En la plaza de Bolívar, en pleno centro de Bogotá, nadie se detuvo a ver qué ocurría. Llamó la atención de unos pocos la cantidad de camionetas negras parqueadas en los alrededores y el grupo de periodistas con cámaras gigantes encerrados detrás de elegantes cordones rojos de terciopelo, esperando algo justo al frente de la tarima, pero nadie entendía qué. Detrás de las barreras que rodeaban el lugar algunos empezaron a gritar en coro que los dejaran ver los emprendimientos de los ex farc que estaban en exposición, pero en ese momento en la plaza nadie podía moverse de su posición.
Pasando por el lado de los vendedores de churros, los del maíz para las palomas y los del tradicional canelazo, más de 15 hombres en saco, corbata y otros cuatro del GOES con sus rifles detuvieron por un momento el caos que es el centro de la ciudad. En la mitad del círculo se veía un hombre bajo y canoso que nadie conocía. “No es el presidente” se oía decir, ¿entonces quién?. Era el Secretario general de las Naciones Unidas.
Pero a Antonio Guterres nadie lo conoce. Su aterrizaje al comenzar la semana pasó desapercibido, como también la razón de su visita: los cinco años de la firma del Acuerdo de paz con las Farc. Su presencia logró, eso sí, precipitar varios encuentros que le amargaron los días al presidente Duque. Las imágenes hablan por sí solas.
Su apretada agenda fue planeada al detalle. Empezó con visita a escenarios de la guerra y de la reconciliación: visitó el antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (AETCR) de Llanogrande en el municipio de Dabeiba, en Antioquia. Le tocó compartir escenario al Presidente con Timochenko, excomandante de las Farc y ahora cabeza de Comunes fue evidente. Distancia, un protocolario apretón de manos, y hasta ahí.
Foto: Twitter @TimoComunes
Guterres caminó las montañas de Llanogrande mientras hablaba con varios excombatientes que aprovecharon su visita para el lanzamiento de “Trópicos”, una marca de café. La figura del Secretario de la ONU en medio de Timochenko y Duque parecía ser el único punto de encuentro. El discurso de cierre de Guterres exaltó el trabajo de la comunidad pero aprovechó recordar las dificultades de los ETCR y las zonas PDET del país, con su dramático aumento de asesinatos que suma 299 exguerrilleros y 1270 líderes sociales.
La JEP fue el lugar escogido para el acto central de la celebración del 5 aniversario en Bogotá. De nuevo la presencia de Guterrez provocó un encuentro aún más improbable: el saludo de Santos y Duque. Tanto el Presidente como su jefe político Alvaro Uribe omiten mencionar su nombre de manera intencional y prefiere referirse al "gobierno anterior", pero gracias a la intermediación del ex presidente Samper que distensionó el ambiente, además de saludarse se cruzaron algunas palabras. Duque no se ha movido un milímetro en los tres años de gobierno, limitándose a cumplir con la implementación, aquello que formalmente le exige la ley, un acuerdo vigilado por países garantes y el organismo internacional que precisamente preside Guterres.
Foto: JEP
Ese mismo día lo esperaban los dirigentes del Partido Comunes. Un preámbulo a la visita en la plaza a los stands con los productos de decenas de emprendimientos salidos de los ETCR: café, cerveza, ropa, productos elaborados, cosechados o creados luego de reincorporarse a la vida civil, que formaron tres rutas distintas. Allá llegó Guterres pero también la alcaldesa Claudia López quien saludó en tarima a los niños que le cantarían al Secretario.
Todo pasó rápido y más bizarro de lo esperado. Un Guterres a quien solo se le identificaba el pelo canoso entre los huecos que difícilmente dejaban sus escoltas y los gritos de los periodistas pidiendo espacio para obtener por lo menos una buena foto. El canto de los niños –en su mayoría hijos de excombatientes- con el coro “Hijos e hijas de la Paz” poco se escuchaba después de semanas de una preparación que se esfumó en minutos. El Secretario los reconoció, posando junto a ellos.
Foto: Leonel Cordero
Lo esperaban en otro lado las madres de los falsos positivos, MAFAPO, quienes finalmente terminaron frustradas como lo reconoció Blanca Nubia, quien perdió a su hijo a manos de militares que lo presentaron como baja en combate y que sigue reclamando ser escuchadas como víctimas del Estado. .
Foto: Leonel Cordero
La alcaldesa Claudia López logró una selfie en la antesala de iniciar el camino que llevaría a la Casa de Nariño. Pasado el revuelo, la gente seguía preguntándose quien era el señor canoso, hasta que se perdió en medio de los edificios amarillos.
Su despedida fue una rueda de prensa con el Presidente desde la casa de Nariño. Poco se le oyó hablar a Guterres en ese tiempo que terminó protagonizando Duque respondiendo las preguntas de los periodistas filtrados por la oficina de prensa de Palacio. Nadie habló de cifras, de víctimas o de líderes sociales; Guterres reconoció, a su manera de entender, el esfuerzo del Presidente Duque en su compromiso con la paz e incluso retomó su slogan de paz con legalidad. Todo políticamente correcto, mientras la frustración de unos acuerdos que no produjeron los cambios esperados crece como una espuma de insatisfacción y la violencia se reacomoda en los territorios en donde la gente debería estar respirando en paz.
