“La educación es, en sí misma, un bien público para la paz" opina Rocío Londoño, maestra universitaria que está desarrollando una investigación acerca de la enseñanza de la historia en el ámbito escolar bogotano. En su opinión, que desde los colegios se les muestre a los estudiantes sobre las causas y consecuencias de la guerra, y prepararlos para un posconflicto, es algo secundario porque una educación que es equitativa, que accede a los lugares que el conflicto silenció, es lo que realmente aporta a un proceso que busca el fin de la guerra.
Sin embargo, la cátedra de historia en los colegios del país es una materia que se retiró hace más de 20 años, y ahora, cuando es palpable un acuerdo de paz, hay que hacer una revisión sobre cómo desde los colegios se puede aportar al proceso, haciendo que los estudiantes entiendan el fondo del conflicto.
La materia de Historia hoy se enseña dentro de las Ciencias Sociales, junto con la Geografía, Economía, Política, Antropología, Sociología y Cultura. El problema está en que resulta muy demandante encontrar profesores que tengan los conocimientos suficientes en cada una de ellas, lo que hace que los docentes acudan a libros precarios para la enseñanza y que abusen de materiales audiovisuales que, muchas veces, carecen de rigor.
Como el reto está en que los estudiantes puedan pensar históricamente, más que centrarse en fechas, como lo explicó Juan Camilo Rodríguez, presidente de la Academia Colombiana de Historia, en el marco del XVII Congreso Colombiano de Historia, es justamente esa cátedra la que permite a los estudiantes reflexionar sobre lo sucedido.
Para Rocío Londoño, aunque importantes intelectuales e historiadores hoy le piden al Gobierno volver a enseñar Historia como materia independiente en los colegios, el problema está en que la mayoría de docentes apenas conocen la realidad de sus propios países, y eso no les permite hablar con un contexto de peso sobre el conflicto en Colombia. “Es una historia muy provinciana, muy localista, y eso es algo que hay que revisarse”, señala Rocío, cuando reitera que el conflicto colombiano tiene sus raíces desde la Guerra de los Mil días y la realidad política y militar de Europa.
Pero la esperanza está puesta hoy en manos de esa buena parte de los docentes del Distrito que siguen enseñando historia, y que han planteado, como señala Rocío, caminos interesantes para repensar la materia como estudios sobre el camino pedagógico que se debe tomar para enseñar Historia en Bogotá.
Por esto, en los colegios públicos de la capital, la educación para la paz es vivencial. Parte de las experiencias de convivencia, cercanas y naturales a las niñas, niños, jóvenes, maestros y padres de familia de las comunidades, en donde se ‘ponen a prueba’ las acciones, reacciones y aprendizajes sobre derechos y deberes a través de la inmersión en dilemas éticos, talleres experienciales y ejercicios para la resolución de sus propios conflictos.
Durante los últimos cuatro años, el reto de la política educativa de Bogotá fue justamente convertir en un ejercicio curricular esos espacios de apropiación en donde estudiantes y profesores participan y viven procesos de transformación, materializado en el proyecto de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia que se implementa en los colegios oficiales, el cual ha sido reconocido por organizaciones internacionales como el PNUD por su pertinencia e innovación en América Latina.
Una propuesta de educación en derechos humanos activa que permite a los estudiantes construir identidad, reconocer sus derechos y deberes, ser participativos y respetar su cuerpo, su vida y su integridad, como lo asegura el secretario de Educación de Bogotá, Óscar Sánchez Jaramillo.
Los estudiantes tienen sus héroes históricos, y existe una curiosidad sobre Gaitán, Hitler y hasta las Cruzadas, y para Rocío esto se debe, en gran medida, a internet. Esto es algo que juega a favor de los docentes y la enseñanza de la historia, porque demuestra que hay un interés sembrado en los estudiantes. El reto está en que muchos maestros caen en el recurso fácil de poner una película, que aunque como formación resulta interesante, muchas veces abusa de un recurso que se opone a la ficción, que resulta una simple interpretación de la realidad.
Una solución es que los maestros se preparen en técnicas de información y conocimiento para hacer una selección de material de calidad, que permita entender el conflicto desde un recurso verdaderamente nutrido, pues ‘hay muchas cosas de History Channel que son malísimas’, como señala Rocío. Lo valioso es poder entender cómo en otras épocas se le pudo dar fin a la guerra, a partir de herramientas verdaderamente reveladoras en la materia.
Lo que queda sobre el papel que debe jugar la enseñanza de la Historia en los colegios en un marco de paz es que, primero, no se debe absolutizar el conflicto y, segundo, hay que buscar contenidos y recursos didácticos pertinentes para la enseñanza. Lo otro es que hay que articular la historia local con la global, y entender que no existe siempre un conflicto y un posconflicto, sino que hacen parte de la realidad social y política que, aunque dura, hacen parte de la democracia.
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