Quien escribe la historia, condiciona la construcción del imaginario colectivo entorno a los hechos y sus protagonistas. La historia, hasta hace relativamente poco tiempo, fue un trabajo hecho por hombres, para ser leída por hombres. De esta forma, el prototipo del investigador histórico era varón, blanco, burgués, letrado, heterosexual, y principalmente católico, apostólico y romano. Esto, de acuerdo a la historiadora Judith Colombia González Eraso, quien también señala: “debemos desprendernos del concepto de historia, en cuanto a reconstrucción objetiva de la verdad; comprender que los y las historiadoras ejercen el poder de controlar y administrar el pasado bajo la apariencia de investigarlo, ya que la supuesta verdad objetiva, está profundamente insertada en el juego de fuerzas que definen las relaciones de poder”. Esto resulta acertado y explica el largo ejercicio de invisibilizar a las mujeres que hicieron parte del proceso de independencia en América y en Colombia.
La historiografía, esto es, el conjunto de textos (cartas, notas de prensa, documentos notariales, etcétera) que dan cuenta de un contexto histórico determinado, se limitó durante mucho tiempo a contar la historia de Colombia centrada en batallas, en la conformación del Estado y en las elites como si la historia se limitara a estudiar esos contextos o protagonistas, olvidando al resto de la sociedad. Solo hasta los años cuarenta del siglo XX surge una nueva línea de investigación histórica que va a centrarse en los olvidados de la misma. En el caso de América, de los indígenas, afrodescendientes, mujeres, criollos, e incluso niños. De tal manera que el rol de muchas mujeres claves en el proceso independentista ha quedado u olvidado o limitado.
Tal es el caso de Antonia Santos Plata (Pinchote, Provincia del Socorro, abril 10 de 1782 - El Socorro, julio 28 de 1819) quien fue la destacada líder de las guerrillas patriotas que hicieron frente al ejército español encabezado por Pablo Morillo cuya misión era retomar para la corona española los territorios, ya declarados independientes, de la Nueva Granada. La región donde nació doña Antonia Santos, había sido cuna de la insurrección comunera de 1781. Así que ella, influida aquel legado de inconformidad, organizó, desde su hacienda El Hatillo la primera guerrilla en la Provincia del Socorro que durante tres años combatió para evitar la Reconquista española a la par que apoyó al ejército libertador en las batallas más significativas de la época como las del Pantano de Vargas o la del Puente de Boyacá. Es decir, doña Antonia Santos fue una líder revolucionaria en toda ley y por sus actos fue apresada con cargos como enemiga de la causa del rey y rea de lesa majestad el 12 de julio de 1819. Una vez apresada fue conducida al Socorro donde murió fusilada el 28 de julio de ese año, es decir hace doscientos años.
A pesar de la importancia de su papel en este capítulo de nuestra historia, su nombre permaneció en el olvido durante bastante tiempo, esto debido a que los historiadores se enfocaron primordialmente en la formación y construcción del Estado Colombiano, el cual comienza, precisamente con el periodo de la Independencia. Solo entonces se retoma para la historia a Antonia Santos Plata. Los primeros libros sobre ella datan de 1868, 1872, 1884 respectivamente y luego hasta 1919. Junto con Policarpa Salavarrieta, se convertirán en las heroínas de la independencia, pero ¿desde qué perspectiva?
Si bien, existen diversos libros sobre el papel de las mujeres en la Independencia y por ende en la construcción del Estado Nación, lo cierto es que la mayoría de estos textos, sino su totalidad no dan cuenta de un análisis histórico serio, basado en fuentes primarias, sino que son textos tradicionalistas, donde las mujeres son catalogadas como “heroínas”, “mártires” o “colaboradoras” sin que se llegue a abordar su incidencia política. De acuerdo con la historiadora González Eraso, “La gran mayoría de escritos que dicen tratar el tema de las Mujeres de la Independencia, profundizan más en los hechos heroicos masculinos, en sus batallas, triunfos y derrotas. Por cada seis páginas, tres renglones se dedican a nombrar a la mujer. Un relato historiográfico como este, muestra a la mujer como mera espectadora, apolítica y estúpida”.
En el portal del Ministerio de Cultura que se refiere a ella
y en el que el autor masculino señala que se le describía
“como un parangón de la belleza y la virtud”.
Así mismo, en el caso de Antonia Santos Plata, la construcción de su imagen histórica se asocia con un conjunto de ideas marcadamente machistas, que la despojan de su humanidad y la revisten con un conjunto de características de naturaleza estética y moral asociadas con un ideal de belleza y de conducta conservadora, como se puede evidenciar en el portal del Ministerio de Cultura que se refiere a ella y en el que el autor masculino señala que se le describía “como un parangón de la belleza y la virtud”. Esto es problemático porque no se refiere a sus acciones, a su contribución con la causa independentista, a su liderazgo, organización, ideales políticos, sino a un ideal de mujer determinado por una óptica masculina, idealizada y por ende poco real. Esto qué quiere decir de fondo, que Antonia Santos Plata no fue tenida en cuenta como sujeto histórico, sino como un conjunto de virtudes asociadas a lo femenino desde la perspectiva masculina. Sobre esto la historiadora Gonzáles Eraso sostiene de forma atinada “La información encontrada en archivos y hemerotecas sobre las mujeres, ha sido ocultada, deformada y tergiversada; sufriendo así, los embates de la historiografía hegemónica patriarcal, olvidándose el papel de muchas mujeres que trasgredieron y subvirtieron un orden sociocultural, político y económico colonial, aprovechando así los tiempos de guerra”.
Considero que es clave, transformar esta tendencia, reescribir estas historias, ahondar en ellas, para descubrir o llegar a acercarnos a una versión histórica más humana de estas mujeres valientes, desde toda perspectiva, que contribuyeron a construir este país. La historia se los debe y su ejemplo de tenacidad y rebeldía contra las normas y las conductas patriarcales debe ser aprendida y reproducida por las colombianas que siguen sufriendo los rigores que la historia y la sociedad les ha querido imponer.