Cientos de comunidades indígenas no pudieron contener las armas extranjeras, ni aquella extraña máquina no hecha de metal, sino de fibra, sangre y poder: caballos. Cientos de pueblos, pero no aquél, el rebelde.
Así como la noche no tiene autoridad para hablarle al día de calor, ni un hijo es más sabio que un padre para hacer bebés; tampoco fue el español más práctico que el Wayuu para cazar una presa o dominar a un animal. El Wayuu les arrebató las armas y sus caballos, fueron más efectivos que los europeos en su uso, y se aliaron con el extenso desierto guajiro para derrotarlos, orgullosos.
El Wayuu fue uno de los pueblos que no aceptó corona extranjera, que siguió siendo libre en su tierra y que no agachó la cabeza ante un Dios extraño -que vale la pena aclarar: les fue impuesto a los españoles-, El Wayuu continuó creyendo en su universo, en su Mareiwa. El Wayuu es tan sabio, que mientras él habla su lengua y domina el español, el colonizador se comunica en español, pero es nulo en Wayuunaiki.
El guajiro es abrazado en su anatomía por la fina tierra ardiente del desierto peninsular, y quizá por eso, cuando está en el frío escandinavo, la piel guajira evoca sus tardes y calienta el cuerpo. Quizá por eso, cuando está en el calor asiático, la piel guajira recuerda sus frías noches desérticas y lo refresca. Abrigo camaleónico que otras razas no conocen.
Entonces, ¿Quién ha colonizado a quién? El guajiro no viste de grandes diseñadores internacionales, pero no hay un solo aeropuerto del mundo que no haya visto una mochila Wayuu. Ahora se hacen grandes conferencias mundiales buscando proteger el ambiente, el Wayuu lleva siglos siendo un ser sostenible.
El Wayuu es altivo, exactamente como lo es su tierra. Así como dice la canción “Ay no sé por qué La Guajira, se mete hasta el mar así, como si pelear quisiera, como engreída, como altanera…” Así pelearon los habitantes de esta península, engreídos y altaneros; Si nuestra tierra pudo con un mar, cómo no se iba a poder contra unos simples colonizadores.
De hecho, no hay una sola entrada al mar más abierta ni imponente como la de La Guajira al Caribe. Sólo le compite, y de lejos: La península de Yucatán limitada en el Golfo de México por una cercana costa estadounidense y cubana; Dinamarca, estrecha en el Mar del Norte por Suecia y la cercana Noruega; y los Emiratos Árabes Unidos, casi ahogada en entre el Golfo de Omar y el Pérsico. La Guajira por su parte, sin pedir permiso entra alegre al Caribe, y saluda a unas distantes islas, casi guiñándole el ojo al Atlántico. Y sí, entra así: “…como para que el mundo supiera que hay una princesa aquí. Tiene una belleza india, bonita es linda, de cuna noble, premio del hombre que por fortuna, tenga su trofeo en ti.”
El americano piensa en la época de las colonias con un poco de amargura, el Wayuu recuerda con menos rencor, porque fue y sigue siendo libre. La única mordaza, la única amenaza para el guajiro, es su propia gente. Que ahora es tímida para levantarse, para ser orgullosa y trabajar cada día por la grandeza de esta tierra. Si el guajiro de hoy en día no despierta y se yergue grande, pronto desaparecerá aquella visión imponente del guajiro de ayer. De nada habrá servido esta península imponente ni el esfuerzo de antes, si hoy nos agachamos y hacemos de la desidia nuestra religión.
@CruzNegreteJ