El magnicidio de Luis Carlos Galán sucedió en medio de una época de violencia, desatada por un poder oscuro y criminal, como él lo denominó: el narcotráfico. Y sucedió en presencia de una sociedad amedrentada y a veces cómplice, unas fuerzas armadas en su mayoría compradas y sometidas, y en general una clase política y un Estado atemorizado, desatinado, desorientado e infiltrado. Antes y después de Galán fueron asesinadas miles de personas que lo acompañaron o que apoyaron y estuvieron de acuerdo con dar esa lucha, lucha que la mayoría del país no estuvo dispuesto a dar y por lo que Galán inexorablemente fue condenado a una muerte absurda y vil.
Recientemente el presidente de los colombianos, apelando a una frase de cajón, manifestaba en su cuenta de Twitter: “Los violentos asesinaron a Galán pero nunca su legado”. La verdad es que el legado político y humano de Luis Carlos Galán es amplio y profundo, y permanecerá en la historia y en la memoria de muchas gentes, en Colombia y fuera de ella. Sin embargo, un análisis de la situación actual deja muy mal parados a quienes en las siguientes etapas de la historia hemos debido ser los responsables de que dicho legado haya servido para algo, empezando por el presidente mismo. Revisemos algunos temas.
El legado de Galán enseña una valentía sin límites para enfrentar y convocar una lucha frontal para derrotar el narcotráfico, ya que lo veía como una amenaza no solo para la democracia, la economía y la vida, sino para la sociedad misma. Hoy el narcotráfico sigue siendo un poder más grande que el del presidente, el congreso, los gobernadores y los alcaldes. Con un agravante, la expansión sin límites del microtráfico que hoy ha incrementado de manera dramática el consumo interno, amenazando con destruir a nuestra juventud. La ausencia de compromiso y liderazgo para frenar el avance del narcotráfico hace hoy, como 30 años atrás, temblar a las sociedad y a las instituciones. Nada se le ha correspondido a Galán en ese clamor y hoy, como ayer, tenemos el problema y no tenemos desafortunadamente la valentía de nuestro líder inmolado.
Galán a través de su actividad política, desarrollada de manera eficaz por todo el territorio nacional, propuso y practicó una nueva forma de hacer política, denunciando la compra de votos y la utilización de la función pública y del presupuesto en favor de campañas políticas; buscaba que la actividad de los políticos y de los partidos sirviera para solucionar los grandes problemas de la patria y para fundar una nueva sociedad justa y equitativa. Treinta años después de su muerte en Colombia, la política no es ni la sombra de lo que soñaba Luis Carlos; todo lo contrario, la vieja política sigue imperando ya más añeja, más corrupta y más inútil que nunca. Hoy la clase política se encuentra sumida en la corrupción, la compra de votos es una práctica extendida a todo el territorio nacional, el presupuesto público y los cargos se utilizan para pagar favores políticos contrario a las convicciones de Galán, y el desinterés por solucionar los grandes problemas de la sociedad, incluido el narcotráfico, persisten en una clase política y en unos partidos que hacen caso omiso del legado del líder asesinado.
Galán en su actividad parlamentaria siempre fue acucioso en propender y proponer la eficiencia en la administración de lo público, en la actualidad la ineficiencia del estado ha hecho no solo acrecentar el déficit de las finanzas del gobierno central y entidades descentralizadas, sino que la burocratización, corrupción y el centralismo no permiten que los presupuestos públicos sirvan para solucionar los problemas de salud, educación, agua potable, etc., que aquejan a la mayoría del pueblo colombiano.
Galán propuso y encabezó una lucha frontal y sincera contra la corrupción, considerada un verdadero cáncer de la sociedad de esa época. Hoy la corrupción en todos los ámbitos, privados y públicos no solo, no se ha solucionado, sino que ha crecido y no ha encontrado una solución en los distintos gobiernos, y cuando la sociedad ha levantado su voz, el gobierno y la clase política han sido inferiores a ese clamor y a ese legado.
En su aspiración a la presidencia, Luis Carlos Galán propuso unificar la nación para conseguir una paz auténtica y perdurable. Hoy la unidad nacional es una utopía y los esfuerzos de paz se han detenido, desdibujado y deteriorado, pareciendo estar condenados a la violencia interna permanente, sin la capacidad de zanjar y sanar las heridas.
En su aspiración propuso igualmente acrecentar los recursos espirituales y materiales del pueblo colombiano. Hoy Colombia atraviesa como hace 30 años una verdadera crisis en sus valores, y millones de compatriotas están sumidos en la pobreza, en la falta de oportunidades y en su incapacidad para generar unos ingresos que les permitan vivir con dignidad.
Galán proponía conquistar e integrar a la vida nacional la totalidad del territorio, hoy el narcotráfico y la guerrilla apegada a él dominan casi todo el territorio nacional donde se ha perdido la soberanía y son los grupos al margen de la ley los que tienen el control de la mayoría de actividades ilícitas y hasta algunas lícitas, el microtráfico, la extorsión, las vacunas, parte del comercio, y parte de la política. Es así como en muchos territorios manda cualquiera menos quien por constitución debería mandar. El abandono y la pobreza en el campo sigue siendo uno de los problemas graves, agudizado por la violencia promovida por estos grupos que no han sido enfrentados debidamente por el estado.
A Galán le preocupaba que los recursos naturales, sobre todo el petróleo, el carbón y los demás minerales del subsuelo no fueran manejados y controlados por los colombianos, como es su derecho, hoy el gran debate nacional es la lucha de los territorios por ese manejo y control de los recursos, ante unos gobiernos centralistas que, al contrario del legado de Galán, propenden por la explotación desmedida y en contra de los intereses de los pueblos de proteger el agua, el medio ambiente y la vida.
Señor presidente: el legado de Galán está compuesto por unas ideas, propuestas y decisiones que ni usted ni la clase política, ni la actual sociedad ha tenido la valentía de asumir, promover y desarrollar en el momento histórico en el que el país más lo necesita.
La deuda con el legado del líder asesinado hace ya 30 años es mayúscula. Debe ser el presidente el encargado de iniciar esa lucha y empezar a pagar la deuda, para que realmente se pueda decir sin demagogia: “….Los violentos asesinaron a Galán pero nunca su legado”.