El eterno retorno de un país que no puede vivir en paz

Así es el eterno retorno de un país que no puede vivir en paz

El discurso de Petro incomoda: ¿a quién?, ¿al campesino?, ¿al obrero?, ¿al pensionado? No, a los que, por ejemplo, romantizan la explotación laboral...

Por: Alan Valencia Mesa
octubre 18, 2024
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Así es el eterno retorno de un país que no puede vivir en paz

"De todas las flores que sembramos, solo quedan unas encendidas".
Natalia Lafourcade

Las calles en Tumaco se llenaron de alegría, los ancianos/as derramaban lágrimas de esperanza, los/as jóvenes hacían sonar los pitos de las motos mientras bailaban, los/as niños vislumbraban la felicidad de sus padres sin entender aún que sucedía. Significaba la llegada de algo nuevo, simbolizaba la ilusión de un territorio olvidado, que por fin veía en el alba una oportunidad para salir de la caverna y observar la luz. Era la hora del pueblo, el fin de la barbarie, el comienzo del cambio… Para la comunidad tumaqueña, los más de once millones de votantes y el mundo entero, había comenzado la era del cambio político y social, o de lo que denominó el actual gobierno, la era de la "Potencia mundial de la vida"; el árbol de la paz se había iluminado nuevamente, y después de un largo y nefasto otoño plagado de corrupción, sangre e impunidad, aquel 19 de julio del 2022, a ese siempre bello, pero olvidado árbol, le habían vuelto a salir hojas.

Las muertes de María Cano, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, el exilio de Aida Avella, el genocidio de la UP, los acuerdos de paz, todo parecía haber tenido sentido; lo habíamos logrado, lustros de lucha habían llevado a este momento y bajo el lema de "Mi nombre es Gustavo Petro Urrego y quiero ser su presidente", Petro se consagraba como el primer mandatario de izquierda en la historia de un país acostumbrado a la muerte, la destrucción, el miedo y el silencio, es decir, acostumbrado a la extrema derecha. Gustavo había llegado como una bocanada de aire fresco para solventar la profunda crisis de un país asfixiado por la sangre de su historia. Bajo las promesas de unidad y cambio, parecía que por primera vez la teoría y el discurso pasarían a la práctica; por fin daríamos los primeros pasos para alcanzar el sueño inacabado de la paz. Todo era bueno. ¿Qué podía salir mal?

El gobierno del cambio, ha tenido que enfrentar y superar los inmensos oleajes de sus contradicciones internas, la clase tradicional, el congreso, el periodismo, el poder judicial entro otros factores que, con más o menos razón, han dificultado y criticado el actuar del presidente, quien ha tenido que soportar la creación de una narrativa que lo señala de “energúmeno, oscuro, siniestro, narcisista, paranoico, gurú, mesías”, entre muchos adjetivos más, una narrativa plagada de chismes, carente de hechos y profundidad, en la que su vida personal se ha convertido en material suficiente para los que se suponen hacen “análisis del gobierno”, en fin una narrativa que dibuja al óleo el retrato de un monstruo nefasto y despiadado, un monstruo que se ha dejado enceguecer por el poder, olvidando sus principios e ideales, un déspota al cual “no le gusta que lo vigilen”. Pero a esta narrativa hay que agregarle algunos elementos que personajes como Vicky Dávila, María Fernanda Cabal, Miguel Uribe y recientemente el ilustre intelectual Mario Mendoza, quien ha sabido estar a la altura de la capacidad analítica de los anteriormente nombrados, olvidan.

Petro es un monstruo que ha cometido barbaridades tales como apoyar la Universidad pública y respetar su democracia, un monstruo horroroso capaz de intentar dignificar a los trabajadores, pensionados y campesinos, un “narciso” que defendió a su hija de la ignorancia y la opresión, un “siniestro” que pone la vida de los/as niños/as de la Franja de Gaza por encima de la conveniencia geopolítica y económica de apoyar un genocidio, un paranoico que ha tenido enfrentarse a la persecución, las amenazas y la vulneración de derechos por parte de la institucionalidad, un “indisciplinado y delirante” capaz de sentarse y darse la mano con aquel que mientras quería matarlo, entraba al congreso de forma alevosa y victoriosa, atrincherado y aplaudido por los supuestos defensores de la institucionalidad, la democracia y la nación. Son estos los fragmentos que ignoran aquellos que buscando formar un "perfil de Petro" no hacen más que reproducir un análisis sesgado, dañino y plagado de falacias Ad hominem (contra la persona) , replicando la crítica carente de amplitud y perspectiva ofrecida por las clases y los medios hegemónicos del país, pero esto lo ilustra de mejor manera en su reciente artículo Mario Mendoza, quien hablará por experiencia propia al decirnos que "Cuando uno es incapaz de construir solo le queda una opción: destruir".

Efectivamente, el presidente ha cometido y seguirá cometiendo errores que hay que señalar y cuestionar. Pero estos errores no son, ni pueden ser, el único criterio para categorizar el actuar del mandatario y menos aún para encasillar el programa de país de todo un gobierno conformado por más individuos. El análisis unidireccional y falaz de aquellos que al parecer reducen un programa de Nación a lo que dice o no dice el presidente durante su rueda de prensa es sumamente lesivo y deteriorante para todos aquellos que intentan darle luz al árbol de la paz con el fin de que no continúe perdiendo sus hojas.

La historia de la política de este país es la de reconocer y oponerse al distinto, al incómodo, al "enemigo". La política de este país ha representado la represión y aniquilación de la "amenaza". El discurso de Gustavo Petro, más que polarizar, incomoda, ¿a quién?, ¿al campesino?, ¿al obrero?, ¿al pensionado? No, incomoda a los que romantizan la explotación laboral, a los que votan en contra de la dignificación del campesinado, a los que han dedicado su vida a catalogar a sus opositores como "comunistas" o "delincuentes", a los que adelantan procesos judiciales estando acusados de feminicidio; a ellos son los que más les incomoda el discurso de un polarizador que no ha hecho más que entregar su vida a defender a "los nadies" o como dice Eduardo Galeano "aquellos que valen menos que la bala que los mata". ¿Esto quiere decir que el presidente haga todo bien? , no, efectivamente existen problemas que deben ser recriminados con la rigurosidad y profundidad correspondiente, porque tal como señala Mario Mendoza “toda la corrupción que le criticamos a la derecha no se la podemos permitir a la izquierda”, pero analizar al presidente Petro con la misma vara de aquellos “siniestros” que lanzaron sin pensarlo dos veces al ESMAD a las calles para asesinar a jóvenes durante el estallido social, aquellos “paranoicos” que compran softwares multimillonarios para controlar a sus opositores, aquellos “delirantes” que hasta el día de hoy nos dan mas de 6.402 razones para no olvidar, o aquellos “mesías” que decidieron pasar por encima de la constitución para reelegirse, es injustificado, ignorante y carente de historia.

Aquellos intelectuales que entregan su ímpetu y esperanza a un hombre son las primeras en resignarse a continuar siendo lo mismo, sin darse cuenta de que atacar al gobierno de Gustavo Petro desde una sola cara constituye el trabajo más vago, decepcionante y cobarde que pueden realizar aquellos/as que supuestamente creen en el cambio, olvidando los avances

realizados por el propio gobierno y las vidas de miles que han dejado de ser individuos para intentar convertirse en las causas del pueblo. Mientras nuestros "más destacados personajes" no sean capaces de construir en la medida que critican y entregar a la sociedad análisis de fondo sobre las problemáticas del país, solo continuarán marcando el eterno retorno al destino de un país que no puede vivir en paz.

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