En el El corazón de la República de la socióloga española Helena Béjar es posible extrapolar diferentes premisas que deben tenerse en cuenta en nuestra convulsionada y voluble región, dentro de un sistema capitalista que es cada vez más poroso en sus imperfecciones y menos coherente en sus soluciones, dice: “Si para la tradición republicana la educación cívica era un medio de contener las distinciones, la sociedad comercial precisa la imbricación entre felicidad privada y progreso público”. Precisamente, la apelación emotiva de significantes que tienden a ser vacíos (para la gran mayoría de las personas) como república, bienestar privado o progreso público; se repiten frecuentemente dentro de cualquier campaña política; pero en Argentina, dada su situación, tienen un significado más relevante que en cualquier otro país. El traducir esta relación semántica en un contexto de crisis económica y época electoral, nos lleva inevitablemente a hacer una doble lectura de las elecciones celebradas el día domingo.
La primera lectura a la que se debe hacer referencia está ligada al disgusto de la clase media reflejada fuertemente en la urnas; debido a una crisis económica asfixiante y a una sordera del ejecutivo para atender la delicada situación nacional, ante esto, las aspiraciones del presidente de ser reelecto fueron disipándose, y difícilmente remontables, si se tiene en cuenta la poderosa imagen política de Cristina Kirchner en la campaña electoral. El resultado que desde el 11 agosto se preveía nuevamente resultó en la elección de un gobierno de corte peronista. Sin embargo, el retorno de esta corriente ideológica no se debe a causas infudamentadas, sino al anhelo de retrotraer la experiencia de recuperación económica ocurrida hace 16 años por parte de otro gobierno peronista.
Ante tal anhelo, era casi inevitable que el electorado no emitiera razonamientos contrafácticos que en las urnas se tradujera en una aplastante victoria de Alberto Fernández, pero en la actualidad, el contexto político es más favorable en algunos aspectos y mucho más escabroso en otros, que cuando Fernández era jefe de gabinete de Néstor Kirchner entre 2003 a 2007. Nos referimos puntualmente a la diferencia trascendental entre la crisis actual y la de 2001, donde la sorpresiva solidez institucional y los mecanismos de negociación actuales, han mantenido los ánimos en relativa calma si los comparamos con otros países de la región, como Chile o Ecuador. A esto se suma, la prudencia que se ha manifestado en el gobierno desde la aplastante derrota de las PASO, conllevando directamente al reemplazo del Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne por Hernán Lacunza. La finalidad de este nuevo nombramiento era gestionar una leve pausa de la política económica de ajuste fiscal y libre flotación cambiaria; a un control de cambio que en un principio era de US$10.000, en una disminución de la carga fiscal por medio de la eliminación del IVA en algunos productos de la canasta básica familiar, entre otras cosas. Adherido a estas medidas, el presidente por medio del decreto 665/2019 estableció la asignación de un bono para los trabajadores privados. Estas medidas económicas, junto a las masivas concentraciones convocadas por Macri, le permitieron disminuir su ratio electoral por casi dos millones de votos de las elecciones parciales a las generales, pero esta recuperación no le fue suficiente para ejercer otro periodo presidencial.
Volviendo a nuestro tema, la segundo lectura está vinculada al contexto histórico en que Fernández se posesionará como presidente, donde es casi inevitable no darle una estocada a la ilusión de una rápida recuperación económica, tomando en consideración, el complicado panorama regional e internacional. Empezando por nuestra región, el contraste entre los gobiernos actuales y los de hace 16 años, son sumamente radicales. La Venezuela presidida por Hugo Chávez, mantuvo estrechas relaciones bilaterales con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, permitiéndoles vender entre el año 2005-2008 aproximadamente US$7416 millones en bonos de deuda (La Nación, 2008), lo que ayudó a solventar muchas obligaciones con acreedores de deuda argentina, entre esos, el Fondo Monetario Internacional (FMI). Siguiendo en la misma línea, las relaciones bilaterales con Bolivia, Brasil o China, permitieron al país austral ser receptor de importantes inversiones extranjeras; además de aumentar considerablemente el intercambio comercial entre 2002 a 2008. Pero esto no solo fue gracias a las habilidades diplomáticas de los mandatarios y al gabinete que los acompañaban, también se debía a un aumento de la demanda de commodities que se cotizaban a altos precios, en nuestra región, esto se reflejaba en un crecimiento del PIB de más del 5% en el periodo 2003-2008 (Banco Mundial, 2019). No obstante el panorama es muy diferente en la actualidad, mientras que hoy en día hay una disminución de la demanda de commodities y siendo que las mismas se cotizan a un precio muy inferior que hace 10 o 12 años, por ejemplo la tonelada de soja se cotizaba a más de US$500 en el periodo 2007-2008 en comparación a octubre de 2019, siendo de US$250 su mayor cotización (La Nación, 2010), (Agrofy, 2019). Así mismo, el ocaso de esta “Belle epoque” afectó directamente a socios estratégicos de Argentina, el caso más emblemático es el de Venezuela, que al día de hoy se encuentra sumido en una crisis humanitaria sin fin, Brasil crece al 1% y China, por su parte, se encuentra en una desaceleración económica, conllevando a que la dirección de sus inversiones se concentre en economías más estables que la Argentina.
Ante tal escenario, ¿qué habilidades administrativas debe tener el nuevo mandatario? Ciertamente esto depende de cómo maneja sus primeras obligaciones, que entre esas se encuentra las negociaciones de deuda con el FMI. Para esto es menester el ingenio en las concertaciones con el Fondo y en especial con Washington, si se tiene en cuenta que por el departamento del tesoro estadounidense se aprueba el 16.52% de las cuotas dirigidas al FMI, es decir, que mantenerse en buenos términos con la nueva presidenta del Fondo Kristalina Georgieva y con Donald Trump, facilitaría en cierta medida las negociaciones o por lo menos no las complicaría más. Sumado a lo anterior, y dada las punzantes relaciones con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, se exigen facultades extraordinariamente conciliadoras a Alberto Fernández, ya que el apoyo que expresó el recién electo presidente a Lula Da silva, encarcelado por el caso “Lava Jato”, produjo una directa interpelación hacia el gobierno brasileño, si se toma en cuenta que el ministro de justicia de Brasil, Sergio Moro, fue el juez que dictó la sentencia que envió a Lula a la Cárcel. Ahora bien, de no superarse esta coyuntura con su socio comercial más importante, potenciaría un posible resquebrajamiento en las relaciones económicas con Brasil, incidiendo directamente en una menor capacidad de recuperación económica para Argentina.
En conclusión, el futuro que le depara al país austral después del 10 de diciembre es muy incierto, teniendo en cuenta que aún no se han nombrado cargos en ministerios tan importantes como el de hacienda, tampoco un presidente del Banco Central o canciller. Por añadidura, el FMI anunció que los pronósticos de crecimiento económico mundial se acercan a una nueva recesión, es decir, que habrá dificultades o menores resultados positivos en el intercambio comercial en general (Fondo Monetario Internacional, 2019). Finalmente, y observando las opciones del presidente electo, es trascendental obtener victorias políticas prontamente, siendo prioritarias las de materia económica, ya que el gobierno electo no solo mira su situación actual, también está observando con mucha preocupación la inestabilidad de sus vecinos, deseando no ser objetivo de manifestaciones similares. No obstante, el gobierno puede tener oportunidades de aumentar su aprobación frente a un amplio espectro de la sociedad civil, dicho de otro modo, las variables económicas, aunque importantes, no son el único agente de capital político, que en medio de una crisis regional como la actual, este capital se transforma en apoyo popular. Ante esto, el impulso que en el congreso pueda brindar la bancada de gobierno para la legislación de demandas sociales de alto impacto simbólico como la legalización del aborto, acompañadas, de una eficiente gestión en políticas públicas asistencialistas y de urgencia nacional, le permitiría obtener victorias políticas que sostengan al gobierno en el camino hacia una recuperación económica.