Después del esfuerzo por detener a Rodolfo Hernández votando por Petro, los sectores de centroderecha que fueron claves para sumar la precaria mayoría del PH, arrepentidos, se unen para atacar al gobierno. Creen que pueden frenar sus iniciativas y detener las reformas que impulsan. Les hace falta, a los opositores, aprender a lidiar con este tipo de administraciones (que no será la única) aprender a navegar en las aguas agitadas de la naufragante democracia colombiana.
Seguir en el intento de frenar, soportar o esperar el fin del período de Petro para retomar el rumbo y recuperar el tiempo perdido es ingenuo y es desconocer lo que ocurre en muchas democracias del mundo. La gente (lo que Petro llama el pueblo) está aburrida de la falta de soluciones a sus problemas y saben que los políticos son incapaces de resolverlos. Por eso elige gobernantes de cambio como Orban, Bukele, Petro, Trump, Boric, Mieli y tantos otros. Líderes diferentes que venden sueños nuevos, que en todo caso desplazan a los responsables del fracaso y que los castigan por ineptos quitándoles el poder.
De derecha, de izquierda, populistas, comunistas, o un coctel de todo lo anterior, la gente (el pueblo) los vota porque se saturaron del fracaso del neoliberalismo. En tres décadas se produjo tal hiperconcentración de la riqueza y de los ingresos y tal destrucción de los sueños de millones de personas, que sus metas de bienestar, desarrollo las saben inalcanzables. Así surgen los gobiernos de “cambio”.
La corrupción de las élites políticas ayudó a hacer evidente para la gente (el pueblo) que la autoridad moral de los gobernantes era nula. Al lado de la creciente corrupción surgieron los modelos más sofisticados, corporativos e incluyentes, que ofrecen organizaciones criminales. Los estados de cambio las toleran porque resuelven -hasta cierto punto- el problema de ingresos de millares de jóvenes y comunidades y si las combate está atacando los ingresos de miles de personas que no tienen otra opción.
El mercado de la coca nutre millares de familias, al igual que el manejo ilegal del oro genera recursos para millares de artesanos y sus comunidades, al igual que el manejo de la contratación pública enriquece a los sectores que la manejan. Las bandas urbanas que asolan a los ciudadanos (el pueblo) movilizan recursos que estimulan la economía. Las víctimas tienen que comprar nuevos móviles y equipos robados, los revendedores compran más barato los equipos robados y las empresas -sean de telecomunicaciones o de vehículos- venden más pues por la puerta de atrás.
Entonces para los gobiernos de cambio no es una buena idea perseguir a la moderna criminalidad, así se apropie de riquezas destruyendo el medio ambiente, sin pagar impuestos ni salarios justos, imponiendo jornadas extenuantes a su fuerza laboral. Es un modelo corruptor que infiltra también a las autoridades para actuar con libertad. Las neutraliza con el mismo principio: ganan más con los pagos y favores de las organizaciones criminales, que, con las compensaciones del estado.
Bajo esas circunstancias llega al poder una coalición de pequeños partidos con distintas ideologías y unas ideas generales de cambio. En realidad, no tienen, ni existe en el mundo ningún modelo alternativo económico que no sea el de caer en las dictaduras o en los modelos autoritarios para imponer otro modelo económico o mejor, de reparto de la riqueza. De manera que los opositores del PH deberían comprender que el gobierno Petro es la respuesta a la necesidad de hacer ajustes que hagan viable la democracia colombiana, que sea sostenible por sus beneficios sociales y económicos y debe ayudar en este propósito.
La estructura estatal requiere un ajuste para que “los nadies” puedan gobernar, aprendan a gobernar
Claro, tienen razón los opositores en que la gente nueva en la administración no sabe manejar el potro que entrenaron otros patrones para faenas diferentes. Entonces la estructura estatal requiere un ajuste para que “los nadies” puedan gobernar, aprendan a gobernar. El desconocimiento de las normas y procedimientos, en las técnicas de administración o de trabajo en equipo, los lleva a buscar atajos, a la remoción constante de funcionarios que poco ayuda a consolidar una buena administración. Los opositores podrían señalar que hay administradores profesionales, de carrera, que no entran y salen al vaivén electoral, que cumplen la orientación que los nuevos jefes dictan. Es tener carro con chofer.
La carrera administrativa se diseñó con ese propósito. Crear equipos que sepan mover el aparato burocrático en vez de paralizarlo con decisiones atropelladas que no tienen como cumplirse, es indispensable. Y la oposición sabe más de este tema. El gobierno va para dos años y por supuesto aprende poco a poco a las buenas y a las malas. Sus cuadros van acumulan experiencia y cada vez hará las cosas mejor. Claro que, si están mal diseñados los programas, sus políticas estarán condenadas al fracaso y la frustración del pueblo no los volverá a elegir.
Le corresponde a la oposición inventarse los puentes de entendimiento (no de comunicación) con el gobierno. Debe saber que el PH gobernará hasta agosto del 2026 pero que tiene buen chance de repetir el cuatrienio con otro candidato. El PH tiene alrededor del 30% de apoyo electoral, suficiente para llegar a segunda vuelta y si enfrenta otra vez un adefesio del viejo establecimiento, bien podrían vencer. De manera que lo mejor es que aprenden a lidiar con este tipo de gobierno y que le ayuden a realizar programas de cambio efectivos, tolerables, sostenibles.
