Apague y vámonos

Apague y vámonos

"Será más fácil ver a Duque en televisión que a Chespirito. Esto es el acábose del empezóse de los políticos"

Por: Giancarlo Silva Gómez
agosto 24, 2020
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Apague y vámonos
Foto: Twitter @infopresidencia

Hoy amanecí con sentimientos encontrados o más bien con desazones atravesadas.

Resulta entonces, y me perdonan las odiosas comparaciones, que a falta de la Bruja del 71 debemos acostumbrarnos a ver a la vice con su halo de Memo Fantasma; ya que no podremos ver en pantalla a Quico debemos conformarnos con el fiscal pretencioso que se broncea en plena pandemia; Jaimito, el cartero, ya no extrañará más a su querido Tangamandapio porque estará ocupado tapando los escándalos de las fuerzas militares desde el deslucido Ministerio de Defensa; las imprudencias y torpezas pueriles no estarán a cargo del Chavo del 8 en búsqueda de su torta de jamón, sino que enviaremos a nuestro Pachito Santos en pro de la vacuna contra el COVID.

Insisto, entonces, que sepan perdonarme por comparar a personajes tan queridos y propios del ADN del humor y la alegría latinoamericana con los trúhanes de la tragicomedia de la parroquia de la Virgen de Chiquinquirá, censurada en el Twitter del presidente confesional.

Será durísimo imaginar a Doña Florinda reemplazada por la Cabal, que al parecer no encaja en la vecindad por las lisonjas que Fedegán le proporciona; el Doctor Chapatín seguirá desde el Ministerio de Salud asintiendo sin desparpajo a las locuras del presidente en tiempos de pandemia; no echaremos de menos las disparatadas ocurrencias de los chifladitos porque a falta de Chaparrón Bonaparte y Lucas Tañeda tenemos a Luis Carlos Vélez y Julito Sánchez Cristo viviendo su propia realidad esquizofrénica.

Y no hemos de extrañar al Botija, un caquito de poca suerte y prominente barriga, porque a diario podremos deleitarnos con el espacio cómico del pseudopresidente, también un pilluelo de poquísima suerte y prominente barriga y papada, que se esfuerza por hacernos llevadera la cuarentena a fuerza de sus bufonadas. Solía andar acompañado en sus travesuras por su inseparable Chómpiras, mal conocido en el mundo del hampa como “el ñeñe”. ¡Qué confusión! No me detendré en explicar que por obvias razones que saltan a la vista, Paloma Valencia es la Chimoltrufia de ese combo.

Y por supuesto que no podemos pasar por alto al Don Ramón de la vecindad, Uribito, que es cacheteado a diario por la oposición; es asediado, no por la renta del Señor Barriga, sino por la Corte Suprema de Justicia por Agro Ingreso Seguro; defendido de los ataques por la Chilindrina, interpretada en este sainete por Vicky Dávila y vilipendiado por tantas circunstancias adversas. Pobre “monchito”.

Y por último tenemos al superhéroe del país, ya de capa caída, que detecta con sus “antenitas de vinil” la presencia del petrismo y el castrochavismo; que nunca podrá decir “síganme los buenos” porque su piara está casi toda presa o investigada; que con su chipote chillón le da por la jeta al marica que se le atraviese; que con la chicharra paralizadora detiene investigaciones mientras Cayita Daza se vuela como ya lo había hecho su excomisionado de paz; que a fuerza de chiquitolina se va de agache ante la Corte Suprema a la cual pretende decir “no contaban con mi astucia” en caso de no tener el arrojo histórico de condenarlo por la manipulación de testigos. “¡Oh! ¿Y ahora quién podrá defendernos?”. El enano del carriel es nuestro Chapulín Colorado. Color rojo sangre.

Trágica nuestra suerte si no podemos disfrutar de entretenimiento sano e inocente y estamos obligados a ver cómo se ejerce control social a través de los medios de comunicación y la repetición de novelas e informaciones baladíes en redes sociales. “Que no panda el cúnico”.

Esta osadía profana me va a salir cara. Veo venir la censura “sin querer queriendo”, porque a fuerza de la ansiedad “cuando digo una cosa, digo otra” y “es que no me tienen paciencia” mis amables editores. Para escribir estas líneas queda demostrado que “prefiero evitar la fatiga” y “para que te digo que no si si” al punto de aburrirlos con esta retórica que “se me chispotió”.

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