Apoyar el proceso de paz no me convierte en Santista, ni en guerrillero. Todo lo contrario, es una obligación moral de todos los colombianos y un compromiso con las futuras generaciones.
Colombia es un país cubierto por la nube gris de la desigualdad, la injusticia social y marcado por la violencia. El proceso de paz entre el Gobierno nacional y las FARC es un proceso que va por el camino correcto. El camino de la paz es difícil, espinoso y oscuro, pero unidos y con aspiración de alcanzar la meta podemos superar los obstáculos.
La guerra en Colombia ha dejado millones de víctimas, sean soldados, policías o guerrilleros. Muchos han quedado huérfanos y son ellos, la gente del común, el pobre, usted, yo, los que enfrentan el conflicto armado en Colombia desde hace más de 50 años.
Hoy tenemos en nuestro país a un expresidente pidiendo firmas contra el proceso de paz de Santos y básicamente buscando apoyo para que la guerra continúe. Uribe comprende de manera perfecta que un conflicto armado funciona como un negocio del cual se lucran unos pocos.
Es conocido por todos que entre la lista de víctimas por el absurdo enfrentamiento entre fuerzas armadas y grupos guerrilleros no aparecen hijos de la clase política, hijos de funcionarios del Estado, hijos de magistrados de las altas cortes ni hijos del poder económico del país. Por el contrario, los que ponen el pecho son los hijos del campesino, del taxista o del trabajador de la construcción, etc.
Por esta razón, invito a los colombianos a comprender y aceptar esta realidad, y apoyar a una sola voz el proceso de paz que lleva el Gobierno y las FARC