Viendo un reciente programa de televisión surgió el tema de esta columna. Ya venía yo con la inquietud muy adentro de mí, pero al escuchar las palabras “limpieza social” estas hicieron brotar todo lo represado. Aunque voy a mezclar muy diversos hechos, todos tienen para mí un común denominador, son asesinatos que se disfrazan con nombres falsos, para tranquilizar conciencias.
Limpieza social. La palabra limpieza nos evoca siempre algo bueno, lo que evita enfermedades, males. Cuando limpiamos estamos haciendo el bien. ¡Qué mal nombre!, cuando se aplica a los asesinatos de personas indigentes, que no trabajan, que piensan diferente, cuyas costumbres y hábitos no son los nuestros y repudiamos. Como si eliminar un ser humano convirtiera a la sociedad en pura, honesta y “limpia”, así utilice un acto tan vil como matar.
Falsos positivos. La manera de desviar la mirada del ciudadano común ante un vil asesinato por parte de la fuerza pública no tiene parangón en este nombre. ¿Será que quieren librarse de la responsabilidad legal que implica cárcel por muchos años? Pareciera que sí. Y los dejamos al seguir utilizando estas dos fatídicas palabras juntas, “falsos positivos”, cuando lo que hay es intolerancia convertida en violencia y perpetrada por quienes supuestamente nos protegen, ¿de qué? Pues de ellos no, claramente.
Violencia Política. Asesinato de derecha o izquierda; ultra-derecha o ultra-izquierda. El miedo de quienes lo hacen es tan grande y la falta de recursos humanos es tan enorme, que no ven opciones diferentes que eliminar a sus “oponentes”. Qué pobreza de seres humanos quienes lo planean, lo mandan y lo ejecutan.
Pena de muerte (también la ley de fuga). Es asesinato como falla de la humanidad por transformar a un ser humano que sufre y que por lo mismo hace actos de maldad. La sociedad no fue capaz de movilizarlo hacia la bondad. Cárcel, restricciones, castigos no son para nada un buen medio de rehabilitar a persona alguna. Las oportunidades sí.
La guerra es un asesinato masivo. Oriente Medio y demás guerras actuales son la proyección de los rasgos negativos comunes a una población. El miedo, la rabia, la intolerancia de los habitantes de una nación, en su pensamiento colectivo, son realmente la causa de ellas. No son los vecinos, es el encuentro de odios entre ambas naciones o grupos. Esto sucede en Colombia, el odio mutuo no superado nos mantiene alejados de la paz.
Tranquilizamos la conciencia al utilizar un sofisma de distracción en el lenguaje. Ponemos un velo con palabras a la realidad que incomoda y que recuerda que podríamos hacer mucho más por la justicia social y la equidad. Alejamos la responsabilidad que tenemos, responsabilidad que habita en el interior de cada persona al no trabajar más por el perdón, la reconciliación y la paz en sí mismo y en su núcleo más cercano: familiar, trabajo, amigos. Es en los actos íntimos, uno a uno, que conseguiremos construir armonía. Un edificio se levanta ladrillo a ladrillo, pongamos el propio con nuestro trabajo interior.
PD: Me uno al llamado de Piedad Córdoba, ojalá no comiencen a morir asesinados quienes se desmovilicen. Ojalá el perdón sea completo e incluso el olvido de las emociones negativas. Los hechos quedarán pero no rencores, ni la perpetuación del deseo de venganza.