Ányelo Palacios, con sus ojos verdes, las cejas pobladas y el torso musculoso, reunía los requisitos que buscaba el coronel Jerson Jair Castellanos para que su foto entrara a formar parte del catálogo en el que guardaba los retratos de cadetes atractivos, estudiantes de la Escuela General Santander. Castellanos, entonces jefe de seguridad del Congreso, se había convertido en el enlace entre congresistas deseosos de aventuras sexuales y jóvenes recién uniformados que terminaban presos de la red, como ocurrió con Palacios.
La ambición natural de Ányelo, un humilde campesino nortesantandereano de 21 años, de hacer carrera en la Policía, lo llevó a aceptar la invitación del coronel Castellanos a jugar bolos. Esa noche del 2006, después de perder la conciencia por una sustancia disuelta en una botella de agua que le ofreció el oficial, y de despertarse desgarrado físicamente, su vida cambió para siempre.
Devastado por haber sido violado, Palacios encaró al coronel Castellanos, su superior jerárquico. Éste, entre burlas y amenazas, le recordó que “Era una hormiga que podía aplastar cuando quisiera” y que, si se seguía portando así de bien, como en la noche en que fueron a jugar bolos, podría seguir ascendiendo dentro de la institución. Atemorizado, Ányelo aceptó.
Entre los pocos que conocían su secreto estaba la cadete Lina Maritza Zapata, novia del alférez John Cifuentes. La joven, en medio de un desfile de la Policía, se le acercó y le dijo que ella sabía de la existencia del álbum y de una red de prostitución gay a la que se empezaba a conocer como Comunidad del Anillo. La cadete estaba decidida a contarlo todo. La sorpresa de Palacios fue mayúscula cuando, a los tres días de haber hablado con ella, supo que Zapata había sido encontrada, en los dormitorios de la escuela, con un disparo en la frente. Nunca creyó en la versión del suicidio. No hizo preguntas. La ambición de poder ya lo había atrapado: las esporádicas salidas con Castellanos y Congresistas como Carlos Ferro, le habían servido para consolidar su vertiginoso ascenso y en siete años ya era teniente y comandaba las áreas uno y cinco de la Policía del Tránsito de Bogotá.
Pero su éxito repentino le acarrearía consecuencias dolorosas. Llegaron las enfermedades, dolores en su cuerpo y hemorragias repentinas que dejaban huella en su uniforme y con éstas la burla de los mismos oficiales con los que se había relacionado físicamente. Fue tal la humillación que decidió retirarse de la Comunidad del Anillo.
La retaliación de sus superiores involucrados en la perversa red no se hizo esperar. En marzo del 2013 fue destituido y retirado de la Policia con una inhabilidad de doce años condenado por una investigación interna de la institución que lo involucraba en un supuesto arreglo que tenía con el dueño de un parqueadero para llevar allí vehículos inmovilizados. Pero un año y medio después, en octubre del 2014, la Procuraduría, en cabeza de Alejandro Ordóñez, ordenó su reintegro.
Lo aceptaron a regañadientes y pocos meses después Ányelo Palacios recibió la orden de traslado de parte de superiores comandados por el general Rodolfo Palomino. Debía viajar a una tierra extaña para él, lejos de Bogotá, a Florencia, Caquetá. Inició su nueva vida y en febrero del 2015, como Comandante de la Policía allí, debió afrontar el asesinato de los hermanitos Vanegas Grimaldo. Vestido de civil entró a la casa de uno de los sicarios de los niños y lo convenció de que se entregara. La gobernación del Caquetá condecoró a Ányelo Palacios con una Orden al Mérito por su arrojo.
Pero nada de esto apaciguaría su tormento por lo sucedido con la Comunidad del Anillo. Sabía demasiado. El capitán escogió la Procuraduría, la misma institución que lo había exonerado de su condena, y decidió entregarle una prueba clave para desenmascarar la Comunidad del Anillo: un video filmado por él mismo en 2008 en el que documentaba su encuentro íntimo con el entonces congresista Ferro.
La Procuraduría no se lo guardó y ya se saben los efectos de su publicación en la FM que significó la caída del general Rodolfo Palomino , la renuncia del viceministro Ferro y la salida de Vicky Dávila de la emisora radial, después de 18 años de estar vinculada al grupo de comunicaciones de la familia Ardila Lulle.
Desde entonces Ányelo Palacios no tuvo un día tranquilo en su comandancia en Florencia, Caquetá. Pidió inútilmente seguridad, nadie le prestó atención hasta terminar secuestrado en la noche del sábado cuando viajaba con su padrastro en las afueras de Cúcuta, adonde había llegado a buscar refugio familiar. De su suerte depende la de muchas figuras de la Policía y la política colombiana. No se trata de un secuestro cualquiera.