Aquí en la quietud
Opinión

Aquí en la quietud

Demos un espacio para que en la sencilla sensibilidad cotidiana podamos, sin tanta prisa, reconocernos en la trama de conflictos que como acertijos nos acompañan,

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abril 07, 2023
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Muchas personas, familias y grupos de colombianos han viajado en estos días de pausa espiritual; otros hemos mantenido nuestro nicho frente al océano urbano, en la baja mar de los carros que suelen atropellar la avenida y que ahora huyen por diversas rutas del ambiente citadino para otros parajes litorales, rurales y turismeros, se siente nuevamente la quietud; cosa rara esa, pues decir ciudad en estas tierras es decir agite, bullicio, hacinamiento, aglomeración, trancón, pitos, ventas callejeras y griterías entre rechinares de llantas, en medio de sonidos metálicos de la escasa industria y anuncios de negocios que suben el volumen para llamar a la compra. Puede decirse que una ciudad como Cali descansa de su presión habitual en los días santos de abril.

Se recuerdan los días de encierro por covid-19, hace apenas unos meses atrás, cuando los parques y jardines se enmontaron de hierba y dejaron que la fauna circundante pudiera morar de otra manera los pocos tejidos boscosos que deja el cemento y salieron a relucir con sus colores y sonidos las zarigüeyas, los guatines, los zorrillos, las salamandras y las iguanas, para solo nombrar algunas almas de la fauna callejera. Por estos días se escuchan más las corrientes de los ríos y cañadas que cruzan los espacios, los cantos de los pájaros y la gramática de los insectos que nos acompañan, el gemir de los árboles y el tráfico aéreo de los aguiluchos. Todo ello emerge como una epifanía que clama por la tarea de reconciliarnos con las aguas, con el suelo, con los bosques, con la vida toda.

Viendo desde el barrio este abril barruntado de emociones y colores, con los ojos empequeñecidos para tratar de ver horizontes cercanos que no se dejan observar fácilmente, parece necesario discernir cuáles son los caminos que transitamos: vamos en medio de anuncios de luces, de proclamas de tempestades, de gritos de batallas, de consignas, de temores; todo ello rodeando la lucha entre los cambios aclamados y los apegos inesperados que nos amarran al mástil de un país arrojado al oleaje fuerte y a la amenaza simultánea de incendios en la proa y naufragio ante los mares embravecidos.

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Vamos en medio de anuncios de luces, de proclamas de tempestades, de gritos de batallas, de consignas, de temores; rodeando la lucha entre los cambios aclamados y los apegos inesperados

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Es bueno, donde estemos, en el paraje que nos coja la noche y el amanecer de estos días, que nos arrope el canto filial que hace el desayuno lento tomado en manada, el sonido del almuerzo comunal, la balada de un recorrido por los vecindarios, viendo el paisaje con ojos de extranjería amorosa, es bueno que demos un espacio para que la sencilla sensibilidad cotidiana, nos cubra nuevamente en el solaz y podamos, sin tanta prisa, reconocernos en la trama de conflictos que como acertijos nos acompañan, para pensarlos y afrontarlos, más allá de las angustias y pasiones tristes que generan.

Me dirán que se dice fácil, pero se preguntarán ¿cómo hacerlo?, la fuerza tozuda de los acontecimientos repetidos, nos indican que no sabemos afrontar como humanidad estos tiempos, hemos errado caminos recurrentemente; quizás la ruta se pueda enunciar en clave de los dichos populares de abuelas y abuelos, que a pesar de ser muy repetidos han resultado poco practicados: “la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a ella”, “no es tan importante el viaje como la forma en que tratamos  lo que nos encontramos en el camino”, “pongamos las barbas en remojo”, “pongámonos en los zapatos del otro”, “pensemos donde está el hermano”, “el que siembra viento cosecha tempestades”, “más vale prevenir que lamentar”, “a mal tiempo buena cara”, “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.

Ojalá después de este Viernes Santo que discurre, al cierre del Domingo de Resurrección, cuando cada viajero o viajera vuelva a su nicho, traigamos con los paisajes y novedades de los respectivos recorridos, una Pascua de reencuentro para el país en el que coexistimos a bandazos, una alborada llena de sentimientos de comprensión y expansión de la vida, que nos ayude a llevar mejor nuestros conflictos, precariedades y disputas. Necesitamos lograr que los acontecimientos de riesgo, las vulneraciones, las desventuras, los miedos, se constituyan en la oportunidad de transformar nuestras propias vidas y entornos, nuestras propias circunstancias y retos.

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