Arrugas, huella de la historia

Arrugas, huella de la historia

Con el frío a cuestas, que cala mis huesos y se apodera de mí, camino en las mañanas por algunas de las calles sonsoneñas. Aquí un relato

Por: Claudia Jimena Franco Martinez
julio 06, 2018
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Arrugas, huella de la historia
Foto: Wikimedia - CC BY 3.0

Miro hacia los lados con la extraña sensación de que me observan, como si me quisieran decir que no soy de este municipio y a lo largo de la caminata mis ojos se deleitan al ver que parte de la arquitectura que dejaron de herencia los colonizadores en su paso por Antioquia aún se conserva.

El olor a tapia pisada, a moho y a rincón viejo cuenta las muchas décadas que han visto anochecer y amanecer bajo el frío proveniente del cerro de las Palomas, aquellas edificaciones sin tener ningún cambio. Ellas hablan por sí solas y piden agritos atención. Además, en cada paso el particular olor a chunchullo frito, me trae el sentimiento atávico, cuando los sábados en las mañanas mi mamá nos daba este manjar con chocolate caliente, arepa recién hecha y mi hermana Sandra y yo jugábamos a ponernos anillos y después comérnoslos.

Recuerdo que algún día, alguien me dijo: “caminar por los extramuros de Sonsón es como estar en otra época, en otro mundo”.

Yo no lo había pensado de esa forma hasta que lo comprobé. Solo basta con recorrer la Carrera décima, desde las casas de tapia hasta el sector llamado La Subestación, y observar que el llamado “progreso” les ha dado la espalda completamente a todas las personas que viven en el sector, congelándolas en el siglo pasado. Algunas de sus calles aún son de piedra y el único transporte que se ve es el que yo llamo “la flota cagajón”. Decenas de mulas que caminan una detrás de la otra, con barro hasta la barriga, cargadas con cebolla, papa y varios de los productos que se cultivan en las fincas aledañas a este terruño sonsoneño.

Es contrastante y risible lo que siempre muestran de las ciudades y pueblos, en los medios de comunicación: solo la parte bonita. Sonsón no es ajeno a esta situación, en donde solo muestran las calles pavimentadas, los parques, museos e iglesias.

En estas calles, en medio del olvido, es admirable la resistencia a no dejar desaparecer las formas sociales auténticas que sus ancestros les dejaron, haciendo de esto testimonio vivo. Sus puertas y ventanas ajadas visten orgullosas llamativos colores y uno que otro calzón rojo o amarillo colgando de un alambre adorna el patio, haciendo conjunto con el palo de limón, la veranera y el surco de cebolla, en un desfile parsimonioso no libre de melancolía.

Leyendo un libro de colonización antioqueña de la biblioteca de la Casa de la Cultura Roberto Jaramillo Arango, me encontré con unas líneas del escritor y Premio Nobel 1990 Octavio Paz, y con las cuales estoy totalmente de acuerdo: “La arquitectura es el espejo de las sociedades. Espejo que nos presenta imágenes enigmáticas que debemos descifrar”. Es así como si queremos ahondar en el conocimiento de una sociedad debemos fijarnos en las estructuras que dejó para la posteridad. Ejemplo de ello, algunas casas sonsoneñas, el cementerio y el Centro Histórico.

Como dice el teórico de la comunicación y de la semiología Umberto Eco: “Toda cultura se ha de estudiar como un fenómeno de comunicación, la cultura es comunicación”. Sonsón, por medio de su arquitectura nos muestra que está lleno de signos, símbolos, significados y significantes, que a diario nos comunica la riqueza que tiene y que agoniza a causa del modernismo que nos invade a pasos agigantados, haciendo una brecha entre los que desean que la tradición se conserve y los que ven a la misma como algo antiguo, pasado de moda y que debe ser reemplazado por lo moderno.

Personalmente, me gusta mucho el municipio de Sonsón, con su clima y principalmente por su arquitectura, ya que me evoca a mi Manizales del alma, el lugar que me vio nacer y a mi patria chica que me acogió y me crió Pácora (Caldas). En la arquitectura sonsoneña puedo recrear y recordar los patios, paredes en los cuales pasaba horas jugando con mis hermanas y hermano; en donde no se estaba invadido de tanta modernidad, que aliena cada vez más a las personas; solo basta con mirar las arrugas para darse cuenta que son la huella de la historia de Sonsón.

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