Con la llegada de Maurice Armitage a la Alcaldía de Cali se vuelve tendencia elegir candidatos honrados y sin antecedentes políticos, pero inexpertos en el diseño e implantación de políticas públicas. Desde 1987, momento en el que se empiezan a elegir popularmente los alcaldes, la gestión pública desde la Alcaldía de Cali ha sido desastrosa. Es así, pues, que desde la elección –y posterior destitución por nexos con el narcotráfico- de Mauricio Guzmán, la administración de la ciudad no ha podido solucionar los grandes problemas que agobian a los caleños. De los nueve alcaldes que han sido elegidos desde entonces, tres han sido destituidos por la Procuraduría.
Hoy la ciudad se encuentra como la novena ciudad más violenta del mundo, con 66 homicidios por cada 100.000 habitantes; ofrece la peor educación de las cuatro ciudades capitales, evaluadas según las Pruebas Pisa, y está entre las peores, junto a ciudades como Riohacha y Quibdó, según las Pruebas Saber 11; además, tiene importantes rezagos en infraestructura vial y no ha logrado implementar su sistema de transporte masivo. Lo anterior, entre otras dificultades que afronta la ciudad, como la sostenibilidad de su sistema hídrico, el precario recaudo fiscal, los altos índices de desempleo y las los asentamientos informales en la ladera a causa de las constantes migraciones del suroccidente y Pacífico colombiano.
Ante este panorama llega Maurice Armitage, un exitoso empresario sin experiencia en el sector público. Armitage estudió algunos semestres de economía y de derecho en la Universidad del Valle y en la San Buenaventura, respectivamente, sin concluir ninguna de las dos carreras. Para muchos que nos interesamos en las elecciones del pasado 25 de octubre, Armitage era la mejor opción entre los tres candidatos que iban liderando las encuestas. Sin embargo, esto no implica que esté capacitado para la tarea de administrar una ciudad de más de 2 millones de habitantes.
La inexperiencia y la carencia de un sentido técnico ya se evidencian en los primeros pronunciamientos del alcalde electo. En la entrevista publicada el primero de noviembre en ElPaís.com.co, Armitage, entre otras cosas, anuncia que desmontará la Ley Zanahoria (que restringe los horarios de rumba hasta las 3 a.m.) y que disminuirá las zonas donde se prohíbe parquear en la ciudad. Estas dos decisiones parecen resultado del sentido común, sin ningún sustento técnico. En primer lugar, el argumento para desmontar la Ley Zanahoria es incentivar el comercio nocturno, sin ningún estudio que sustente esta tesis; en contra parte, están los diferentes estudios de organizaciones, como CISALVA (organismo dedicado a la investigación de la violencia) que demuestran un impacto positivo de la medida sobre la reducción de riñas y homicidios en la ciudad. En segundo lugar, Armitage ha dicho que quitará algunos letreros de prohibido parquear, ya que, según él, afectan negativamente el empleo. No obstante, no se tiene en cuenta el impacto que tienen los automóviles parqueados, en una ciudad sin bahías y con vías angostas sobre el tráfico vehicular.
Finalmente, las decisiones y posiciones que se han tomado sobre movilidad son preocupantes. Bajo el argumento de que el usuario es la prioridad, se ha dicho que de no mejorar el sistema se incluirá un quinto operador. Esta apreciación resulta problemática, ya que el principal problema del sistema es que no se ha llegado al punto de equilibrio; es decir, no resulta rentable para estos la prestación del servicio. Al introducir uno nuevo, el obstáculo financiero se vería agravado. Además, se ha dicho que sería un operador público, y si hay algo que la historia económica ha demostrado es que la mayoría de empresas públicas son altamente ineficiente. Otro punto interesante es la decisión de no seguir sacando de circulación los colectivos tradicionales, a pesar de los gigantescos esfuerzos de la actual administración en esa materia. Estos colectivos le generan competencia al transporte masivo, lo que empeora la situación e impide que se llegue al punto de equilibrio.
Estoy seguro que Maurice Armitage es una persona honrada y hará su mayor esfuerzo durante su alcaldía. Sin embargo, tendrá que dejar de confiar tanto en su sentido común, rodearse de un gran equipo técnico y tomar decisiones basado en la evidencia. Aunque la tecnocracia no ha sido el común denominador en la política colombiana, el país –y especialmente Cali- deben hacer un esfuerzo por escoger personas mejor capacitadas para los cargos de administración pública. Especialmente en un mundo donde los problemas de lo público se vuelven más complejos y las sociedades modernas hacen un esfuerzo enorme por capacitar mejor a sus burocracias. La tecnocracia aún parece una utopía en el contexto caleño, pero soy optimista en pensar que paralas siguientes elecciones no solo tendremos alcaldes honrados, sino también capacitados para hacer el trabajo.