¿Aperturar?, ¿de verdad?

¿Aperturar?, ¿de verdad?

"No es justo que nuestro lenguaje sea tan maltratado y tan descuidado por quienes tenemos que usarlo como nuestra herramienta"

Por: LUIS ERNESTO PEREZ O
septiembre 21, 2020
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¿Aperturar?, ¿de verdad?
Foto: Leonel Cordero

Voy a aperturar esta nota, no sin expresar primero un cierto enfado. Porque cuando se trata de ser fanático y seguidor de cualquiera que se entrometa en las lides informativas, literarias, periodísticas, etcétera, sin una instrucción previa acerca del uso de las herramientas con las que va a trabajar, encontrará un esnobista que lo siga, solo por dárselas de “cool” y de “light”. Porque los hay.

Cuando se lee u oye por los medios que el señor juez, funcionario judicial o magistrado van a “aperturar” una exhaustiva investigación, suele suceder una revoltura en la mente, esperando ver qué va a pasar no con la investigación exhaustiva, que ya se sabe más o menos para dónde va, sino con eso de “aperturar”.

Parece que el inicio de esta escalada estuvo por estos lados judiciales y los periodistas, tan amantes del lenguaje, sobre todo del fácil, del ligero, del que todos hablen, del que no haya que buscar en los diccionarios, se lo repiten a sus amables oyentes y lectores, ahora con una insistencia irresistible. Porque ya se tomaron la “apertura” los comentaristas deportivos, en donde estas palabras raras se cosechan sin necesidad de sembrar ni de abonar. Solo basta repetirlas para que el otro las tome para sí, como una novedad. Y las repiten los de la radio, que suelen aperturar sus programas con notas especiales. Y las repiten el cura, el pastor, el político, el vendedor de ilusiones, el culebrero, en fin.

Y, para acabar de ajustar, la palabreja viene con todas las desinencias respectivas y también con su iterativo “reaperturar”, como para no dejar con dudas.

Y como en Colombia solo imitamos los malos ejemplos de nuestros grandes colombianos y nos parece que imitar sus comportamientos, así no tengan permiso moral ni ético, nos “aperturan” las puertas para seguir su ejemplo. El jefe lo dijo, lo hace, lo incita. Y todos “aperturamos” nuestra mente para quedar bien con él.

Recuerdo a nuestro maestro de carpintería cuando, exigente, nos insistía en que “mantuviéramos siempre bien afilada” nuestra herramienta: serruchos, escoplos, buriles, cuchillos, etc. Y se me ocurre que los profesionales de cualquier cosa, por mero respeto a la profesión y a los que se pretende servir y, de esa manera, educar, son los primeros obligados a mantener su herramienta afilada.

Es decir, el que profesa con la palabra hablada o escrita, afilar su lenguaje y usar el afilador indicado y cercano, así sea el diccionario de Google o el Larousse de bolsillo. El político, el cura, el predicador, el abogado, el médico, todos. No es justo que nuestro lenguaje sea tan maltratado y tan descuidado por quienes tenemos que usarlo como herramienta.

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