Aplaudir a los colados
Opinión

Aplaudir a los colados

Por:
mayo 09, 2015
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“El verdadero verdugo es la masa, que se reúne en
torno al patíbulo. Ella aprueba el espectáculo; con
apasionado impulso afluye desde muy lejos para
presenciarlo de principio a fin”.

Masa y Poder
Elias Canetti.

Mi propuesta es muy sencilla: a los colados de Transmilenio hay que aplaudirlos. Principalmente por dos razones. La primera, el aplauso responde de forma más próxima a una explicación al comportamiento de estos ciudadanos y segundo, puede ser una alternativa de sanción social, efectiva, proporcionada y gratuita.

Aunque muchos afirmarán que hay bases económicas en el tiempo y cierta y débil legitimación del acto de colarse, por las profundas desigualdades sociales que nos aquejan, parto de la base que ningún ciudadano, (en sus cabales como espero seamos la mayoría, aún los colados) valora su vida en 1500 o 1800 pesos.

En ese sentido, me atrevería a decir que miles de ciudadanos diariamente, no creen estar arriesgando su vida al colarse. Las campañas de concientización, no tienen efecto, pues no tienen la virtualidad de convencer a la mayoría del riesgo de morir, que aún a pesar de su dramatismo mediático, se ve lejano y ajeno.

Para algunos pensadores griegos, la expresión artística era el resultado de nuestra vocación natural a imitar lo que vivimos, lo que sentimos y lo que pensamos y por lo tanto, precaria ante la contundente realidad, la que sería imposible de plasmar a plenitud en una escultura, un poema o una canción. Las manifestaciones artísticas eran consideradas mímicas de la realidad que percibimos. Remedos y apariencias, esta vez descargados y aliviados del peso brutal de la verdadera naturaleza. Eran casi realidad, sin serlo, sin importar la destreza o reconocimiento del artista.

Y así supongo —muy griegos ellos— que piensan los ciudadanos que al colarse creen que a lo que se enfrentan día a día, no es la muerte, sino casi  a la muerte; una mímica que desprecia la contundencia de los hechos y las pruebas. Como en la antigüedad, asisten y proponen espectáculos que buscan llevar al público —o a ellos mismos— a un deleite, un placer, que es solo deleite y placer en apariencia, jamás en realidad.

Es por esto, que me parece lógico, que a los colados haya que aplaudirlos, como reconocimiento a ese riesgo que toman, tal y como aplaudimos en los circos a los malabaristas que apuestan su vida en aras de complacernos y complacerse, muy a pesar de poner en riesgo el valor primero y último que es la vida.

No obstante, ese aplauso de reconocimiento también sería útil a la hora de fijar una sanción social, que apelaría principalmente, y de forma proporcionada, gratuita y pacífica, a uno de los grandes motores de nuestro comportamiento social: la vergüenza.

Imaginemos a un colado, que luego de cumplir su hazaña de irrealidad logre entrar a una estación del sistema, y que su público —o su principal veedor de comportamiento— empiece a aplaudirlo sonoramente (casi festivamente) logrando, que todas las miradas se fijen en él, haciéndole entender, o al menos sentir, que valoramos su ejercicio de mímica de la muerte pero que sancionamos, aún más, su falta de aprecio por la vida, la real.

En estos días de agresividad y temor, multiplicar el pánico, a través de campañas, parece haber perdido su efectividad, es por esto que vale la pena asumir otras explicaciones —incluyendo las no convencionales— y comportarse de forma diferente como sociedad,  lo que dotaría, a partir de un simple aplauso, a los usuarios del sistema de una sanción social frente a un riesgo que más allá de las economías del sistema y de las ficciones griegas, es un riesgo real y brutal contado en vidas humanas.

@CamiloFidel

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