Es innegable que en Colombia prevalece una ola de pesimismo que está relacionada con muchos factores siendo probablemente el más importante, el comportamiento de la economía: no estamos en crisis pero sí somos más pobres. Y esto afecta tanto al hombre más rico del país, Sarmiento Angulo, que descendió muchísimo en la lista de los más ricos del mundo, hasta al trabajador del salario mínimo para quien el costo de su canasta familiar le subió de precio más que su aumento salarial. En la mitad quedamos todos los demás para quienes ahora sí se siente la mezcla de un menor crecimiento de la economía con una inflación mucho mayor a la esperada.
Poco está funcionando especialmente para el Gobierno y para el ministro de Hacienda, que Venezuela se esté desplomando y que estemos creciendo más que el promedio de la región latinoamericana para la cual la bonanza es cosa del pasado. Se dijo tanto que éramos especiales, que nuestra economía estaba blindada frente a las crisis que se veían, que la gente se comió el cuento y ahora poco le sirve el adagio de que " en tierra de ciegos el tuerto es rey." Hoy quiéranlo o no somos el tuerto y eso nos tienen deprimidos, negativos y hablando solo de la situación económica en medio de un mar de lamentaciones. Como casi siempre, la revista Semana, lo interpretó claramente con su caratula de su edición de la presente semana.
Se dijo tanto que éramos especiales,
que nuestra economía estaba blindada frente a las crisis que se veían,
que la gente se comió el cuento y ahora poco le sirve
el que "en tierra de ciegos el tuerto es rey”
Es verdad, la situación no está fácil aunque por fortuna en medio de nuestro estilo prudente, el aguacero se nos ha venido en términos menos duro pero eso no quiere decir que no esté lloviendo. El Niño como en su momento la Niña, no ayuda para nada porque sin agua, con esta sequía y estas altas temperaturas todo será más difícil. Gracias además a nuestra histórica falta de previsión y a nuestra debilidad institucional.
Sin embargo, es necesario recordar que sin ser triunfalistas tenemos entre manos el episodio histórico más importante de nuestra vida reciente: la posibilidad de llegar a un Acuerdo con la guerrilla. No se trata de un tema de poco calado que no puede perder su importancia en medio de los males que nos rodean en nuestra cotidianidad. Apostemos a esa firma de la guerrilla con el gobierno el 23 de marzo por muchísimas razones. Entre ellas, porque es lo único realmente positivo que podemos alcanzar en el corto plazo. Lo demás son dolores que puedan durar un tiempo imposible de conocer con exactitud.
Por el bien de la sociedad colombiana, de nosotros mismos y de nuestras familias, no dejemos que esta honda negativa que nos rodea, contamine nuestro compromiso de tragarnos grandes sapos con tal de abrir una nueva etapa en nuestra historia. Nuestra generación no puede irse de este mundo con el pecado de haberle entregado a nuestros descendientes, un país lleno de sangre, sin haber iniciado una etapa que debe cambiar la naturaleza de nuestra sociedad y el futuro de los que empiezan ahora o vendrán pronto a este mundo.
Sin desconocer que no es fácil ignorar que no estamos en aquellos días en que se llegó a creer que habíamos encontrado el camino del progreso sostenible, no sacrifiquemos el bien más preciado por una sociedad que ha vivido de conflicto en conflicto. Se trata de iniciar el largo y seguramente tortuoso camino hacia la paz en Colombia.
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