Transcurría el año de 1920 en la gran Antioquia, una sociedad marcada por las desigualdades sociales y el conservadurismo, en la que solo las mujeres solteras podían trabajar, pues las casadas debían hacerse cargo de sus hogares. Ese año, una mujer trabajadora de veinticuatro años, María Betsabé Espinal (25 de septiembre de 1896 – 16 de noviembre de 1932), hija natural de Celsa Espinel, alborotó las bases morales de tan distinguida sociedad y puso en el centro de la discusión las condiciones laborales de los trabajadores de la industria textil, y especialmente de las mujeres.
El oficio de hilandera de Betsabé, en la Fábrica de Tejidos de Bello, la más importante del país, la llevó a vivir junto con sus compañeras obreras los desequilibrios de la sociedad del momento: tratos abusivos de funcionarios administrativos con las trabajadoras, abuso sexual por parte de los capataces y peores condiciones de trabajo que las de los hombres, al ser obligadas a laborar descalzas y recibir menores salarios que el personal masculino.
La Fábrica de Tejidos de Bello, absorbida posteriormente por Fabricato, fue fundada en 1904, pero solo inició operaciones cuatro años después, según relata José Guillermo Palacio Patiño en El Colombiano. El gran accionista y gerente era don Emilio Restrepo Callejas, quien nació en una distinguida familia antioqueña, fue concejal de Medellín, latifundista y era primo hermano del expresidente de Colombia, Carlos E. Restrepo (1910-1914).
Luego de varios intentos, el 12 de febrero de aquel 1920 estalló la huelga de más de 400 obreras en Bello, Antioquia. De acuerdo con el historiador y columnista de El Espectador Reinaldo Spitaletta, quien publicó el libro Betsabé y Betsabé, esta mujer y sus compañeras estrenaron el derecho de huelga aprobado por la ley 78 de 1919, con lo que se puede decir que esta fue la primera huelga del país.
Estos fueron sus principales reclamos:
- Despido de dos funcionarios administrativos por tratos abusivos con las trabajadoras, y de capataces acusados de abuso sexual.
- Que, como a los hombres, se les permitiera trabajar con alpargatas y no descalzas.
- Incrementos salariales, en un contexto de bajos salarios y disparidad salarial frente a sus pares masculinos.
- Mayor tiempo para el desayuno y el almuerzo.
La “Huelga de Señoritas”
El Espectador, El Correo Liberal y El Luchador, entre otros diarios del momento, documentaron los hechos. Conocida como “La Huelga de Señoritas”, “la empresa les exigía que no fueran mujeres casadas y mucho menos madres solteras sino señoritas, que era el término que se les daba en los tiempos en los que había un modelo mariano en el que las mujeres, si no se casaban, se dedicaban a mantener la castidad y las virtudes de la Iglesia”, apunta Spitaletta cuando se le pregunta sobre el tema.
La huelga liderada por Betsabé fue la primera del país, la primera organizada por mujeres en Colombia y la segunda de Latinoamérica, antecedida por la de la fábrica textil Cotonificio, en el estado brasilero de San Pablo, en 1917. Duró tres semanas, del 12 de febrero al 4 de marzo de 1920, y logró la reglamentación de todos los reclamos.
Estalló la huelga
Por su parte, Palacio Patiño, narra los detalles de esta historia. Cuenta que el salario de las mujeres obreras oscilaba entre $0,40 y $1 por semana de trabajo, en jornadas de 12 horas que iban de 6:00 a. m. a 6:00 p. m., y que las trabajadoras tenían solo media hora para almorzar. Los empleados hombres, por su parte, recibían un salario significativamente más alto. “Por el mismo oficio, los hombres ganaban entre $1 y $2,70”, relata.
Además, a las obreras se les descontaba parte de su salario “por llegar tarde, enfermarse sin avisar, pararse para ir al baño, dañar una lanzadera, distraerse…”, prosigue Palacio.
Ese 12 de febrero, a las 8:00 a. m., Betsabé alzó su voz: “Compañeras muchachas, nos declaramos en huelga, porque nos oponemos a que siga existiendo acoso sexual, no estamos de acuerdo con seguir trabajando descalzas, necesitamos que nos permitan llegar calzadas, necesitamos que el oprobioso sistema de multas se suspenda y que se nos aumente tanto el ingreso económico de salarios, como los horarios de desayuno y almuerzo”, puede leerse en el recuento hecho por Palacio.
En la prensa de la época se relató que, ante el llamado, las obreras se unieron a las proclamas, mientras los hombres volvieron a sus sitios de trabajo. El segundo día de huelga, la mayoría de los hombres suspendió actividades, de manera que la Fábrica de Tejidos de Bello tuvo que parar su producción por la significativa ausencia de mano de obra. Haciendo uso de su memoria, Reinaldo Spitaletta narra para este medio que la mayoría de trabajadoras eran mujeres. “Esta era más o menos la proporción: 400 mujeres y 100 hombres en la fábrica”.
Pero Betsabé no era la única líder de la protesta. Junto a ella estaban Teresa Tamayo, Adelina González, Carmen Agudelo, Teresa Piedrahíta y Matilde Montoya, quienes hacían parte del comité de paro. En los primeros días de la huelga, estas mujeres viajaron a Medellín para visitar la prensa, pues su influencia en las decisiones que tomarían los gobiernos nacional, departamental y municipal era innegable.
Gracias a las acciones llevadas por el comité, parte de la historia quedó registrada en la prensa de la época, que se convirtió en un importante apoyo para la consecución de sus reclamos. Sobresale el caso de “El Curioso Impertinente”, un periodista de El Espectador que expresó públicamente lo siguiente: “Honor a esos cientos de jovencitas que han tenido la locura galante y fértil de confrontar la resistencia y furia del capital, sin más equipaje que una buena porción de rebelión y dignidad… Cómo no secundarlas si son heraldos de una provechosa transformación social”.
Por su parte, las palabras de Betsabé quedaron consignadas en las páginas de algunos diarios: “No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad y nuestra energía”, relató.
Las mujeres también lograron el apoyo de los diarios El Espectador y El Correo Liberal, los cuales desarrollaron una campaña para recolectar víveres en Medellín, con lo que la huelga se sostendría los siguientes días.
Tras el apoyo de una parte del periodismo, los reclamos de las mujeres alcanzaron el despacho del presidente de la República, Marco Fidel Suárez, quien se mostró preocupado. Incluso, el primo hermano de don Emilio Restrpo, el expresidente Carlos E. Restrepo, manifestó su rechazo a las condiciones de trabajo de las mujeres en la fábrica.
El día 21 de huelga, “gracias a la mediación presidencial, del gobernador Ospina, el arzobispo de Medellín, Manuel José Caicedo y líderes empresariales, se logró un acuerdo. Las obreras recibirían un aumento del 40% en salario, la jornada laboral bajaba a 10 horas, subía el tiempo para almorzar, las obreras podrían usar zapatos en la fábrica, igual que los hombres, y fueron despedidos, de manera ‘fulminante’, el acosador Velásquez y los dos administradores”, relata Palacio.
El legado de Betsabé se resiste a desaparecer
A pesar de haber liderado una de las primeras huelgas del país y de haber tenido éxito en sus demandas, la figura de Betsabé Espinal es poco conocida. La escritora Ángela Becerra, autora de la novela Algún día, hoy, que se basa en la huelga liderada por Betsabé, le contó a BBC Mundo algunas razones por las cuales se cree que la figura de Betsabé cayó en el olvido durante años.
“Son muchos factores. Uno de ellos es que ella luchó contra un poder político muy fuerte: uno de los dueños de la fábrica era el gobernador de Antioquia, que luego fue presidente de Colombia; otro era dueño de más de la mitad de Antioquia y del país… y también estaba el poder clerical”, explica Becerra.
Por otra parte, al mes de liderar la protesta fue despedida de su trabajo. De acuerdo con Becerra, esto incidió en que lentamente fuera “quedando marginada”. No haberse casado, en una sociedad conservadora como la antioqueña, seguramente fue un factor adicional.
Después de salir de Bello, tras ser despedida de la fábrica, se trasladó a Medellín. En esa ciudad murió el 16 de noviembre de 1932, a sus 36 años. Spitaletta cuenta que hay al menos dos versiones sobre su muerte. Según lo que conversó en sus años universitarios con una de las huelguistas, Betsabé, una mujer de cabellos fuertes y largos, murió ahorcada con sus propias trenzas mientras estaba en el baño. Otra versión, más extendida e incluida en el cubrimiento de la noticia —de dos líneas— del diario La Defensa, falleció electrocutada en sus esfuerzos por intentar arreglar un cable de energía que cayó en la calle.
En los últimos tiempos, la figura de Betsabé ha sido rescatada por distintos actores, organizaciones sindicales, feministas y las plumas de Reinaldo Spitaletta, Ángela Becerra y José Guillermo Palacio Patiño. Tras su muerte, la narrativa de Palacio y Becerra se une para ubicar y retratar el fin de la historia. En la voz de Palacio se puede leer: “En su libro Algún día, hoy, Becerra la despide con una intensa narración de amor y flores poéticas. Su tumba fue sellada en 1932. Solo unas cuantas personas la acompañaron a su morada final. Un mes después las campanas de la iglesias de Medellín y Bello doblaron a duelo. Anunciaban la muerte de don Emilio Restrepo Callejas, su sepelio fue masivo. Antioquia despedía a uno de sus grandes padres”.
|
Más noticias en: Twitter: @PortalMasColInstagram: @PortalMasCol Facebook: PortalMasCol |