Cristian Camilo Rincón no sabía qué hacer después de haber matado en el centro comercial Unicentro con dos disparos en la cabeza a Érika Aponte, la mujer con quien convivió durante 11 años. Érika era la mamá del hijo de ocho años que tenían en común.
Al verla en suelo sin vida tomó la decisión de acabar también con la suya. Se le veía angustiado y desubicado. Se acercó el arma a la cabeza y la accionó, pero la pistola no sirvió. El arma, que aún nadie sabe de dónde la sacó, se encasquilló.
Rincón se arrodilló junto al cuerpo de la mujer ensangrentado y haló el gatillo una segunda vez. La pistola seguía sin funcionar. No tenía mucho tiempo antes de que la policía llegara al lugar y le impidiera matarse así que volvió a mover la recámara. El sonido ensordecedor de un quinto disparo, el último, dio cuenta de que había logrado destrabar la pistola.
Esa última bala la incrustó en su cabeza. No murió al momento, como si había muerto la joven Érika Aponte, de 26 años. Cristian fue levantado de la sangrienta escena y trasladado a la clínica Santa Fe. Los médicos intentaron salvarle la vida, pero todo fue en vano. Murió en la madrugada de este lunes.
Érika ya había denunciado a su expareja por violencia. El jueves pasado había llamado a la Línea de vida de la Secretaría Distrital de Integración Social, en la que contó su situación y dijo que estaba siendo víctima de violencia por parte de su expareja y padre de su hijo.
Hacía dos meses se habían separado. Desde cuando habían quedado embarazados habían vivido en Usme, al sur de Bogotá, en la casa de los papás de Cristian Camilo. Él era un hombre conflictivo, celoso y posesivo. Los problemas se hicieron presentes con afán. La relación, aunque intentaron llevarla bien, era un infierno, más en los últimos años.
Hace dos meses Érika tomó la decisión de irse de la casa de sus suegros. Tuvo que dejar a su hijo en casa de sus suegros. La ida de ella, subadministradora de Jeno´s Pizza, molestó mucho a Cristian Camilo, quien desde que ella se fue la instigaba para que regresara a su lado.
Érika se fue para Soacha, donde vivía su papá y su hermana. El hombre la buscaba casi todos los días, por eso ella tuvo que denunciarlo. Érika le tenía miedo. Ella lo conocía bastante bien y sabía que el hombre podría hacerle daño. Después de su llamada a la Secretaría de Integración Social, le ofrecieron irse a vivir en el refugio para mujeres violentadas. No aceptó. Al parecer le dijeron que le iban a dar seguridad, pero eso nunca llegó.
Desde hace un par de años Cristian Camilo era conductor de un alimentador de Transmilenio. Toda su vida había sido conductor de busetas y buses. Aunque el pasado domingo Cristian Camilo tenía día libre, se puso el uniforme de conductor de Transmilenio para pasar desapercibido mientras se desplazaba de su casa en Usme, hasta el centro comercial Unicentro, en el norte de Bogotá, en la calle 127 con carrera 15. A donde llegó a las 5:35 de la tarde, quince minutos antes de asesinar por la espalda a Érika Aponte, la mamá de sus hijo, con dos tiros en la cabeza.
“Si no eres para mí no eres para nadie”: así fue el asesinato de la mujer en Unicentro