esto fue aprovechado de manera muy inteligente y estratégica por el equipo de ILEX, quienes demandaron la ley 1816, por no incluir en esta excepción a las comunidades negras. Este proceso finalizó con la sentencia C/480-19 de la Corte Constitucional, en la que, correctamente, la corte reconoció que la “omisión” era una discriminación contra las comunidades negras y afrocolombianas, y resolvió esta situación de una forma muy particular: diciendo que para efectos de la ley, cabildos indígenas y consejos comunitarios de comunidades negras, era los mismo.
Si bien, esa interpretación final tiene una connotación profundamente racista, y es tan compleja que merece un análisis independiente, en efectos prácticos esta fue otra victoria más para el equipo del ILEX y por supuesto para el viche, que ya contaba con una protección dentro de los territorios.
Esta sentencia, junto con las victorias anteriores, iba pavimentando el camino para el siguiente paso, llevar al viche al legislativo y garantizar su protección. Una tarea en extremo compleja, teniendo en cuenta los innumerables proyectos que se presentan día a día en el congreso, y que por más bien intencionados que sean, terminan sepultados en el olvido, bajo la ignorancia y el lobby de los intereses de las élites. Sin embargo, dentro del legislativo el Viche encontró un amigo y defensor, que se daría “la pela” de liderar esta tarea dentro del congreso. En un ejercicio muy coherente, no podía ser nadie más que el entonces honorable representante a la cámara Jhon Arley Murillo.
En este aparte, la investigación contó con el amable y diligente apoyo del equipo de VAL Consultores SAS, una empresa de consultoría experta en alimentos y bebidas alcohólicas, liderada por profesionales Afrocolombianos, quienes participaron apoyando el proceso del proyecto de ley, y continúan defendiendo al viche en diferentes espacios. Su gerente, el Enólogo James Valencia, en relación a la Ley del Viche comentó:
“Desde la sentencia de la Corte Constitucional en 2019, contactamos al representante para apoyar un proceso en el legislativo que reglamentara el Viche. Posteriormente, con el equipo realizamos recomendaciones y propuestas para el proyecto de ley, algunas quedaron plasmadas, otras no. Si bien, la Ley puede tener muchos desafíos especialmente frente a temas técnicos y comerciales, son cosas que se pueden hacer en la implementación y reglamentación, por eso seguimos acompañando desde la sociedad civil los procesos relacionados con el Viche, haciendo vigilancia permanente, no con fines de lucro, sino como parte de nuestra responsabilidad y compromiso como empresa afrocolombiana”
Teniendo en cuenta los obstáculos normales para el trámite de una ley, y sumándole los “agravantes” como tratarse de una ley de interés para la comunidad afro, un tema tan delicado como la producción de licores, la entrada de un nuevo jugador nacional al mercado de los destilados, y la fuerte protección para evitar que terceros entraran en el negocio, era casi imposible que una ley de este tipo avanzara siquiera a segundo debate.
Tal vez se cruzaron muchos factores, como el trabajo de la comisión Afro liderado por Murillo, la adhesión de varios congresistas del pacífico, o simplemente, el congreso no logró dimensionar los alcances que podría llegar a tener el “legalizar” el viche. Al final, con el apoyo del gobierno de entonces, especialmente del Ministerio de Cultura que tenía a la cabeza a Angélica Mayolo, se logró el consenso, y el 8 de noviembre del 2021 vio la luz la Ley 2158 de 2021, mejor conocida por todos como “La ley del Viche”.
“Como comunidad negra, es muy importante entender lo poco probable que era lograr una ley como esa. Por siglos, muchos han querido romper el monopolio de licores, desde pequeños privados hasta gigantes multinacionales, y nunca lo habían logrado. La posibilidad de poder destilar, con un régimen sanitario y comercial especial, y con una protección, como lo es el reconocimiento de patrimonio cultural colectivo, es algo que ni en los sueños más grandes de la industria de bebidas alcohólicas era posible. Y que eso lo haya logrado la bebida ancestral del pueblo negro del pacífico, castigado históricamente por el saqueo y olvido estatal, es como una historia fantástica”, afirma James Valencia.
En su momento, fue una noticia recibida con mucha alegría y esperanza, como debía ser, pues es el logro más representativo que ha tenido el viche frente a su más viejo enemigo, el estado colombiano. Los vicheros y las vicheras sintieron que se abría un camino de cambio, de cese de la persecución, de poder hacer sus productos y venderlos sin ser criminalizados. Y esa euforia se veía respaldada por las declaraciones del entonces presidente Iván Duque, quien se adjudicó la victoria, y afirmó en varios espacios que la persecución terminaba, dejando un mensaje de “legalización” muy amplio… que llenó de optimismo a los productores, pero también a quienes estaban esperando este momento por años: los apropiadores.
Después de la Ley: Libres pero perdidos
La luna de miel entre la comunidad y la ley del viche duró poco. Es natural que, después de siglos de espera, una buena noticia caiga muy bien, pero ese ambiente de “todo está arreglado” promovido por el gobierno no reflejaba la realidad. Con el paso del tiempo, la comunidad vichera no veía cambios en su realidad, no sentía los efectos de una ley que supuestamente era la panacea, la cura para todos los males.
Era muy inocente pensar que, en Colombia, una ley fuera a camviar realidades, por lo menos en el corto plazo. Nuestro estado es conocido por su riqueza y complejidad legislativa, así como su poca o nula aplicación en la vida cotidiana de sus ciudadanos. Colombia es un país burocrático por diseño, y lento por conveniencia. No por nada, la gente que conoce el funcionamiento del estado sabe que “las cosas de palacio, van despacio”.
En medio de la merecida celebración de una improbable victoria, se olvidó mencionar muchos detalles, esos en donde reposa siempre el diablo, que luego viene a apropiarse de todo. Y más que por los conocidos “micos”, el problema con la ley del viche es el de la mayoría de las leyes: sin una correcta reglamentación e implementación, la ley, por más bien intencionada, queda siendo solo un papel sin valor, sin aplicación real. La comunidad negra conoce bien esta historia, con la querida Ley 70 de 1993, que después de 30 años sigue sin reglamentarse completamente.
La ley del viche intentó blindarse contra estrategias paquidérmicas, y dejó establecido que su reglamentación sanitaria, una de las más críticas y necesarias para el avance del viche, debería hacerse en un plazo máximo de 12 meses para el viche, y pasados otros 6 meses deberían reglamentarse sus derivados (arrechón, tomaseca, curao, etc.).
Hoy, a 11 de enero de 2024, 2 años y 2 meses después, la ley sigue sin reglamentarse.
Es normal que después de tanta espera, exista malestar e impaciencia. Incluso es normal pensar que se estaba mejor antes de la Ley, y se puede caer en la idea de que lo mejor sería que las cosas sigan como están. Porque en esta guerra hay tantos frentes, que es imposible ver el panorama completo, la complejidad del asunto, y ver que el estado actual de las cosas está lejos de ser “bueno” para la comunidad. Es posible hacer un paralelo con la historia bíblica del éxodo, del pueblo de Israel, que después de una larga espera, logra la libertad, solo para verse deambulando en el desierto. Libres pero perdidos, es natural que germine una nostalgia por el statu quo. Pero lo peor que nos puede pasar es pensar que un buen amo es mejor que la libertad.
Se podría pensar que lo escrito en una ley está para cumplirse, especialmente por parte del gobierno, pero en el tema del viche las cosas nunca van de la mano con la lógica. El gobierno anterior, a pesar de apoyar la ley en su avance por el legislativo y “sacar pecho” por haber salvado al viche, no hicieron mucho más que eso. Después de la promulgación de la ley, poco y nada hicieron los ministerios por cumplir los tiempos, y avanzar con la reglamentación, sin claridad de quien debía encabezar este proceso. El ministerio de cultura, actuó de manera negligente, tal vez con la mirada en el panorama electoral de 2022, se concentraron principalmente en un trabajo que ya estaba hecho, el Plan Especial de Salvaguarda del Paisaje Cultural Vichero, como cuando uno recicla un proyecto de la universidad en otra materia, dejando de lado lo dispuesto en la Ley 2158 y tratando de imponer la visión del PES como herramienta para pedir, ejecutar y amarrar los presupuestos a ese ministerio. Adicionalmente, en la estructura del ministerio, presuntamente, se encontraban funcionarios, contratistas y asesores que ejercían lobby por sus propios intereses, para que la implementación fuera por el camino que más les convenía a ellos y no a las comunidades, entre los que destaca la gran influencia de la Sociedad Portuaria de Buenaventura con su fundación SPB, y los salvadores blancos por excelencia de la Fundación ACUA, para quienes hay un aparte especial más adelante.
Lamentablemente, después del cambio de gobierno, poco ha cambiado. El viche no es una prioridad, a pesar de las continuas exigencias de la comunidad. Si bien, la Vicepresidenta y Ministra de Igualdad, Francia Márquez Mina se puso al frente del Comité Interinstitucional del Viche, para liderar la reglamentación y sacar el proceso adelante, en la estructura de los ministerios siguen las mismas personas interesadas en imponer visiones con intereses privados en el viche. Eso se refleja en el mismo organismo del Comité interinstitucional del Viche, que de acuerdo a la ley está compuesto por las instituciones estatales involucradas y 12 representantes de los vicheros y vicheras, y que debería ser el máximo ente protector y regulador del viche. Sin embargo, de acuerdo a varios representantes que nos dieron declaraciones de forma extraoficial, las instituciones no se toman en serio este espacio, incluso algunas simplemente no asisten, y previo al comité se realizan reuniones irregulares con los representantes de los vicheros y vicheras, a manera de espacio de “catarsis” y concertación previa pero que no tiene ningún efecto vinculante, y así evitan polémicas en el comité. Las preocupaciones, exigencias y denuncias que se han realizado en este espacio por parte de la comunidad negra siempre han caído en saco roto y no se ven reflejadas en las decisiones finales del gobierno.
Y mientras continúa la larga espera de unas reglas de juego claras en el viche, muchos “avispados” han aprovechado para pescar en río revuelto y lucrarse.
No, el viche no es de todos.
Cuando se habla de patrimonio, en Colombia es muy común pensar que las cosas pertenecen a todos los colombianos, con un aire casi comunista. Incluso el expresidente Duque lo afirmó en varios discursos alrededor del viche.
Pero hay que ser claros en esto: NO. El Viche no es de todos y todas.
El viche es patrimonio colectivo de las comunidades negras, afrocolombianas de la costa del pacífico colombiano. No es de los intermediaros. No es de los envasadores. No es del gobierno. No es de los restaurantes. No es de las élites de Bogotá ni de Buenaventura. No es de las multinacionales.
Pensar que el viche es de todos, es tan vago y tan erróneo como pensar que todos pueden ser afrodescendientes, porque la vida se originó en África. O para explicarlo en términos más capitalistas, equivale a pensar que el Tequila es de todos, o la Champagne es de todos.
Lamentablemente, esto es algo que es muy difícil de entender para muchos, especialmente cuando se trata del patrimonio de la gente negra, pues al fin de cuentas siempre quieren todo lo del negro, menos estar en sus zapatos. Y en el momento que se sancionó la ley, el llamado de “El Viche es legal, y el viche es de todos” hizo eco en los pasillos más exclusivos del país, era el sonido del dinero fácil, el dinero que se hace con los negros.
Tal vez para un lector que desconocía este fenómeno, pueden parecer afirmaciones muy fuertes, incluso discriminatorias. Incluso, es probable que haya probado el viche y sus derivados, en eventos, en restaurantes o exclusivos bares de Bogotá, en donde se sintieron parte de una experiencia “exótica” y misteriosa. La cuestión es que nadie se pregunta de dónde viene, quien se está beneficiando realmente con su venta y si lo que le están vendiendo es cierto o no. Para ser claros, todos pueden comprar y tomar viche, eso se quiere y se necesita. Pero el beneficio principal, las ganancias económicas, la producción y el discurso pertenecen única y exclusivamente a las comunidades negras.
Los enemigos del Viche
Frente a esta última idea, el empoderamiento económico de las comunidades negras a través del viche, existen muchas voces contrarias, muchas personas que no están de acuerdo, pues no les conviene. Desde antes de su legalización, son muchos los interesados de que el viche siga olvidado y relegado a un consumo puntual y desprestigiado, y que si sale al mercado sea sólo bajo su control y para su beneficio. Esos son los llamados enemigos del Viche.
Por un lado, el más antiguo de todos es el monopolio de licores del estado, personificado en las licoreras departamentales y en las gobernaciones. El ambiente de monopolio, sumado a las altas rentas que cobran por las bebidas alcohólicas, ha creado una zona de confort de la que ninguno quiere salir. Para las licoreras departamentales, el viche es un peligro latente, ahora más real que nunca, un destilado con potencia, con una gran historia, el cual no pueden controlar ni ponerle restricciones, y que llega en el peor momento, en medio de la batalla entre las grandes licoreras por el dominio de sus desabridos y monótonos aguardientes. El temor que le tienen al viche radica en sus ventajas comerciales, pues gracias a la ley, no se puede controlar su producción, y es el único licor en el país al que no pueden impedir su venta en los departamentos, como están intentando hacer con sus aguardientes.
Adicionalmente, dentro de la comunidad se está proponiendo que en la reglamentación existan beneficios tributarios para la promoción y protección de la bebida, por lo que el viche en unos meses podría llegar a todos los departamentos sin pedir permiso y sin pagar impuestos. Esta es la peor pesadilla para las licoreras, especialmente para los fabricantes de los aguardientes del pacífico, que se han llenado los bolsillos emborrachando a la gente de estas tierras: Caucano (Industria Licorera del Cauca), Platino (Industria Licorera de Caldas), Blanco (Industria Licorera del Valle) y Nariño (Fabrica del Licores de Cundinamarca).
Por otro lado, están los siempre impertinentes y desesperantes “salvadores blancos”. Esas personas, grupos, colectivos u organizaciones que aman hacer caridad con la gente negra, mientras alimentan sus redes sociales y sus bolsillos a costa de buenas intenciones. Sería una lista interminable, porque el negocio de la caridad con la gente negra no se limita al pacífico colombiano, es un mal mundial, en el que participan los gigantes de suiza, las ONG’s más prestigiosas y las cooperaciones internacionales de los países más “desarrollados”. Puntualmente para el caso del viche, en la estructura del gobierno, y desde varias organizaciones, presuntamente existen personas que se han encargado de intervenir de manera directa en los diferentes actores. Entre esos destacan principalmente la Fundación de la Sociedad del puerto de Buenaventura SPB, y la Fundación ACUA.
La primera, es el brazo social de la élite económica blanca que controla el puerto de Buenaventura, y a través de esta, y de la Cámara de Comercio de esa ciudad, han logrado tener mucha influencia en temas relacionados con la gente negra, y también gracias a su ejército de “élite negra” que han formado con los años. Personas negras de Buenaventura y sus alrededores que están alineados con los empresarios, cuentan con formación y experiencia en los sectores público y privado, siempre apadrinados por la fundación SPB. Más que una élite, son un grupo de lobistas bastante controlados, que buscan impregnar su visión de trabajar en silencio, sin morder la mano que les da de comer.
En segunda instancia, la fundación ACUA (Activos culturales AFRO) personifican el cliché de salvadores blancos, luchando en nombre de los Afro, pero con un equipo totalmente blanqueado. Liderados por el estratégico David Soto Uribe, fueron muy fortalecidos en el gobierno de la economía naranja, cuentan con amplia influencia en diferentes estamentos del gobierno, especialmente en el Ministerio de Cultura, con el cual han tenido jugosos contratos. Uno de los más importantes fue la creación de la Escuela taller naranja, con la que tuvieron el control de muchos contratos de cultura, con el ministerio y con varios municipios. Entre estos resalta la pelea por el control de las murallas de Cartagena, que iba a quedar en las manos privadas de la fundación ACUA pero que la administración de William Dau pudo evitar. La creación de esta escuela no fue poca cosa, pues fue producto de una Ley de la república, la 2184 de 2022, en la que la presión de esta fundación logró que su influencia sobre todo lo artesanal en el país fuera absoluta, y quedó amarrada a la ley. ACUA siempre se ha mostrado como una mano amiga de las comunidades negras, y los tienen en alta estima muchos líderes, como por ejemplo parte del colectivo Destila Patrimonio y la organización del Festival Petronio Álvarez.
En el viche han querido tener el control desde el principio, presuntamente intentando influir en el reglamento del comité interinstitucional, para imponer su visión meramente “cultural” del viche, evitando a toda costa el crecimiento, industrialización y empoderamiento económico de la comunidad con el viche, convenciendo a la población de que lo mejor es seguir como están. Actualmente operan contratos de apoyo técnico relacionados con la divulgación de la reglamentación del viche.
Recientemente, en esta lista han entrado algunos restaurantes y bares, especialmente de la ciudad de Bogotá, que han visto en el viche y sus derivados un producto perfecto, que alimenta sus discursos “exóticos” e inclusivos, mientras les llena la caja. El problema en este caso no es que la venta del viche sea algo indeseable, sino que muchos de estos establecimientos no saben, o no quieren saber, si realmente la comunidad se beneficia con este negocio, en el que claramente el gremio de la restauración tiene una ventaja por su poder negociación. En esta lista se pueden encontrar grandes nombres, como restaurantes en el top de la gastronomía mundial, bares dedicados solo a la venta de “experiencias de viches” (donde no hay gente negra) hasta poderosas cadenas, como el grupo TAKAMI, quienes no sólo lo venden en sus locales sino desde hace varios meses en su tienda online.
La realidad de este fenómeno se reveló gracias a la acción de la Secretaria de Salud de Bogotá en el 2023, cuando intervino varios restaurantes y bares que vendían viche, en su mayoría de apropiadores. ACODRES a través de su presidente, Henrique Gómez París (Miembro del reencauchado partido Salvación Nacional) inundó los medios de comunicación con sus declaraciones repletas de ignorancia acerca de la realidad de la comunidad, y de la Ley del Viche. Lo peor de todo, es que ejecutaron el chantaje de “no vamos a vender más viche” y se valieron de la excusa de los perjuicios que esto causaría a las comunidades negras, cuando la realidad era que el perjuicio mayor era para ellos, y para los apropiadores en Bogotá.
El descarado chantaje les dio frutos, pues Secretaría de Salud de Bogotá, decidió dejar de ejercer sus deberes de vigilancia y control, y dejar que las cosas siguieran adelante, hasta que llegara la reglamentación.
Y en este punto vale la pena hacer una aclaración de tipo legal: a excepción de los territorios de comunidades negras y los eventos de tradición vichera designados por Mincultura (como el Festival Petronio Álvarez), hoy en Colombia es ilegal envasar y vender viche. No existe algo como un indulto, una protección, o excepción en la ley 2158 ni en otras, y ningún estamento puede de manera legal permitir su venta libre, por algo tan simple como que las regulaciones sanitarias como la ley 9 de 1979, el decreto 1686 de 2012, y en lo tributario la ley 1816 de 2016, no permiten que se vendan bebidas que no tienen registro sanitario y no pagan impuesto de rentas departamentales. Esto es difícil, pero sin reglamentación, seguirá siendo ilegal, porque hoy no se puede obtener registro ni pagar rentas para un viche. Y la comunidad vichera siempre ha vivido esta realidad, pero las “excepciones” han aparecido por que hoy es algo que sí afecta a los blancos.
Todo esto nos lleva al siguiente grupo, que no vienen a salvar, sino directamente a saquear: Los apropiadores.
Estos siempre han existido, desde la colonia, expertos en despojar a la gente negra de sus conocimientos y expresiones culturales para copiarlas, despojarlas de sentido y hacerse ricos con ellas. Lo vemos en el arte, la música, la escultura, la pintura, la moda, la gastronomía, en la literatura, en todo. Y el viche no sería la excepción.
Con el anuncio de su legalización, muchos corrieron a crear estructuras para apoderarse de todo el viche posible, embotellarlo en bonitos envases y revenderlo en Bogotá a precios desorbitados. La lista es amplia, y cada día sale una nueva marca de viche, es el equivalente de hacer un podcast para la gente de la élite blanco mestiza. La información presentada a continuación se alimenta de la investigación realizada por revista Mutante en sus 2 entregas sobre el viche, y por la información provista por el equipo de VAL Consultores SAS.
Algunas son apropiaciones en toda regla, descaradas y sin contexto, como el caso de Viche Víbora, Boticarios, Ulele o Viche Bailadores. Otros se buscan camuflar poniendo rostros negros en sus envases, o en sus ventas de cara al público. Por ejemplo, Viche SUR que utiliza a una mujer negra para sus presentaciones y ferias, es propiedad de una familia de élite bogotana, que casi todos conocen, por tener el restaurante fast casual colombiano más grande y que apoya a las madres cabeza de hogar. También está “Doña Sofi” en la que supuestamente es una mujer negra su cara, y su dueña, pero su marca es compartida con la brasileña Sonia Sofía.
Hay dos casos especiales, por varios motivos, pero especialmente por que provienen de la misma familia, de tradición vichera, los hermanos Gonzales Biojó. Y es que estos, cuyo segundo apellido nos remonta al libertador y Rey Benkos Biohó, están cometiendo el mismo error que le costó la vida a Benkos: Pactar con sus opresores, confiar en sus buenas intenciones.
Onésimo González Biojó, creó su marca “Mano de Buey” de la mano de Tom Hydzyk, Mixólogo polaco, jefe de bar del prestigioso restaurante Mesa Franca, también creador el bar Cocodrilo, dedicado a la venta de Viche en Bogotá. El polaco afirma que después de varios años, decidió entregarle la marca totalmente a Onésimo, pero no existen documentos que respalden la propiedad de esta marca.
Por otro lado, Ruperto González Biojó, tiene la alianza más compleja de todas. Es el proveedor de la hoy conocida marca Monte Manglar, la más visible y la más problemática de todas.
Es entendible y lamentable a la vez, que, en la búsqueda de beneficio propio, muchas personas de la comunidad estén vendiendo el patrimonio colectivo del viche, alimentando marcas de apropiadores, que, tan pronto se reglamente la ley, los relegarán a simples empleados/proveedores mientras ellos se quedan con todas las ganancias de la comercialización, con marcas imposibles de vencer, que parte de la comunidad se encargó de alimentar.
El viche no se vende, no se presta, no se regala. 30 monedas de plata no alcanzan para nada.
Monte manglar: La suma de todos los males
Si usted conoce el viche, conoce Monte Manglar. En algunos lugares son casi sinónimos. Esa es la fuerza y poder que tiene esta marca, creada por 3 amigos, conocedores del sector de las bebidas alcohólicas. Juan Sebastián Salinas y Andrés Andrade trabajaron varios años para la empresa más grande de licores de este lado del mundo, DIAGEO. Mientras que Jorge Alberto García viene de liderar ventas y marketing de Ab-InBev, parte del conglomerado SAB Miller-Ab Inbev, la cervecería más grande del mundo, dueños entre otras cosas de Bavaria S.A y BBC.
Su discurso, es una mezcla de sueños de universidad, con salvadores blancos, de apoyar el viche, y a la comunidad. Posan de pequeños, de startup, de emprendimiento, siempre sacando a relucir el nombre del maestro vichero para blindarse de los ataques y legitimarse. Nada más lejos de la realidad. Si les importara realmente la comunidad, no operarían como lo hacen. Marcas como esta, pagan el litro de viche en territorio a 20.000 pesos, y luego sus botellas de 750 ml se venden a más de $250.000 en los mejores restaurantes de Bogotá. Ellos no quieren ser socios de los vicheros, y por eso sus sociedades creadas en Bogotá Fugitivos SAS y Somos Fugitivos SAS (su nueva empresa de papel) no tienen en su composición accionaria a ninguna persona de la comunidad. Solamente, en la figura que crearon para la planta de producción en Tumaco, extrañamente también registrada en Bogotá, tuvieron el gran corazón de darle participación a la familia González… con un 5%. Ahí quedan plasmadas las verdaderas intenciones de esta marca.
El equipo de VAL Consultores, en su acción de vigilancia y por solicitud de un grupo de productores, lleva haciendo el seguimiento de esta marca desde 2021. Su gerente técnico, el ingeniero Santiago Valencia nos comentó lo siguiente:
“Esta marca es la más nociva para la comunidad vichera. Seguimos su operación desde 2021, anterior a la aprobación de la ley. Tan pronto pudieron, salieron al mercado con una marca muy fuerte, y un envase llamativo, con el que es imposible competir en estas condiciones. Amparados en una falsa protección, venden en su página web, en restaurantes y bares de varias ciudades. Estas actividades irregulares, de vender bebidas fraudulentas y sin pagar impuestos, apropiándose del patrimonio colectivo de comunidades negras ha sido puesto en conocimiento de todos los estamentos relacionados: Ministerio de Cultura, INVIMA, Secretaria de Hacienda de Cundinamarca, Secretaria de Hacienda del Valle del Cauca, la SIC, incluso se radicó en la procuraduría, por la demora procesal en todas las entidades. En nuestra experiencia en el sector de bebidas, nunca se había visto que ninguna entidad diera respuesta, ni iniciara investigaciones o acciones de control, hacia un claro caso de evasión de rentas y venta de bebidas fraudulentas.”
En el otro lado de la moneda, entidades como la SIC y Secretaría de Hacienda de Cundinamarca sancionaron en 2023 en repetidas ocasiones a la empresa “Herencia Guapireña”, una microempresa familiar de la comunidad negra, que viene trabajando el viche y sus derivados hace varios años, y que cuentan con todo lo exigido para su funcionamiento, Cámara de Comercio, registro INVIMA y sus estampillas de rentas. Esta empresa, de la que dependen 40 familias, que es un vivo ejemplo de lo que el empoderamiento económico alrededor del viche puede lograr, fue sancionada por utilizar la expresión viche en sus redes sociales, y les cerraron su cuenta de Instagram con decenas de miles de seguidores. También les decomisaron sus productos durante una feria en CORFERIAS, que fue reconocida como evento cultural con permiso para la venta de viche y derivados por el ministerio de cultura.
Y así, todo el mundo parece conocer a Montemanglar, e incluso es el viche preferido de varios funcionarios y exfuncionarios de instituciones del gobierno. Nada explica la inacción total del estado frente a un caso claro de apropiación, mientras que a la comunidad negra si le están aplicando todo el peso de la ley.
Nada lo explicaría, excepto que, Montemanglar sea más que una “startup” de unos amigos unidos por el viche.
DIAGEO: ¿La apropiadora más grande del mundo?
La respuesta a quien está detrás de Monte Manglar, es un secreto a voces. Múltiples personas del sector de bebidas alcohólicas y de la restauración lo confirman: Montemanglar, presuntamente, es la marca de viche de DIAGEO.
Esta parece una afirmación muy fuerte, empezando por que en Colombia hoy la venta de viche no es legal, y porque no se entiende como la empresa de licores más grande el mundo occidental pueda estar relacionada con estas actividades.
Brevemente, debemos recordar que DIAGEO, es una empresa con sede en Londres, producto de la fusión de dos gigantes y antiguos jugadores de las bebidas alcohólicas, Cerveza Guiness (1759) y el Whisky Johnnie Walker (1805). Prácticamente, esta empresa es más antigua que nuestra república. Cuentan con las 20 marcas de licores más vendidas, en las que están además de las ya mencionadas, Vodka Smirnoff, Baileys, Buchanans, Gin Tanqueray, Ron Zacapa, Tequila Don Julio, Mezcal Unión y la querida marca de Whisky Old Parr.
Además de los rumores, varias pistas pueden indicar la relación del gigante con la marca de Viche. 2 de sus socios, fueron empleados de DIAGEO Colombia, y de allí salieron directamente a fundar la marca Monte Manglar. Por otra parte, las botellas utilizadas, no son de fabricación nacional, y son botellas hechas a pedido, por su particular forma y grabados en el vidrio. Estas botellas no se venden en pequeños baches, y conseguir que un fabricante de botellas elabore bajo pedido requiere gran influencia en la negociación y además una fuerte inversión para pedidos de no menos de 50.000 botellas. El manejo de la marca, el marketing, los canales de distribución son muy similares, por no llamarlos idénticos. Tiene todos los signos de una spin-off.
Y adicionalmente, ya existen precedentes de movimientos parecidos, a la hora de entrar en productos protegidos por denominación de origen.
Para entrar al mundo del Tequila, DIAGEO se quedó con parte de la extinta Seagram en 1999, quien tenía una inversión pequeña en la reconocida marca Don Julio. El Consejo Regulador del Tequila le impidió adquirir la marca en su totalidad o hacer uso de su inversión en la marca. Por lo mismo, DIAGEO encontró un socio dentro del tequila para completar la operación, la marca José Cuervo, quien dominaba el mercado y tenía una fuerte rivalidad con Don Julio. Con el apoyo de José Cuervo, DIAGEO se hizo con el 50% de Don Julio en 2003. Años después, en 2014, gracias a su participación en el Consejo Regulador del Tequila y el ejercicio de lobby, logró quedarse con el 100% de Don Julio, siendo una empresa extranjera. Hoy Don Julio es la marca más valiosa de Tequila en todo el mundo, y ya no es mexicana.
Más cercano al caso del Viche, DIAGEO también entró en el mundo del mezcal. En un momento de crecimiento de esta bebida ancestral mexicana, un grupo de amigos, ajenos a esta bebida, dueños de una cadena de restaurantes, después de realizar la ruta del mezcal quedaron enamorados del producto y decidieron montar su propia empresa de mezcal. Así nació Mezcal Unión en 2011, con un discurso de apoyo al productor, de consumo local, pero al final es solo un comprador de mezcal a terceros … ¿les suena conocido?
Diageo inicialmente ofreció ser su distribuidor en 2016. Los ayudó a crecer, en México y en Estados Unidos, y en 2021 adquirió el 100% de la empresa. Y como dato adicional, otra coincidencia: A la hora de crear su marca de Viche, Montemanglar se contactó con Mezcal Unión y recibió asesoría sobre como llevar su marca, nadie mejor para asesorar una startup que quiere venderse a DIAGEO que una que ya lo hizo.
En el caso del Viche, DIAGEO habría entrado con antelación en comparación con los casos anteriores, y cuenta con muchas más ventajas. A día de hoy, la ausencia de reglamentación, la no existencia de un consejo regulador ni de denominación de origen, las condiciones de desigualdad y de violencia que vive la comunidad afro del pacífico, son un escenario perfecto para que, en unos meses, cuando se reglamente la ley, Monte Manglar sea la primera, y única marca de viche del país. Y ya posicionada, al pasar unos años, veremos cómo llega la mano de DIAGEO a reclamar lo que le pertenece, sabiendo que para los vicheros y vicheras es imposible competir con la destiladora más grande del mundo.
¿Ancestral o Artesanal?
Con las cartas puestas en la mesa, sabiendo con quién se enfrenta el viche, llega el momento de poner las cosas claras.
Existe la impresión generalizada de que lo ancestral es sinónimo de artesanal. Y es que históricamente, ha sido usual marcar diferencias entre las cosas hechas por la gente blanca y la gente negra. Con esta visión, lo blanco es arte, pero cuando lo hace la gente negra se vuelve artesanía. Así, la música se vuelve “folclore”, los conocimientos se vuelven “saberes”, las medicinas se vuelven “brebajes”, los méritos son “requisitos” y los errores, condenas.
En los últimos años, las tendencias han girado hacia las cosas más locales, más auténticas, y la manera más fácil de dar esa impresión de unicidad es llamar a las cosas “artesanales”. Desde las cervezas, las hamburguesas, y hasta los jabones, lo artesanal es el nuevo lujo. Siendo lo artesanal, definido por varios documentos del gobierno como una actividad preponderantemente manual.
Y en medio de estas modas, la comunidad negra se ha dejado convencer que lo artesanal y lo ancestral es lo mismo. Un error que nos puede salir muy caro.
Esta definición vaga y superficial de lo artesanal, que solo busca cobrar más por los mismos productos, perjudica profundamente al viche y a quienes quieren tener una vida digna a partir de este. El discurso de lo artesanal, lo están promoviendo muchos de los enemigos del viche, que desean que las cosas se mantengan igual, no para proteger el patrimonio y la ancestralidad como afirman, sino para evitar que el viche crezca, y que pueda ser una alternativa de vida, una fuente de empoderamiento económico transformadora para la gente negra del pacífico, y que termine dándoles poder y libertad.
Lo más grave no es que estén vendiendo esas ideas, sino que esa visión artesanal, que ha sido entendida como la antítesis de lo industrial, ya está impregnada en el gobierno, y en las reglamentaciones que preparan para el viche. Decretos y resoluciones, que pretenden ayudar a las comunidades “entendiendo” su contexto socioeconómico, pero que, de ser aplicadas, van a mantener a los vicheros y vicheras en las condiciones de aislamiento, escasez y pobreza que llevan cargando por siglos.
Pero lo más grave aún, es que parte de la comunidad reconozca estos discursos y los defienda. Por que al final, los otros dirán siempre que se siguió la voluntad de la comunidad, que pidió seguir igual. Querida gente negra del pacífico colombiano, es imperativo que nos quede claro: No podemos reconocer que la miseria, la escasez, la pobreza, la falta de infraestructura y el nulo acceso a servicios básicos sea parte de nuestra identidad étnica y cultural como pueblo negro.
Ser pobre, ser victimas de violencia y abandono sistemático no es ni puede ser sinónimo de ser afrodescendiente. No es genético, no es cultural. Nuestros ancestros y ancestras secuestradas no eran personas que vivían en miseria. Estas condiciones son consecuencias de la esclavitud y del racismo sistemático que ha sufrido el pueblo negro en este país, pero jamás una característica de nuestro ser.
La perspectiva “artesanal” y el enfoque puramente cultural, someterán al viche y su gente a ser simplemente piezas de museo, en su famosa ruta del viche, la cual venden como la panacea para el fortalecimiento de las comunidades, pero que, en octubre de 2023, su operación fue entregada por FONTUR a una empresa con sede en Floridablanca, Santander, que no tiene relación alguna con la comunidad, ni una sola persona negra en su equipo, ningún conocimiento en la zona o experiencia, más que ser contratista del gobierno anterior. Lo peor de todo, es que otra opción era la Fundación ACUA, así que era elegir entre el menor de los males. Les entregaron 472 millones, de los cuales ni un centavo irá para la comunidad, pero que ganarán gracias a ella. Esta información es pública y puede ser consultada en el SECOP.
Eso es solo una antesala de lo que le espera a la comunidad vichera si se deja “engatusar” por los cuentos de lo artesanal. El viche es una bebida ANCESTRAL, por que se ha trasmitido de generación en generación, hace parte de las prácticas y costumbres del pueblo negro del pacífico, es sinónimo de libertad y de conexión con los que lucharon antes por nuestra libertad.
Lo ancestral es único, y es superior a lo artesanal. Pensar que lo ancestral debe ser artesanal, es pensar que otras bebidas ancestrales se mantienen iguales en su producción y poder desde que nacieron hace siglos. En el mundo del vino, la región de Champagne sigue contando como su elixir surgió de un afortunado error del Monje Dom Perignon, mientras muestra con orgullo los primeros equipos usados para elaborar sus vinos espumosos. Pero toda su tradición no ha impedido que cuenten con la tecnología de producción más avanzada del mundo, con decenas de PhD investigando y llevando sus tradiciones más y más lejos, con sus 5 millones de botellas anuales.
Y que decir del licor ancestral más exitoso del continente, el tequila mexicano, parte esencial de su identidad nacional actual, con empresas como José Cuervo que hacen el licor de agave azul desde 1852, o Don Julio, la marca más valiosa de tequila del mundo. En sus enormes plantas de producción, emplean a miles de personas de las zonas, con toda la tecnología a su disposición, sin dejar de lado la ancestralidad del cultivo del agave y la obtención del tequila.
Incluso, en la producción de viche, que supuestamente se mantiene artesanal… ¿porqué ya no se usa sólo el “mata cuatro” para extraer el jugo de la caña? Los trapiches operados por acción humana, por gente negra, nos remontan a un pasado que no fue el mejor. Y usar trapiches manuales exclusivamente, hoy en 2023, es algo que resulta ineficiente, prácticamente una locura. Hoy se utilizan trapiches mecánicos, accionados por motores de Diesel o eléctricos, y eso no le ha quitado ni un poquito de ancestralidad al viche y sus derivados. La ancestralidad no radica en los equipos, en el accionamiento manual, no. Lo ancestral va en la gente, en las maestras y maestros vicheros que cargan en sus hombros y en sus mentes todo el conocimiento, saberes y amor de la tradición que fue trasmitida a ellos. Por eso, hacer una o un millón de botellas, mientras sea nuestra gente quienes estén al frente, quienes envasen, distribuyan y se beneficien del viche, seguirá siendo ancestral.
¿Cómo ganar la guerra?
Después de esta revisión exhaustiva de los ires y venires de esta guerra, la pregunta es ¿Cómo ganar la guerra?
Pues se hace batalla a batalla.
Antes que nada, es indispensable que como comunidad se tenga una postura clara y unificada frente a los apropiadores, que como ya se vio no son enemigos pequeños. El viche, su producción y distribución son de la comunidad negra, y el estado debe actuar de manera inmediata sobre los que se están lucrando de manera ilegal del patrimonio colectivo, pues de otra manera no hay garantías para los vicheros y vicheras. La acción del estado sobre marcas como Montemanglar sentará un precedente, y mandará el mensaje que el viche es de la comunidad negra.
En segunda instancia, es necesario que la regulación sanitaria del viche, entendiendo los contextos socioeconómicos y culturales, encuentre el punto medio entre la garantía de la salud pública y la conservación de la ancestralidad. Y también, desde el estado y las comunidades, no relegar el viche a lo artesanal y dejar la posibilidad abierta a que, en un futuro, las comunidades si así lo deciden, puedan producir implementando maquinaria industrial, para mejorar su producción y los beneficios a la comunidad.
El peso del cumplimiento de la ley no debe ir en la gente, pues la Ley 2158 ordena en varios de sus apartes la participación activa del estado en la protección y promoción del Viche/Biche. Así que se debe acelerar la reglamentación e implementación de la ley, y no solo en lo patrimonial y lo cultural. Es necesario que el estado a través de sus instituciones brinde soluciones e inversión para que la comunidad vichera pueda formalizarse, mejorar sus plantas de producción, obtener sus registros sanitarios, sus marcas, apoyar su comercialización y acompañar la internacionalización del viche, como bebida insignia del país ante el mundo. En este punto es clave la financiación y la inversión en proyectos productivos alrededor del viche, para pasar de la informalidad a modelos de negocios competitivos, como la posibilidad de diseñar plantas de producción para varios productores asociados, y así mejorar las condiciones, beneficiarse de la economía de escala, y promover el empoderamiento económico.
Posterior a esto, la batalla tributaria será tal vez la más difícil de todas. Las gobernaciones no están dispuestas a ceder en esta materia, pero la comunidad negra debe pararse firmemente en una postura de exención completa de tributos de rentas, como parte de la reparación histórica de los pueblos afrodescendientes, de acuerdo a lo indicado por el decreto 820 de 2023. Para entrar a competir en un mercado tan complejo, con tantas barreras y competidores con ventajas tan amplias como el de los licores, una exención total del impuesto de rentas es el impulso necesario para balancear el campo de juego y promover de verdad el fortalecimiento del viche. El negocio de los licores en Colombia asciende a 5.6 billones de pesos anuales. Con una meta del 10% del mercado en unos 10 años, el mercado del viche podría ser de 560.000 millones. En ese momento, si podría contemplarse un pago progresivo de rentas.
Para garantizar la protección, la calidad y la promoción del viche y sus derivados, el mejor modelo de protección es la denominación de origen, proceso para el cual, debe conformarse un consejo regulador, de manera similar a como lo tienen denominaciones como el Tequila o el Mezcal. Esta es una asociación de productores, que pone las reglas de juego acerca del viche, su producción, trasformación, venta, promoción, protección, etc. No se puede esperar a que el estado, o organismos poco fiables y con poco poder como el comité interinstitucional del viche sirvan para estas funciones. Es la comunidad vichera que debe juntarse y formar el consejo regulador. Desde allí se podrán pelear estas y más batallas que vendrán, de una forma unificada, controlada y eficaz.
Mucho que ganar, mucho más que perder
Depende de la comunidad vichera, de la gente negra del pacífico y del estado colombiano el desenlace de esta historia.
Por un lado, podemos tener un panorama triste y desolador, en el cual, las cosas siguen el curso que llevan, y el viche será monopolizado por marcas gigantes de apropiadores, como Montemanglar. Un escenario en el cual la gente negra seguirá en la miseria, escondida en la selva, fabricando viche en condiciones inseguras, vendiéndolo a precio de huevo para alimentar a las élites de las capitales, y los bolsillos de los intermediarios. O peor aún, ante un escenario en donde el viche ya no sea rentable, o no puedan apropiárselo, las multinacionales podrían accionar el plan “Intoxicación” y aprovecharían la antigua fama del viche para explotar o generar un caso de intoxicación masiva con el producto, lo cual le borraría cualquier posibilidad de éxito en el mercado nacional o internacional.
Pero no todo es malo. Hay un futuro en el que ganamos. Una posibilidad en millones, difícil pero real.
Un futuro en el cual, el viche es un motor económico para el desarrollo de la gente negra del pacífico, y para el país. Una visión afrofuturista, en la cual encontraremos en medio de los territorios más y mas plantas de viche, no más sacatines, no más persecución. El viche y su producción generará empleos de calidad, beneficios para sus comunidades, impactando de manera permanente en la calidad de vida de las comunidades, será la mejor alternativa ante la ilegalidad y la violencia. Los turistas llegarán no a “salvar” sino a maravillarse con lo que la gente negra ha podido hacer en medio de las hermosas selvas del pacífico, un desarrollo en sus propios términos, una bebida ancestral con el potencial de cambiar no solo sus vidas, sino de impactar en el mundo. La comunidad vichera, productores, envasadores y transformadores, alineados con metas en común, llevando al viche y a las tradiciones del pacífico colombiano al lugar que les corresponde.
Un día en el que el viche no será más guerra, sino paz y libertad.
Bibliografía
- Licitación Ruta del Viche – SECOP II https://community.secop.gov.co/Public/Tendering/OpportunityDetail/Index?noticeUID=CO1.NTC.4932603&isFromPublicArea=True&isModal=False
- Acciones de la SIC sobre “Viche del Pacífico” https://www.sic.gov.co/noticias/sic-protege-practicas-ancestrales-del-litoral-pacifico-colombiano-y-cancela-la-marca-viche-del-pacifico
- Sentencia C-480/19
- Investigación Revista Mutante https://www.mutante.org/contenidos/madurando-la-ley-del-viche-parte-2-las-botellas-de-la-discordia/
- Adquisición Don Julio https://expansion.mx/negocios/2014/11/03/diageo-compra-a-tequila-don-julio
- Compra de Mezcal Unión https://enalimentos.lat/noticias/4781-diageo-completa-adquisicion-de-casa-union-mezcal.html