La pandemia nos ha puesto a prueba. La vida como la conocíamos, al menos temporalmente, cambió de forma drástica. Apareció el aislamiento y con este la obligación de enfrentarnos a situaciones cotidianas que habíamos olvidado o que tal vez nunca enfrentamos. Hoy, cocinar, lavar la loza y hacer aseo hace parte de nuestra agenda diaria. El trabajo desde casa por fin se hizo realidad para muchos de quienes, por fortuna, se encuentran empleados o tienen su propio negocio. Familias enteras han tenido que acomodarse permanentemente en espacios reducidos, mezclando los contextos personales, laborales y académicos de sus miembros. Este es el caso de muchos profesores en todos los niveles de formación, quienes se merecen un reconocimiento especial por el gran esfuerzo que han realizado.
El compromiso y grado de responsabilidad de los profesores ha sido inmejorable. Aunque al principio, para quienes tuvieron que cambiar abruptamente de la presencialidad a la mediación tecnológica sin experiencia previa hubo algo de desorientación y miedo, a punta de capacitación y amor por la labor docente asumieron la nueva modalidad de formación. Echando mano de tutoriales en línea, consultas a compañeros con mayor experticia y hasta de la ayuda de sus familiares, diseñaron contenidos, virtualizaron cursos, implementaron aulas virtuales, utilizaron apps innovadoras y hasta hicieron clases vía WhatsApp cuando fue necesario. Bravo.
En Latinoamérica el estatus social de los profesores no es el ideal. Aunque a nivel universitario mejora un poco, en general se les achaca mayor responsabilidad de la que corresponde frente a las falencias de la educación en la región. De hecho, en tiempos recientes se han criticado mucho los mecanismos a través de los cuales son evaluados, las voces que abogan por la precarización laboral no hacen falta y las acusaciones de promover doctrinas específicas contrarias al statu quo están de moda. En medio de todo lo anterior, la labor profesoral sigue siendo una de las más expuestas a riesgos psicosociales.
Con calendarios académicos finalizados o por terminar para el primer período del año, se ha demostrado que la respuesta de los profesores resultó bastante buena dadas las condiciones. Las particularidades del nuevo escenario de formación hicieron que muchos padres de familia se vieran obligados a tener mayor injerencia en la formación de sus hijos, reconociendo así las dificultades que esto conlleva y viviendo en carne propia algunas de las exigencias que tienen los docentes. Aunque siempre están presentes quienes todo lo critican, porque hacerlo es el modo de vida de muchos, hay consenso en que los maestros realizan un esfuerzo invaluable.
Un análisis especial merece la situación de profesoras madres de familia, que no solo continúan trabajando, si no que combinan casi heroicamente la labor docente con las responsabilidades familiares y del hogar. Aunque podríamos engrandecer su capacidad, lo cierto es que detrás de todo esto existen algunas situaciones estructurales de nuestra sociedad que demandan un cambio. Es urgente abordar este tema.
Aplausos para los profesores. Si queremos que su estatus mejore, que nuestra educación sea de mayor calidad, hay que trabajar por ellos. Exigirles más es válido, pero votar bien y elegir líderes comprometidos con una mejora integral de la educación es una obligación.