Educar para desarrollar habilidades
Las naciones, como sistemas complejos, son susceptibles de evolucionar o involucionar. Existen casos de naciones profundamente deprimidas en lo económico, social, moral y cultural, entre otros factores, y otras, por el contrario, se han enfocado en generar la mayor cuota posible de bienestar en su interior para lograr una mejor calidad de vida entre sus habitantes. Hay muchos factores que implican ese desarrollo positivo pero el fundamental que se puede destacar es el contar con un aparato educativo enfocado en las habilidades y en el enfoque de la ciencia y la tecnología como motores de impulso para el progreso.
En este espacio analizaremos tres naciones con enfoques educativos decididamente innovadores y orientados en el perfeccionamiento de habilidades en sus estudiantes que han dado pie a que se definan como naciones que encabezan las pruebas Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos o Pisa (Programme for International Student Assessment) a nivel mundial:
Singapur
En Singapur se ha pensado en la premisa de que a mayor desarrollo educativo se corresponde un mayor desarrollo económico, por tanto, se deja de lado la traba mental de que la riqueza es “mala” que, a menudo, se predica desde ciertas cátedras en nuestra sufrida Latinoamérica; al contrario, esa pequeña nación es un ejemplo en cuanto a disponer de indicadores de cero desempleo y un panorama donde la corrupción político-administrativa, así como también los delitos que tanto nos preocupan a los latinos, está penados con la muerte.
Su educación es impartida en idioma inglés y se centra en formar habilidades; sus maestros son “entrenadores” que se centran en el “hacer” para alcanzar destreza en las acciones de formación impartidas a sus estudiantes. Por otra parte, se ha demostrado con su sistema que no se debe enseñar a los estudiantes de la misma manera, que cada historia de vida, de cada niño(a) o joven es distinta y que implica una habilidad, en el docente, para enfocar sus acciones de formación de manera tal que cada individuo pueda rendir de acuerdo a sus posibilidades y competencias.
Para terminar (aunque el tema da para más) sus maestros son escogidos entre los mejores y más destacados estudiantes en las diversas disciplinas que deben formar en los centros de estudio. También es obligatorio que los maestros se enfoquen en procesos de investigación generando conocimiento y elementos de innovación en diversas áreas o temáticas. Y, como colofón, se lleva a cabo un proceso de evaluación de los educadores anualmente para mantener así los altos niveles de calidad en la formación.
Japón
Los niños japoneses desde muy pequeños asumen responsabilidades como, por ejemplo, desplazarse hacia sus colegios o cumplir con obligaciones tan simples como tender su cama o colaborar con los oficios del hogar.
Los valores civiles y un alto compromiso ético son fundamentales y son responsabilidad, en principio, de los padres que, a su vez, reciben un acompañamiento desde la escuela y desde el sector público que se preocupa por mantener altos niveles de disciplina y compromiso en lo individual y en lo grupal. Los japoneses están claros en que el “éxito” depende no de la inteligencia sino (como lo ha repetido hasta el hartazgo el motivador colombo-japonés Yokoi Kenji) de la disciplina.
En la educación japonesa se privilegia la resolución de problemas sobre el componente teórico (que es apreciado, pero no el protagonista) dando pie a la estrategia, que como se aplica también en Singapur, establece como pilar la formación en habilidades (duras y blandas) para desarrollar procesos y acciones que derivan en acciones de creatividad e innovación, y, por tanto, de mayor desarrollo tecnológico y científico.
Los estudiantes, por su parte, tienen que cumplir con responsabilidades tan básicas como colaborar en la limpieza de las aulas de clase o colaborar en servir los alimentos a sus compañeros en los comedores escolares.
Los maestros son herederos de la tradición samurái que ha inspirado a su formación y actualización constante bajo principios y valores sólidos e inquebrantables. El estudiante japonés está orientado a respetar y valorar a su maestro como un guía frente a los retos que le presenta su vida tanto a nivel personal como profesional.
Finlandia
En Finlandia el enfoque es tan interesante que se ha desechado el simple hecho de dejar “deberes” para que el estudiante los cumpla en su hogar. Este sistema está claro en que la escuela es el lugar donde se “hace” y se desarrollan las habilidades, dejando el tiempo libre de los niños(as) y jóvenes para dedicarlos a compartir con su familia y para desarrollar, por supuesto, su tiempo en actividades lúdicas o artísticas.
El componente lúdico es fundamental en los procesos de enseñanza. Está claro que la creatividad se despierta en los espacios de juego y que el desarrollo de habilidades va de la mano del componente que ofrece el entretenimiento y la imaginación para solucionar problemas.
Hay dos elementos clave en la educación finlandesa, el primero, la educación centrada en valores que, dada la tradición luterana de esta nación promueve principios éticos y morales que no están reñidos con la creación de riqueza y desarrollo constante del ser humano. La educación finlandesa enseña a los niños a “ser responsables” tanto así que si el estudiante por desidia destruye o daña algún elemento del entorno educativo debe responsabilizarse económicamente por la afectación.
El otro elemento se centra en los maestros que son escogidos entre los mejores estudiantes del país (cuestión de méritos y no de sindicalismo político) y que deben destacarse en las habilidades matemáticas y lectoras; además de contar con un alto potencial en habilidades blandas como la comunicación y el liderazgo. Se busca que los educadores sean bilingües y, además, que hayan mostrado un elevado compromiso social demostrado en actividades de carácter benéfico.
¿Y nosotros?
Los latinoamericanos seguimos bajo premisas ideológicas y políticas que limitan nuestro desarrollo. Seguimos a la zaga de las naciones que si han descubierto el secreto del éxito y la prosperidad. Vivimos en un pasado de glorias y caudillos que se han transformado en un lastre para nuestro desarrollo.
Nuestros maestros se siguen quedando en el discurso conductista y en la búsqueda de utopías totalitarias que otros países han desechado por su inoperancia y taras propias de un pensamiento retrógrado y resentido.
Nuestros currículos no hacen hincapié en valores positivos como la disciplina y el respeto; no se enfocan en la creatividad o en la formación de un pensamiento crítico en el sentido constructivo y positivo. Se siguen enviando a los niños(as) y jóvenes a los hogares cargados de tareas que se resuelven bajo la cansada mirada de padres agotados por el día de trabajo o con la eficaz ecuación de Tarea = cortar y pegar.
Estamos muy atrás en la implementación de un modelo educativo enfocado en el desarrollo de habilidades; no nos preocupa o espanta el desempeño de nuestros estudiantes en las pruebas Pisa y si nos asombra o conmueve la estupidez que expresan youtubers o influencers que en lo moral, en la inteligencia o creatividad dejan mucho que desear.
Continuamos demorados en avances científicos o tecnológicos por lo que nos está costando mucho subirnos en la ola de la economía amarilla donde privan esos desarrollos. Tratamos de navegar sobre el océano de la economía naranja y estamos a 18 años de naciones que ya están recibiendo los beneficios de su apoyo al arte y la cultura como motores positivos de su impulso económico.
Es hora de cambiar el chip, de reprogramar nuestra educación y de quitarnos muchas trabas mentales e ideológicas que siguen siendo un lastre para nuestro avance y nos siguen dejando en el vagón de cola de las naciones que si le apostaron a una educación innovadora y creativa.