Tratando de averiguar quién fue el culpable, de que cuando en las pasadas elecciones presidenciales, era el más firme candidato a derrotar al uribismo -y además de impulsar la educación, la ciencia y la investigación, por lo menos se había comprometido a sacar adelante y no a sabotear los acuerdos de paz con las FARC-, a finales del año pasado, en furtiva entrevista que logré con Fajardo, al preguntarle por la razón de haber rechazado hace cuatro años el apoyo del partido liberal y de Humberto de La Calle, me contestó que él no lo rechazó, que él se opuso al expresidente Cesar Gaviria.
De nuevo me asalta la duda y no tengo la certeza de quién miente, pues en la entrevista que le hace Yamid Amat a Gaviria, publicada en El Tiempo del domingo 30 de enero, sobre el mismo tema, dice: “Yo he tenido dificultades con el señor Fajardo. Hace cuatro años nos mandó a decir con Humberto de la Calle que él ni quería ni necesitaba el apoyo liberal. Y eso fue lo que hicimos. A comienzos del año le reiteró a Daniel Samper Ospina que su posición seguiría siendo la misma. Los liberales le han tomado antipatía y todavía estamos esperando que presente una propuesta sobre lo que él haría si gana”.
En ese entonces, asumiendo una posición de “superioridad moral y pureza ética” con relación a sus rivales que encarnaban “la corrupción”, y envanecido por la arrolladora ventaja que le daban las encuestas, el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, ayudado por la frescura que irradiaba de melenudo galán de telenovela, se dio el lujo de rechazar el apoyo liberal que le costó el paso a la segunda vuelta por cerca de 250.000 votos y en su despecho prefirió irse a ver ballenas.
Y así nos condenó a soportar cuatro años del desastre duquista, marcados por la agenda elitista de quitarles impuestos a los ricos para clavarles el IVA a la clase media y los pobres y mantener la violencia que le impuso al país, al obedecer las órdenes de su ubérrimo caudillo y los ultras del Centro Democrático, cuando se propusieron “hacer trizas el proceso de paz” e instaurar una dictadura con careta democrática.
Todo lo anterior para apropiarse de los pesos y contrapesos del poder del Estado, y cerrando su nefasto período con una ley de Seguridad que nada tiene que envidiarle al pinochetesco Estatuto de Seguridad, que en 1978 impusieron a Turbay Ayala, Camacho Leiva y sus generales, cuando le dieron un golpe de Estado de hecho, aunque por aparentar lo dejaron que siguiera actuando como si fuera el presidente.
Pasados cuatro años y después que lo desgastó la investigación que desde la Contraloría le montó Felipe Córdoba, el paisano de Cesar Gaviria, y no tiene tanta fuerza en las encuestas, ya no sólo es el mermado Fajardo el que impide la unión de la coalición Centro Esperanza.
De nuevo el partido liberal y sus luchas internas también influyen en la elección presidencial, pues por rechazar el apoyo de este partido, presionado por los precandidatos de la coalición Centro Esperanza, Alejandro Gaviria perdió posibilidades de puntear en la coalición, la que se ha desdibujado al desbordarse los egos de los 7 enanitos, que en vez de presentar propuestas claras y convincentes se dedicaron a pelear entre ellos.
El aparatoso, traicionero y calculado aterrizaje de la afrancesada Íngrid Betancourt, montada en la escoba, además de dejar de nuevo al serio y de talla presidencial Humberto De La Calle colgado de la brocha encabezando la lista de Oxígeno Verde para el Senado, acaban de condenar a la coalición a la desesperanza y ver a la embarrada Blanca Nieves de Colombia, desde la barrera, pues tal como van las cosas, serán Petro y el candidato de la derecha quienes se la disputen.
Mientras tanto Humberto De La Calle está en la disyuntiva de continuar o renunciar encabezando lista al Senado y el viejo zorro de Cesar Gaviria ve la pelea de gallos desde la barrera, esperando los últimos espuelazos para apostarle al de más arrestos, que como pintan las cosas es Petro.