Las cartas están echadas en la recta final de las campañas al Congreso de la República, aspirantes al Senado y Cámara de Representantes intensifican sus actividades proselitistas en busca de asegurar una curul en el ente legislativo. Obviamente los actuales legisladores que intentan reelegirse tienen mayor posibilidad que los ‘novatos’, hecho que marca diferencia dentro de los electores. Sorprende cada vez la cantidad de dinero que corre entre las organizaciones caciquistas del país.
Entra en acción la feria del tamal y del ‘billete’ que en muchas regiones determina quienes serán los ‘padres de la patria’. Los discursos juegan un papel preponderante en el trajinar eleccionario, más en un país folclórico que se desvive por el sensacionalismo y el chisme barato. Arrancó la feria del tamal, esa que es bien aprovechada por miles de colombianos para mitigar el hambre del rato. Es sorprendente la cantidad de público en las sedes de los candidatos en busca de soluciones inmediatas.
Algunos entran con rostros afligidos, otros, con miradas llenas de esperanza y no falta quienes vayan en busca de protagonismo temporal. En fin, nadie entra a aportar sino a recortar el presupuesto de campaña. Es costumbre observar a personas visitando las distintas toldas políticas, con todos se comprometen y para todos los mismos votos. Se nota el completo desinterés; para nada les importa quién gane, mucho menos el futuro del país. Lo que queda es aprovechar esta época para saciar intereses individuales y de paso deleitarse con las mieles del poder gracias al ‘afecto’ de los aspirantes.
Hace unos días se intentó discutir la famosa reforma política, donde en uno de sus acápites se hablaba de las listas cerradas, propuesta aplaudida por casi la totalidad de congresistas y criticada ferozmente por quienes desean llegar por primera vez al Capitolio Nacional. Por el momento esta iniciativa ha quedado en el tintero, de seguro que en próximos debates se aprobará, entendiendo que no es conveniente para quienes ostentan el poder. Desgraciadamente el mayor problema por efectos de la mermelada es que cada legislador goza de influencias directas con entidades del Estado, poniéndolas a su servicio, humillando y constriñendo a los funcionarios.
Es normal y encaja dentro de la cultura proselitista la adjudicación de instituciones a los políticos de turno. A esta altura perfectamente se puede mencionar qué congresista maneja el ICBF, empresas de energía regionales, SENA, CAR, Agencia de Tierras y otras. A raíz del proceso de paz se crearon nuevas entidades que incluso antes de fundarse ya tenían dueño. Esto es lo que comúnmente se llama maquinaria, difícil de derrotar por quienes quieren llegar por primera vez. Ante de iniciarse la segunda etapa de la ley de garantías, fueron miles de nacionales los que aprovecharon la bonanza burocrática de los ‘padres de la patria’ y se pudieron ubicar, aunque sea por unos meses.
Cuando se trata de hambre, la vergüenza se pierde y puede más la fuerza omnipotente de los ‘caciques’ que el altruismo de la gente. De todas maneras, en medio del festín electoral, de seguro habrá propuestas decentes que animen a los votantes tomar decisiones efectivas que contribuyan al desmantelamiento de la estructura mafiosa que ha entorpecido permanentemente el desarrollo del pueblo oprimido. Las estrategias clientelistas son las mismas de siempre, solo que el maquillaje es tan perfecto que hasta expertos líderes desfallecen en su convicción, dándole paso a la majestuosidad dominante de la élite regional y nacional.
La feria del tamal se encuentra a merced de todo el mundo, garantizándole a quienes se atraviesan saborear la delicia del encanto populista. Lo irónico de esta fiesta es que la disfrutan los esclavos mientras los patronos con calculadora en mano sostienen el relampagueo del momento. Otros más discretos, sonríen y comparten algunas penurias con sus subyugados. El show se repite cuantas veces sea necesario hasta desaparecer cualquier principio de revolución.
Más desobligante aun cuando los alucinados defienden hasta con la vida las posturas de sus opresores. Corrillos y tinteaderos por doquier son fino reflejo de la alegría momentánea de vendidos y comerciantes de conciencias. Tamal y ‘billete’ se juntan para absorber vestigios de amenaza colateral. En medio del humo de cigarrillo y arengas triunfalistas, se engrandece la lucha que seguirá enlutando al pueblo y endiosando a los oligarcas. En cada periodo eleccionario surge la tesis de castigar a los degenerados políticos, suficiente visitarles nuevamente para entenderles y felicitarles por su avasallador trabajo. El cuento se repite y el tamal habla por sí solo.