Al conocer los resultados de la elección presidencial en primera vuelta en el país de Gardel-Borges-Maradona quedé con el corazón congelado y el alma ingrávida. Porque Argentina viene ¿desde cuándo? en un estado de desahucio crónico y exponencial. El paciente no aguanta más doctor, las dosis de morfina que se le aplican ya son inocuas. Apenas lo que queda son unos huesos macilentos, resquebrajados, traslúcidos.
¿Esto nació con Raulito Alfonsín que parecía un hombre fuera de la realidad, o con Carlitos Menem que se camuflaba muy bien con la máscara de talentoso y fuera de serie, que fue lo que pensó Cecilia Bolocco para rendirse a sus encantos, o con Fernando de la Rúa que una noche se soñó como el nuevo mesías que salvaría al país de todos los estropicios causados por un peronismo anclado en el romanticismo de Evita?A decir verdad fue tanto su empeño que llevó a la Argentina al ‘paraíso’ del CORRALITO.
¿O fue Néstor Kirchner, quien parecía brotado de la pluma de Cortázar, en su cuento Casa Tomada, donde nadie sabe por qué actúa como actúa, como si una mano invisible (no la mano de Dios de Maradona) lo trastocara todo?
Pero Néstor embrujó a los argentinos haciéndose pasar por el Messi ideólogo, capaz de gambetear al Fondo Monetario Internacional y de anular a los fondos buitres y expropiar a las multinacionales. Y Macri creyó descifrar el jeroglífico que dibujaron los Kirchners sin darse cuenta del vórtice que atrapaba a la economía y que llevó a tres cuartas partes del país al caos y al frenesí de sentirse como una chalupa al garete.
Todo ha ocurrido bajo la luz del sol. Paul Volcker en 2018 reconoció que Argentina tiene una “larga historia de gestiones equivocadas”. Los errores se conocen, sus líderes se mueven en el hoy y ahora, las reglas cambian al vaivén de las olas.
Ellos en lo que han ahondado es en acelerar la Grieta, se quedaron con la tonada de divide y vencerás que produce vértigo y que ha minado la confianza tanto de gobernados como de gobernadores. Nadie confía en nadie y se desconoce cuál es el camino a seguir, porque lo que importa es el poder no la sociedad. Y a la economía no le bastan las rencillas, ella actúa y pasa por encima de las estructuras políticas. Surge la angustia existencial de ver que los precios suben y el poder adquisitivo decae. ¡Es la economía estúpido!
Esa cadena de estropicios es la que lleva a la debacle de hoy. De las elecciones del domingo quedaron dos nombres. Sergio Massa y Javier Milei. El panorama es dantesco. Massa es un seudoencantador de serpientes. Milei es un outsider tránsfuga de los zombis. Ambos, a su manera le ofrecen al angustiado y desesperado pueblo argentino la luna, como Olafo se la prometió a Helga, antes de casarse. Pasaron los años, y al ver que no llegaba, Helga le recordó a su esposo la promesa. Y Olafo, sentado frente al televisor, en una mano una cerveza y en la otra una hamburguesa, le respondió impávido: Mujer, es que eso lleva su tiempo.
En una cosa tendrían los argentinos que ponerse de acuerdo: no hay más tiempo para la política clientelista. Massa engatusa con subsidios. Milei alucina con desempolvar el pasado. El dilema causa espanto: con Massa Argentina ya llega al infierno. Y con Milei es abrir las puertas a la desesperanza, la desgracia y el despotismo. El pueblo argentino no puede seguir pagando con sangre, sudor y lágrimas las aberraciones de la politiquería banal, contumaz y venal. Mirarse en el espejo argentino causa espanto.