Las motosierras se empezaron a escuchar a las doce de la noche: una cuadrilla de trabajadores del consorcio del metro empezó a tumbar uno a uno los árboles ubicados en el separador de la Caracas, desde la calle 26 hasta la estación Profamilia. “Gritos, cacerolazos y airados reclamos se escucharon en la avenida Caracas en la madrugada de hoy cuando vecinos protestaron indignados por la tala masiva de árboles en la madrugada del 4 de mayo.
Los habitantes de la zona, despertados a esa hora, no tuvieron otra forma de protesta que gritar desde las ventanas, por lo que consideraron un arboricidio a escondidas. El separador amaneció sin árboles: la tala se adelanta para la construcción del viaducto del metro de Bogotá.”
La avenida Caracas es producto de la herencia que el maestro Brunner, urbanista austriaco, como también el Parkway de La Soledad y el barrio Santa Fe, para mencionar otros aciertos suyos en la capital. Fue siempre una calle amplia, amable y generosamente arborizada, a pesar de intervenciones que le hicieron mella en el último medio siglo, pero que también hicieron posible la renovación de su vegetación y la reposición de especies, hoy con una arborización de cauchos sabaneros y otras especies nativas en menor cantidad.
Y estos árboles no son de ayer. Tienen, en su mayoría, más de 30 años, así que no es palo lo que está sacrificando; es media vida de una persona, al menos.
En 1976, la carrera 7ª en el centro “estrenó” cauchos de más de 25 años, trasladados de diversas obras y demoliciones, incluida la casa del presidente Eduardo Santos en Chapinero (carrera 13 con calle 67), de donde también se trasteó el magnolio que estuvo en la esquina del Palacio de Justicia en la calle 12, hasta la trágica toma de este edificio.
Y quizás lo más notable, en aquel momento, fue el traslado de las palmas datileras de la Casa de España en el parque de Teusaquillo a la Terraza Pasteur en la carrera 7ª con calle 24, pesando casi 40 toneladas cada una, y que aún lucen esplendorosas en esa esquina.
Posteriormente, entre 1989 y 1990, en la administración del alcalde Andrés Pastrana, se construyó la fase sur de la Troncal de Caracas, entre la calle 6ª y la 51 Sur, obra en la cual se trasladaron cientos de árboles adultos a distintos parques, separadores y zonas verdes, por parte del IDU y con el apoyo técnico del Jardín Botánico.
En su momento, el mover estos árboles fue criticado por diversas personas; sin embargo, tuvieron la sensatez, en la siguiente administración distrital, de continuar el traslado de los árboles afectados por las estaciones de la fase norte de la Troncal, entre la calle 6ª y Los Héroes.
Estos antecedentes fueron logros para la ciudad, y serán un mayor logro si logramos asimilar este aprendizaje y aplicarlo en el futuro. Así, la belleza del paisaje, la sombra protectora en los andenes, un aire menos contaminado, son valores que podríamos y deberíamos mantener, para el bienestar ya, sabiendo que reponer las condiciones actuales de estos árboles desde cero, tomaría 12 a 15 años, al menos.
Como hemos acuñado el término, el principio, el propósito de “construir sobre lo construido”, Bogotá debe, creo, recoger sus aprendizajes y proponerse no sacrificar la riqueza urbana que representa esta masa arbórea y, sobre todo, el tiempo de vida que llevan, y acometer un plan de traslado masivo de estos individuos, como dicen los sabios.
Sobre todo, porque esta administración ha planteado una especial protección al patrimonio natural. Así lo consignó en su plan de desarrollo, cuando estableció el “Propósito 2. Cambiar nuestros hábitos de vida para reverdecer a Bogotá y adaptarnos y mitigar el cambio climático” y en su Plan de Ordenamiento Territorial POT, al definir el sistema integrador de patrimonios.
Si tenemos que rendirnos a tener metro, rindámonos. Pero no nos rindamos a perder los árboles de la Caracas, cientos de ellos, siglos acumulados, descontaminantes naturales, protección climática y estupendo paisaje.