Hay que distinguir entre derecha y extrema derecha. Vale lo mismo cuando se habla de izquierda. Derecha e izquierda pueden ser moderadas y respetuosas del sistema democrático.
Saltarse la reja del respeto a la democracia, desde la derecha o la izquierda, convierte a las extremas en amenaza de primer orden para la democracia. Ejemplos, lamentablemente, sobran.
El desconocimiento de los resultados electorales por parte de Trump en el 2020 y la toma violenta del Congreso, aplaudida por él y sus huestes, lo colocan en una plataforma que atenta contra el sistema democrático como lo conocemos. Y aquí al lado, en Venezuela, sobran los hitos dictatoriales, incluyendo, quizás, el que sufriremos en menos de dos meses, en las siguientes elecciones presidenciales.
Pues bien: esta semana fue generosa con la extrema derecha. En Estados Unidos, el martes, con el desastroso desempeño de Biden y el domingo, con el triunfo de Reagrupación Nacional, en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias francesas.
En el primer caso, el del debate Biden – Trump, pertenezco a aquellos a quienes les produjo inmensa desazón y dolor ver al presidente gringo en ejercicio desmoronándose, ronco, carente de cualquier agilidad frente a un hábil delincuente al que los periodistas le pescaron más de 30 mentiras y que, con certeza, hace años no lee un libro y quien sí tiene graves problemas cognitivos. Me cuesta trabajo creer que baste con un mal desempeño en un debate para perder las elecciones del próximo noviembre y sigo pensando que Biden es un viejo zorro con décadas de experiencia parlamentaria y que el pueblo gringo no puede ser tan torpe.
Sigo pensando que Biden es un viejo zorro con décadas de experiencia parlamentaria y que el pueblo gringo no puede ser tan torpe
En cuanto al éxito en primera vuelta de Reagrupamiento Nacional, cuya líder es la persistente y astuta Marine Le Pen, el tema es de miedo. Francia, la nación cuna de la democracia moderna (así en 1776 se aprobara la Declaración de Independencia de los Estados Unidos), artífice de la Unión Europea, está girando a la extrema derecha. Desde la liberación de Francia de las garras de los nazis en 1944 nunca había ganado la extrema una primera vuelta en elecciones parlamentarias.
En Francia el asunto se resuelve el 7 de julio próximo, en segunda vuelta.
Me gusta la expresión de “arco republicano” para referirse a los partidos y movimientos que creen en la democracia liberal y, en general, en los valores republicanos y los practican. Incluye grupos de izquierda y derecha moderados y, por supuesto, de centro. Vale el concepto en todo el mundo. En el caso francés, no existe otra alternativa que en las votaciones en las 577 circunscripciones el “arco republicano” se materialice: coalición entre el Nuevo Frente Popular (que obtuvo el 29% de los votos) y Ensemble (el movimiento de Macron, con 21%). Izquierda, centro y derecha moderadas, juntas para frenar a Le Pen (cuyo partido obtuvo 34%).
En Colombia hay gente de derecha, centro e izquierda que también cree en la democracia. Un gran amigo, José Fernando Isaza, dice que allí caben quienes no maten (o promuevan matar), ni roben. Lo de izquierda o derecha es, a veces, un falso dilema cuando el atraco a los recursos públicos carece de color político.