No se trata de un mal augurio sobre el futuro de una ciudad que necesita revivir. De lo que se trata es de advertir lo que sucederá si el manejo de lo público continúa como va. Muchos analistas ya advierten cómo los habitantes de la capital del país caímos en una sin salida que, si no se sigue denunciando, se acaban las esperanzas de un viraje positivo en la situación de Bogotá. No es políticamente correcto —para ponerlo en el lenguaje que los actores de esta situación entienden— que las decisiones que ya toman todos los funcionarios del nuevo alcalde, caigan en la trampa de reproducir el enfrentamiento entre Petro y Peñalosa. Inaudito que ambos, a quienes esta ciudad les dio la oportunidad de llegar a su máxima magistratura, sometan a 8 o 9 millones de ciudadanos a presenciar una confrontación entre dos supuestos líderes, simplemente por egoísmos personales.
Claramente Peñalosa debe dedicarse a cumplir sus promesas de campaña porque por eso lo eligieron. Pero además es necesario recordarle que ahora es el alcalde de todos los habitantes de esta ciudad y no solo de quienes votaron por él. Que no se le olvide. Petro, que ya fue alcalde, lo mínimo que puede hacer es no seguir construyendo su carrera política a la cual tiene todo el derecho, solo convirtiéndose en la piedra en el zapato del nuevo alcalde.
Algunos de los nuevos funcionarios
ya entraron en esa onda peligrosa e inaceptable
de la pelea entre Peñalosa y Petro
Por experiencia propia, puede asegurarse que algunos de los nuevos funcionarios ya entraron en esa onda peligrosa e inaceptable de la pelea entre Peñalosa y Petro. Así, asumieron esa confrontación despreciando y enterrando todo lo que se hizo en la administración anterior, sin siquiera revisar la existencia de contratos vigentes, y botando a la basura recursos invertidos por su institución, sin medir las consecuencias. En esos casos, la frase "no nos interesa" es inaceptable cuando que trata de cumplir y terminar compromisos adquiridos, a pesar de haberse iniciado durante la era Petro.
Borrón y cuenta nueva no puede ser la consigna de la administración Peñalosa. Más que una orden que no daría un alcalde sensato esas acciones se ven más como lambonería de unos nuevos funcionarios que se creen dueños del puesto, que no asumen su responsabilidad como servidores públicos, y que ponen en riesgo a sus instituciones. Esto lo que significa es que no se pueden descartar ni los productos que pueden contribuir al bienestar de la población ni los acuerdos adquiridos simplemente porque vienen de la administración del supuesto contrincante.
Si la permanente confrontación entre Peñalosa y Petro no se acaba, y si los empleados públicos recién llegados al manejo de Bogotá no cambian su actitud solo para acabar con el pasado cueste lo que cueste, la transición entre la vieja administración y la nueva hundirán la ciudad sin chance de salir de su precaria situación. Es más, se perderá la oportunidad de oro que tiene el equipo Peñalosa de continuar con lo bueno y remediar lo malo de periodos anteriores. De seguir con esa peleadera, pagarán la cuenta primero los ciudadanos que habitan en esta ciudad pero también se quemarán los dos líderes involucrados. De paso, arrastrarán con ellos a una serie de gente capaz que llegó a sus nuevos cargos con el complejo de Adán.
Peñalosa y Petro son lo suficientemente viejos y toreados en política como para no dejar atrás estas actitudes inmaduras, impropias de quienes en el fondo quieren llegar a la Primera Magistratura del país. Así no es.
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