Muchas veces me han preguntado ¿para qué sirve estudiar insectos?, ¿para qué describir nuevas especies? o ¿por qué estudiar la diversidad de grupos de organismos específicos que comúnmente pasan desapercibidos? También me han preguntado sobre la utilidad de un organismo en particular. Identificamos diferentes funciones ecológicas de los organismos en los ecosistemas, y esas funciones son estudiadas de forma precisa en el ámbito de la biología. El inconveniente es que esas preguntas no son de carácter biológico sino antropocéntrico. Ese tipo de interrogantes tienen una connotación utilitarista, en donde todo lo que existe debe tener un fin, un propósito a los ojos del ser humano. Puede ser que eso esté conectado con lo que siempre nos están recalcando desde pequeños, que debemos ser útiles a la sociedad, no felices, sino útiles. A pesar de los años, y de las muchas veces que me han preguntado sobre el mismo asunto, creo que nunca supe dar una respuesta acertada con la cual me sintiera a gusto.
La sociedad en la que vivimos, y toda la diversidad de formas de la misma, con todos sus conceptos, ideas y prejuicios, es una construcción cultural, y sin embargo tendemos a creer que es real. Con esa clase de preguntas sobre la utilidad cuestionamos la existencia de seres que si son reales, de diversos grupos de organismos que son más antiguos y más exitosos evolutivamente que los humanos. Seguimos pensando tal como el doctor Pangloss, en el Cándido de Voltaire, quien dijo que la nariz surgió para sostener las gafas. Análogamente creemos que todo lo que existe debe estar a nuestro servicio. Pero tendría que ser lo contrario, que nosotros, seres con conciencia, deberíamos estar al servicio de la naturaleza. A pesar de esto, escuchamos a diario noticias sobre la extinción de especies, la pérdida de bosques, contaminación ambiental, y sobre otra porción de hielo que se desprendió en la Antártida, entre otras muchas desventuras, y parece que no fuera con nosotros. No se toman las medidas necesarias que de verdad frenen el deterior del planeta y la perdida de especies. Así mismo, tampoco existe una decisión política real que soporte la investigación a largo plazo que permita conocer esa diversidad de la que parecemos tan orgullosos, pero que poco conocemos.
Ayer encontré la respuesta que tanto he deseado dar, así solo sea una respuesta para mí, y es una respuesta bajo la luz del valor de la existencia misma: la existencia de cualquier ser vivo, e incluso, la permanencia de elementos no vivos, depende irremediablemente de las interrelaciones con el ambiente y con otros seres que coexisten en un mismo instante. Diferentes fenómenos están sucediendo al mismo tiempo. Ahora, en este exacto momento, billones de seres estamos respirando. En este mismo instante, billones de organismos nacen, caminan, respiran, vuelan, se reproducen y mueren en el planeta. Y así como nosotros realizamos diferentes actividades en nuestro día a día, cuya utilidad es relativa, también todos los organismos están realizando actividades que se relacionan a su propia naturaleza, y a la vez modificando el medio en el cual viven y la vida de otros. Este exacto momento en el que existimos, en el cual usted está leyendo este escrito, bajo estas condiciones, en las cuales la especie Homo sapiens habita la faz de la Tierra, es un momento único e irrepetible. Tal como lo resume un principio budista, tres mil mundos en un único momento de la vida. Billones de vidas y fenómenos ocurriendo al mismo tiempo. Existe una dependencia recíproca latente instante a instante. Por experiencia como humanidad, sabemos que cambios drásticos de diferente naturaleza afectan nuestro bienestar y hasta nuestra sobrevivencia como especie. Si los dinosaurios no se hubieran extinguido, tal vez los mamíferos no se hubiesen diversificado, y no existiríamos. Somos una especie, que al igual que el resto de especies, depende de la fragilidad de eventos biológicos, climáticos y ambientales.
Nosotros, los únicos seres con conciencia de nuestra propia vida y muerte, con la capacidad de elaborar explicaciones lógicas sobre las relaciones entre los distintos elementos del universo, y de entender nuestra relación con el mismo, utilizamos las habilidades cognitivas para explorar y conocer lo que nos rodea, simple y llanamente porque hacemos parte de esta versión de la historia. Con nuestras habilidades cognitivas conocemos los fenómenos de la naturaleza que suceden dentro y fuera de nosotros, y también nos acercamos a aquellos seres todavía extraños que habitan los bosques, los mares, y hasta nuestras viviendas. Para los biólogos es muy claro que el estudio de la diversidad y ramas como la taxonomía y la sistemática son básicas para entender la naturaleza, sin embargo, fuera de las ciencias naturales, en especial, para la mayoría de la ciudadanía y para los responsables por la toma de decisiones en el país, la realidad de la interdependencia y del valor de la existencia no se refleja tan fácilmente en el comportamiento, forma de pensar y vivir. Estamos inmersos en un mundo de ideas en donde lo útil, el desarrollo económico, la modernidad y el progreso priman sobre lo que realmente es el bienestar y la existencia. Tenemos que aprender nuevamente a relacionarnos con la naturaleza y a plantear preguntas diferentes sobre ella. Es importante recordar constantemente que debemos conocer y entender la diversidad de la vida porque así como nosotros existimos, otros seres también existen.
