Una semana de libertad para salir a los parques ha sido suficiente para que la gente, encerrada durante casi cincuenta días, se tome los parques con un solo propósito: hacer
ejercicio. Ya nadie se sienta en las bancas a conversar, ni se ven personas saludándose entre si y son escasas las parejas, la individualidad empieza mandar. Y las protecciones para
evitar el contagio las sigue cada quien al pie de la letra. Son parques de individuos solitarios, manteniendo la distancia, adaptándose a la nueva normalidad que impuso la
pandemia.