El senador Benedetti escaló, con más picardía que habilidad política, a la presidencia del partido de La U. Le hizo la zancadilla a sus compañeros y consiguió, con triquiñuelas, adueñarse del partido de gobierno. Su fuerza no son sus votos, cada vez tiene menos, su verdadero poder es la cercanía con el Palacio de Nariño, más con las exministras María Lorena Gutiérrez, Cecilia Álvarez y Gina Parody, que con el propio presidente Santos. Tiene el poder de hablar en nombre del Palacio presidencial –en los círculos políticos del congreso todos saben que sus declaraciones son libreteadas- y por eso muchos se refieren a él como el Jesús Santrich del Gobierno.
Pero eso es lo de menos. Su actividad política siempre ha sido cuestionada a diferencia de su vida personal que lo ha hecho famoso. Se ha recuperado de sus problemas con las drogas y el alcohol. Tal como lo señala el portal KienyKe, Armando Benedetti conoció el infierno.
Pero nunca le ha pasado nada. Ninguno de sus escándalos, sin hablar de los cupos indicativos, de sus manejos burocráticos en la Previsora y de su lobby a favor de multinacionales, lo inhabilitado para convertirse en el vocero in pectore del Palacio de Nariño, pero también en el Caballo de Trolla y primer enemigo de la buena imagen del proceso de paz: sus insultos a los opositores del proceso, al vicepresidente Germán Vargas, al expresidente Álvaro Uribe y a los ciudadanos, le han dado titulares de prensa pero le han restado un buen margen de respaldo al proceso de paz, al presidente Santos y al partido de La U.
El Senador Benedetti es el prototipo de guache político. Grita, insulta y lanza titulares rimbombantes para salir en los medios, en un delirio que le puede salir caro al Presidente Santos que le ha dado la libertad para despacharse en improperios contra sus enemigos con las palabras que el como jefe de estado no puede utilizar. Al fin al cabo Benedetti es el Jesús Santrich de la Casa de Nariño. Sin embargo, ha sabido acomodarse para ser el vocero, in pectore, de la casa de Nariño en temas de paz. Una posición que ha desperdiciado